martes, 11 de agosto de 2015

China, un dragón atrapado en la (doble) burbuja / José Sánchez Mendoza *

Dice el refrán que, cuanto más grandes son, más ruido hacen al caer. Este viejo adagio se puede trasladar a la Economía internacional, pero en este ámbito el desplome de los colosos no sólo provoca estrépito, sino también un efecto arrastre que hace que otros caigan. Grandes y pequeños, ricos y pobres, emergentes y del primer mundo. Sí, estamos hablando de China, que está hinchando no una, sino dos burbujas cuyo estallido podría volatilizar las alas del dragón, asolando de paso continentes enteros.


Por un lado, el des­con­trol in­mo­bi­liario está ge­ne­rando un ex­ceso de stock si­milar al que había en España antes del es­ta­llido de la cri­sis, solo que a una es­cala mucho ma­yor. Pueblos va­cíos y ba­rrios de­siertos de­mues­tran que existe un ex­ceso de oferta que ya ha pro­vo­cado una abrupta ba­jada de los pre­cios.

¿Recuerdan el de­solador pai­saje de grúas aban­do­nadas y ciu­dades fan­tasma que nos dejó la cri­sis? El com­pendio de bar­ba­ri­dades ur­ba­nís­ticas que sal­pican la geo­grafía china pa­rece una ré­plica anabo­li­zada del nues­tro, pero or­nado con unas ín­fulas hor­te­ra-­me­ga­ló­manas que re­cuerdan al Holywood de cartón pie­dra.

La va­rias veces mi­le­naria tierra de los em­pe­ra­dores está ja­lo­nada de pro­yectos in­mo­bi­lia­rios fa­llidos con los que se po­dría es­cribir una an­to­logía del dis­pa­rate. Se puede citar como ejemplo Tianducheng, una ré­plica de París le­van­tada en medio de los arro­zales cuyos únicos ha­bi­tantes son el per­sonal de man­te­ni­miento; o el dis­trito fan­tasma de Yujiapu, en su día lla­mado a ser la ‘Manhattan’ de oriente, cuyas ca­lles pa­recen sa­cadas de un epi­sodio de ‘The Walking Dead’.

A esta bur­buja in­mo­bi­liaria se suma la bur­sá­til: En tan sólo un año, de junio de 2014 a junio de 2015, la Bolsa China subió un 125%, un as­censo ful­gu­rante que pro­vocó un exa­ge­rado au­mento en la co­ti­za­ción de los va­lo­res, que ahora se des­hin­chan. Esto se debe, sobre todo, a que más de tres cuartas partes de las ac­ciones chinas están en manos de par­ti­cu­la­res, la re­cién na­cida y pu­jante clase me­dia.

Y a estos nuevos bur­gue­ses, por muy chinos que sean, tam­bién les pone aquello de ‘no tra­baje us­ted, que tra­baje su di­ne­ro’. Los pa­ra­le­lismos con el crack que su­frió Estados Unidos en 1929 son evi­den­tes.

Un even­tual des­plome de la Economía china ten­dría efectos ca­tas­tró­ficos en gran parte del mundo. El gi­gante asiá­tico es el prin­cipal com­prador ex­tran­jero de deuda es­ta­dou­ni­dense, y aca­para entre el 10% y el 30% del las im­por­ta­ciones de las prin­ci­pales ma­te­rias pri­mas.
La pre­sencia china en con­ti­nentes emer­gentes como América Latina o África es abru­ma­dora, por lo que una re­ce­sión de este país, de pro­du­cirse, arras­traría las fi­nanzas de mu­chos es­ta­dos. Latinoamérica es una re­gión es­pe­cial­mente ex­puesta, ya que mu­chas de sus eco­no­mías de­penden de las ex­por­ta­ciones de ma­te­rias primas al co­loso orien­tal.

Pero nada, aquí sólo se habla de Grecia, cuya sa­lida de la Eurozona ten­dría más con­se­cuen­cias sim­bó­licas que prác­ti­cas. De mo­mento, el dragón chino sigue ba­tiendo sus alas po­de­ro­sas, pero el peso de las bur­bujas que lleva a cuestas le em­pieza a abru­mar. Y su sombra se ex­tiende sobre todo el mundo.

 (*) Periodista

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