miércoles, 19 de agosto de 2015

El rescate griego, a medio camino / Primo González *

El tercer rescate de Grecia está entrando en su recta final. La votación en el Congreso de los Diputados, con un asentimiento casi unánime de los grupos políticos españoles, no ha contado con el mismo grado de adhesión en algunos otros Parlamentos europeos, como el alemán, en donde las posiciones críticas contra Merkel son bastante agresivas y no precisamente minoritarias. En Alemania, primer contribuyente a las arcas europeas, la oposición al rescate está muy extendida entre los votantes, ya que un 57% de los alemanes está en contra del rescate griego y más del 80% cree que las promesas de las autoridades griegas no son creíbles y no van a cumplir los acuerdos firmados.

En el caso español, el debate ha sido escaso porque había poco que discutir y la propuesta del PSOE de lanzar una iniciativa de refundación de la UE no ha sido precisamente oportuna. El Congreso de los Diputados de España no es el escenario en el que este tipo de propuestas tienen su cauce más lógico en estos momentos. Para eso está el Parlamento Europeo, aunque no estaría de más que España contara con una propuesta de amplio consenso entre los partidos políticos para participar de forma activa en un debate que se está empezando a dibujar en medios europeos, con Francia a la cabeza.

Quedan pendientes, en todo caso, dos citas importantes en el rescate griego. Por un lado, el papel que va a jugar el Fondo Monetario Internacional (FMI), que se muestra renuente a participar en esta operación de salvamento de Grecia sin antes contar con garantías suficientes de que el Gobierno griego va a afrontar las reformas que hagan viables todos los compromisos adquiridos por Grecia con el denominado Cuarteto (el sucesor de la anterior Troika, es decir, el grupo formado por la Comisión Europea, el BCE, el FMI y el MEDE, es decir, el organismos encargado de las operaciones de salvamento de la Eurozona). El FMI, en todo caso, esperará hasta octubre antes de dar su aprobación al rescate y por lo tanto a participar en el mismo, ya que desea tener seguridades sobre los planes griegos.

Además, y adicionalmente, el FMI sugiere que junto al rescate se ponga en marcha un replanteamiento de la deuda griega, que se considera por lo general imposible de pagar, algo en lo que está de acuerdo casi todo el mundo pero que nadie se atreve a afrontar directamente. Es difícil que Grecia pueda sobrevivir económicamente sin un alivio de su deuda frente a terceros. Existe el riesgo de que una operación como la que propone el FMI para refinanciar la deuda griega desempolve una oleada de demandas de quitas en algunos otros deudores internacionales, lo que pone los pelos de punta a algunos de los países más solventes. Y en todo caso a la banca internacional. Podría ser el inicio de una crisis financiera de amplio alcance, ya que el estado de desconfianza que se generaría en los mercados elevaría las primas de riesgo y los tipos de interés, convirtiendo en inviables las situaciones financieras de algunos países que hoy por hoy están pasando desapercibidas. El frágil equilibrio sobre el que se soportan en estos momentos las financias internacionales se beneficia de tipos de interés prácticamente nulos. Si los tipos suben, todo el entramado actual corre serio peligro.

La segunda cita que se acaba de abrir es la de unas posibles elecciones anticipadas en Grecia, un asunto que puede paralizar la firma del acuerdo definitivo y que en todo caso abre la posibilidad de que un nuevo Gobierno en Grecia eche para atrás todos los compromisos asumidos en las últimas semanas por los dirigentes actuales, entre ellos parte del partido Syriza, que ha salido de esta crisis muy dividido y con la autoridad de Alexis Tsipras bastante mermada.

Es necesario recordar que los acuerdos sellados entre Grecia y la UE para dar vía libre al rescate han implantado estrictos mecanismos de control sobre la actividad gubernamental griega, con vistas a asegurarse que el país cumple lo acordado. De hecho, Grecia es un país internado en lo económico. Un nuevo Gobierno que no asuma estas draconianas condiciones y que no tolere la supervisión estricta y permanente a la que se tendrá que ver sometido en los próximos años podría desencadenar un serio conflicto con los cuatro acreedores que van a poner los 86.000 millones de euros para que Grecia pueda hacer frente a sus compromisos en los próximos meses.

(*) Periodista y economista

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