La denuncia del presidente Poroshenko sobre la situación poco menos
que crítica en el Este de Ucrania, horas antes de su encuentro en Kiev
con la canciller Merkel y el presidente Hollande para debatir sobre la
implementación de los Acuerdos de Minks -que parecieron frenar
sustancialmente los choques armados entre las milicias prorrusas y el
Ejército de Ucrania-, revela un sensible empeoramiento de la situación.
Los 50.000 hombres armados desplegados en el lado ruso de la frontera
con Ucrania, junto con los 9.000 soldados de Moscú que vertebran
militarmente en Donestk y Lugansk las milicias separatistas, componen
una estructura armada cuya capacidad operativa ilustran los 500 carros
de combate, 900 blindados y 40 sistemas artilleros aportados por Moscú;
entre los que posiblemente se encuentran equipos de misiles (también
aportados en su día por Moscú) como los que derribaron, sobre el frente
oriental del conflicto ucranio, el avión de pasaje malasio con 300
personas a bordo -.
El paso del tiempo, tal como se ve, no trae consigo el descenso de la
tensión derivada del conflicto de Ucrania, especialmente, dentro de
éste, desde la anexión de la península de Crimea. Un paso que consolida
la profundidad alcanzada por el problema, que da cuerpo a la doctrina
putiniana cuando califica y condena la desaparición de la URSS como
“catástrofe geopolítica”. Y lo hace, de palabra y obra, en términos
prácticos que dan unidad de sentido a los sucedido ahora en Ucrania –
con la anexión de Crimea y la profunda erosión de soberanía en Donetsk y
Luganks – y a lo que pasó en Georgia, con la guerra que en 2008, y la
anexión de Osetia del Sur. Y tanto en un caso como en el otro como
reacción putiniana contra la apuesta de una y otra nación, la de Ucrania
ahora, y la de Georgia entonces, por un destino europeo y occidental.
La pregunta que cabe hacer ante el futuro a medio plazo es la de si
bastará a Occidente seguir con las sanciones económicas en el sentido de
que Rusia sea o no capaz de soportarlas, para que modifique sus
planteamientos, rectifique sus conclusiones operativas y cambie su
trayectoria. El mesianismo ruso, como ya lo demostró la URSS, se
estrelló contra la realidad económica por ignorarla. Tal fue la causa de
la “catástrofe geopolítica” que tanto desquicia a Putin.
(*) Periodista español
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