El tercer rescate de Grecia está entrando en su recta final. La
votación en el Congreso de los Diputados, con un asentimiento casi
unánime de los grupos políticos españoles, no ha contado con el mismo
grado de adhesión en algunos otros Parlamentos europeos, como el alemán,
en donde las posiciones críticas contra Merkel son bastante agresivas y
no precisamente minoritarias. En Alemania, primer contribuyente a las
arcas europeas, la oposición al rescate está muy extendida entre los
votantes, ya que un 57% de los alemanes está en contra del rescate
griego y más del 80% cree que las promesas de las autoridades griegas no
son creíbles y no van a cumplir los acuerdos firmados.
En el caso español, el debate ha sido escaso porque había poco que
discutir y la propuesta del PSOE de lanzar una iniciativa de refundación
de la UE no ha sido precisamente oportuna. El Congreso de los Diputados
de España no es el escenario en el que este tipo de propuestas tienen
su cauce más lógico en estos momentos. Para eso está el Parlamento
Europeo, aunque no estaría de más que España contara con una propuesta
de amplio consenso entre los partidos políticos para participar de forma
activa en un debate que se está empezando a dibujar en medios europeos,
con Francia a la cabeza.
Quedan pendientes, en todo caso, dos citas importantes en el rescate
griego. Por un lado, el papel que va a jugar el Fondo Monetario
Internacional (FMI), que se muestra renuente a participar en esta
operación de salvamento de Grecia sin antes contar con garantías
suficientes de que el Gobierno griego va a afrontar las reformas que
hagan viables todos los compromisos adquiridos por Grecia con el
denominado Cuarteto (el sucesor de la anterior Troika, es decir, el
grupo formado por la Comisión Europea, el BCE, el FMI y el MEDE, es
decir, el organismos encargado de las operaciones de salvamento de la
Eurozona). El FMI, en todo caso, esperará hasta octubre antes de dar su
aprobación al rescate y por lo tanto a participar en el mismo, ya que
desea tener seguridades sobre los planes griegos.
Además, y adicionalmente, el FMI sugiere que junto al rescate se
ponga en marcha un replanteamiento de la deuda griega, que se considera
por lo general imposible de pagar, algo en lo que está de acuerdo casi
todo el mundo pero que nadie se atreve a afrontar directamente. Es
difícil que Grecia pueda sobrevivir económicamente sin un alivio de su
deuda frente a terceros. Existe el riesgo de que una operación como la
que propone el FMI para refinanciar la deuda griega desempolve una
oleada de demandas de quitas en algunos otros deudores internacionales,
lo que pone los pelos de punta a algunos de los países más solventes. Y
en todo caso a la banca internacional. Podría ser el inicio de una
crisis financiera de amplio alcance, ya que el estado de desconfianza
que se generaría en los mercados elevaría las primas de riesgo y los
tipos de interés, convirtiendo en inviables las situaciones financieras
de algunos países que hoy por hoy están pasando desapercibidas. El
frágil equilibrio sobre el que se soportan en estos momentos las
financias internacionales se beneficia de tipos de interés prácticamente
nulos. Si los tipos suben, todo el entramado actual corre serio
peligro.
La segunda cita que se acaba de abrir es la de unas posibles
elecciones anticipadas en Grecia, un asunto que puede paralizar la firma
del acuerdo definitivo y que en todo caso abre la posibilidad de que un
nuevo Gobierno en Grecia eche para atrás todos los compromisos asumidos
en las últimas semanas por los dirigentes actuales, entre ellos parte
del partido Syriza, que ha salido de esta crisis muy dividido y con la
autoridad de Alexis Tsipras bastante mermada.
Es necesario recordar que los acuerdos sellados entre Grecia y la UE
para dar vía libre al rescate han implantado estrictos mecanismos de
control sobre la actividad gubernamental griega, con vistas a asegurarse
que el país cumple lo acordado. De hecho, Grecia es un país internado
en lo económico. Un nuevo Gobierno que no asuma estas draconianas
condiciones y que no tolere la supervisión estricta y permanente a la
que se tendrá que ver sometido en los próximos años podría desencadenar
un serio conflicto con los cuatro acreedores que van a poner los 86.000
millones de euros para que Grecia pueda hacer frente a sus compromisos
en los próximos meses.
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