jueves, 13 de agosto de 2015

Grecia, el alto coste de la arrogancia / Primo González *

El final de la crisis griega da la impresión de que está llegando a su término con la firma de los acuerdos entre la Troika (ahora redenominada Cuarteto, ya que se ha incluido en el grupo de acreedores un nuevo protagonista, el MEDE, Mecanismo de Estabilidad europeo, fondo que se ocupará de los rescates de países en apuros) y el Gobierno del país heleno.  

Durante estos duros meses de negociación ha sido tal el deterioro de la economía del país, sobre todo en algunos sectores básicos como el turístico, que caben dudas de que la solución que ahora se aprueba tenga validez para un periodo de tiempo razonablemente largo.

No se sabe cuáles son realmente los números de esta operación de salvamento de Grecia. Pero las aproximaciones que se manejan tienden a considerarla lisa y llanamente calamitosa. El Parlamento griego tiene que votar los acuerdos esta semana y la Eurozona debe hacer lo propio en un Consejo Europeo en el plazo más breve posible. Es probable que el líder de Syriza, Alexis Tsipras, logre domesticar a sus huestes para obtener una aprobación para lo firmado y también para fortalecer su liderazgo al frente de este partido, inicialmente presentado como radical e izquierdista pero que ha sellado con las potencias de la Eurozona el acuerdo más costoso que ha podido rubricarse en la vida de la Eurozona.

Caro, desde luego, para el país firmante, que ha tenido que encajar dos circunstancias bastante adversas en el curso de la negociación: una plena claudicación griega respecto a los postulados de partida en su negociación y, adicionalmente, y quizás lo que es más grave, un importante deterioro de la economía griega a lo largo de los meses de negociación. Cabría suponer que el coste que Grecia va a pagar por el rescate posiblemente no le mereciera la pena si en el punto de partida hubiera adoptado una posición más flexible en la negociación y posiblemente más realista, en vez de esgrimir postulados que Europa nunca habría aceptado.

Unas primeras estimaciones, no muy afinadas, pero que circulan estos días por los mercados indican que Grecia ha experimentado un deterioro económico en los últimos meses equivalente al 5% del PIB. La cuenta es sencilla: antes de la victoria de Syriza y de que el pintoresco ministro negociador griego Varoufakis apareciera en escena con su arrogante figura, la economía griega crecía a un ritmo del 2%. Ahora, el balance del año 2015 se presenta con una hipótesis bastante probable de caída del 3% del PIB. Entre lo uno y lo otro suman un 5%.

El balance es desde luego todo menos brillante. Los griegos no deberían estar muy satisfechos con la gestión de este grupo de exaltados economistas radicales, que al final ha firmado lo que le han puesto encima de la mesa, dejando a la economía del país maltrecha, con el prestigio por los suelos y con una deuda muy superior a la existente hace unos meses. Si en el inicio de la negociación ya se consideraba altamente improbable que Grecia pudiera pagar sus deudas incluso a muy largo plazo y a pesar de las enormes facilidades que se le han asignado, ahora su capacidad económica y financiera aparece seriamente mermada. Las condiciones que ha tenido que aceptar Grecia para lograr el “rescate” implican una pérdida de bienestar y de nivel de vida para los ciudadanos griegos que no tienen parangón en los últimos años. El utópico programa con el que Syriza ganó las elecciones ha sido un fiasco monumental, del que los ciudadanos griegos empezarán a darse cuenta en los próximos meses.

(*) Periodista y economista

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