PARÍS.- La agitación de los mercados financieros por la incertidumbre sobre China ha puesto en duda la capacidad de los bancos centrales para evitar sacudidas, pero siguen siendo el último recurso para impedir una crisis de mayor calado.
La
desaceleración que se perfila en la segunda economía mundial ha
socavado la confianza de los inversores, preocupados por las eventuales
repercusiones en el crecimiento de la economía mundial.
Las
sucesivas devaluaciones de la moneda china a mediados de agosto han sido
la señal de alarma, ya que reflejan "una relativa pérdida del control"
del Gobierno chino en su pilotaje de la economía, recuerda Romain
Boscher, director de gestión de acciones de Amundi.
Esto no ha
hecho más que azuzar las dudas sobre la "capacidad real de todas estas
manos tutelares" como son los bancos centrales, pero también el Gobierno
chino o los países productores de petróleo, para "evitar lo peor, como
han hecho en los últimos años", agrega.
La crisis financiera de
2008 llevó a las instituciones monetarias a recurrir a grandes medios
para estabilizar el sistema, pero también para relanzar las economías en
apuros. Los bancos centrales empezaron a comprar activos financieros
sin límite, ejerciendo una presión a la baja sobre los tipos de interés y
el precio de los activos, para animar a los inversores a invertir su
dinero en la economía real asumiendo más riesgos.
La "amplitud de
las caídas constatadas" y el hecho de que afecta a "varios mercados" es
para tomarse en serio el actual episodio de los mercados financieros,
pero no se trata, en este "estadio", de una crisis mundial, estima
Boscher. "Aunque ya han hecho mucho, los bancos centrales pueden hacer
todavía más", asegura, como lo hizo el Banco Central Europeo (BCE), que recientemente lanzó un programa de compra masiva de títulos de
deuda, y el Banco de Japón, que tiene una política muy expansiva.
"Es un seguro contra un accidente sistémico fuerte", dice Gilles Moec, economista jefe del Bank of America-Merrill Lynch.
El
banco central chino decidió este martes recortar en un 0,25% los tipos
de interés, el quinto desde noviembre, y disminuyó el nivel de las
reservas obligatorias de los bancos, lo que equivale a inyectar liquidez
en la economía.
Una de las primeras en actuar tras la crisis
financiera provocada por el hundimiento del banco de negocios Lehman
Brothers en 2008, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) está a
punto de dar un giro a su política monetaria, subiendo las tasas.
No
obstante, ante los riesgos de contagio de la desaceleración económica
china, en el centro de las preocupaciones de los inversores, la FED está
atenazada pese a la recuperación que se confirma en Estados Unidos.
"La
importancia de la economía china hace temer que una desaceleración
mayor" genere "una revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento
en todo el mundo", analizan los estrategas de la agencia Aurel BGC.
"China, cuyo poderío exportador es percibido por las economías
desarrolladas como un factor perturbador, es también el segundo
importador mundial", recuerdan.
Moec relativiza, no obstante, las
consecuencias de la desaceleración china en las otras grandes
economías. "Una caída a la mitad de las tasas de crecimiento chino, del
7% al 3,5%, tendría un impacto de 0,4 puntos del PIB en un año en
Estados Unidos y en Europa", calcula.
De hecho, el espectro de la deflación sigue presente y está apuntalado por la fuerte caída de los precios del petróleo.
"La
ausencia de inflación lleva a los bancos centrales (...) a realizar
políticas monetarias expansionistas", constata Patrick Artus,
responsable de investigación económica en Natixis. Sin embargo, estas intervenciones no están exentas de efectos
colaterales, ya que, según él, "con una liquidez mundial todavía más
abundante que en 2008-2009" los mercados se exponen a una "crisis
financiera todavía más violenta".
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