La reciente
crisis diplomática entre Caracas y Bogotá invita a unas reflexiones que
den cuenta de la sinrazón de que dos países vecinos y en cierto modo
hermanos, Colombia y Venezuela, no sólo se hallen diplomáticamente
enfrentados en términos de desarrollo económico, sino también en
términos de cultura política. Aunque ambos países son víctimas de la
bajada del precio del petróleo, Venezuela, la sufre con mucha mayor
intensidad, induciendo una posiblemente explosiva crisis del régimen
bolivariano; caso que no se da en relación con Colombia, que ha
mantenido por más de cincuenta años las alternancias propias de un
régimen democrático. Para Colombia, se trata de un bache en su
desarrollo y para Venezuela de un socavón que puede tragarse el régimen
bolivariano.
La
producción colombiana de hidrocarburos es una fracción de la de
Venezuela: sólo un millón de barriles al día, aunque representa el
50% de las exportaciones totales del país. No es el caso de
Venezuela, para la que el petróleo y otros hidrocarburos
representan muy por encima del 90% de los ingresos de divisas.
Colombia, sin embargo, tiene una economía más diversificada, y
podrá aguantar mejor la tendencia a la baja de los precios de las
materias primas, poniendo moderación a las perspectivas de
crecimiento que desde hace ocho, diez o más años se prometían la
mayor parte de los países de América Latina, y tantos otros de África y
Asia.
La lástima es que esta coyuntura adversa encuentre a los dos países
sumidos en una amarga querella, que refleja la animadversión
ideológica existente entre sus gobiernos y el contraste entre las
tradiciones políticas de los dos países: una democracia
acendrada en Colombia, y una sucesión de regímenes
dictatoriales, democráticos, populistas y
semirrevolucionarios en Venezuela.
Desde el punto de vista
de la cohesión social, ninguno de los dos países puede darse por
satisfecho. La sociedad de Colombia se halla fracturada sobre
alineamientos de clase, sobre todo entre los dueños de la tierra y los
desposeídos. Estos últimos son una inmensa masa de peones o de
campesinos atados a parcelas marginales de cultivos, apenas
suficientes para mantener una familia, siempre en lucha con las
condiciones adversas propias de un territorio muy accidentado,
con malas comunicaciones, y en lucha continua con la selva. Estas
condiciones generan protesta social y violencia, que encuentran
pronto expresión ideológica en alineamientos de
conservadurismo-marxismo.
El problema social de Venezuela
se caracteriza por la profundidad de la desestructuración
social de amplias capas de la población, con los consiguientes
problemas de marginalidad, lo que se refleja en una de las tasas
de homicidios más altas del mundo. La disponibilidad de tierras
es, sin embargo, comparable o superior a la de Colombia, aunque una
economía volcada al petróleo y un régimen paternalista de
distribución de los ingresos generados por esta materia prima
hacen de la agricultura venezolana un recurso secundario.
Alegaciones de Maduro contra los colombianos
La
riqueza natural de Venezuela siempre constituyó un imán para un
gran número de colombianos. Se estima que en Venezuela viven más de
cinco millones. La expulsión de unos cuantos miles,
recientemente dispuesta por el gobierno de Caracas, en la zona
fronteriza del departamento de Táchira, es más un gesto de
afirmación de autoridad ante la propia población venezolana que
una medida capaz de poner coto a la intensa actividad económica,
tanto formal como informal, de los colombianos en Venezuela. Las
alegaciones del gobierno del presidente Maduro, en el sentido de
que paramilitares colombianos operan dentro de Venezuela, no son
una novedad, y de hecho parecen tener una dimensión
propagandística, para tratar de dar cuenta de la tremenda escasez
de bienes de consumo básicos que se registran por todas las
regiones del país.
El presidente Maduro se enfrenta a las
elecciones a la asamblea nacional del 6 de diciembre próximo, en un
momento de bajísima popularidad. La estrategia con que afronta
este crítico periodo es externalizar las responsabilidades,
tratando de señalar a los contrabandistas colombianos como
causantes de la escasez.
Para enfatizar la diligencia del
gobierno a la hora de afrontar este desafío, el gobierno ha
decretado el estado de emergencia en seis municipios
colindantes con la frontera. Es éste un expediente que
probablemente se irá extendiendo a otras partes del país, a medida
que se vaya agudizando el desabastecimiento y la protesta
popular y que, además, puede ser aplicado contra la oposición.
Muchos de los opositores más significados se hallan en prisión, y
muchos otros sufren restricciones de todo tipo. Los órganos de
opinión de la oposición sufren escasez o dificultades de acceso
al papel-prensa.
En algunos sentidos, la coyuntura del
mercado internacional de materias primas pone a los dos países en
aprietos similares, aunque menos agudos en el caso colombiano. El
abanico de materias primas exportadas por Colombia,
principalmente café, níquel y carbón, es más diversificado que
el de Venezuela, con exportaciones casi exclusivamente
dependiente de los hidrocarburos. Por otra parte, la planta
industrial de Colombia es muy superior a la de Venezuela.
Las
exportaciones de Colombia han caído, de $28.000 millones en
enero-junio de 2014, a $20.000 millones en el mismo periodo de 2015.
Venezuela, por su parte, depende del petróleo para más del 90% de sus
ingresos, y ha visto hundirse su precio, de cerca de $100 el barril
a menos de $40 en unos doce meses. Esto ha provocado un corte
drástico a los subsidios del gobierno a los consumos básicos, lo
que le ha forzado a adoptar un sistema de racionamiento que causa
penalidades sin cuento a la población, y estimula el
contrabando. La escasez de productos de consumo no es un problema
particularmente grave en Colombia, que goza de un régimen más
abierto a la libertad del mercado.
La inflación es otro factor en que los dos países divergen
considerablemente. Mientras la de Colombia se fija en 4,5% para el
último año, la de Venezuela se estima rayana en el 100% en el mismo
periodo.
Las expectativas de crecimiento separan
igualmente a ambos países. Aunque la de Colombia fue calculada en la
penúltima previsión en 3,5% para este año, la última sitúa el
crecimiento en 2,8%, en contraste con la aguda contracción que se
prevé para Venezuela.
La coyuntura económica interior es
otro factor de diferenciación entre Colombia y Venezuela. Las
finanzas del gobierno de Maduro encuentran pocos apoyos en el
exterior, mientras que las políticas más ortodoxas de Colombia
encuentran suficientes facilidades de financiación.
Las
actitudes de los dos gobiernos de cara al futuro inmediato
discrepan de modo radical. Políticamente, el presidente Juan Manuel
Santos encara una dura oposición por parte del expresidente
Uribe, en un ambiente de confrontación que se dirimirá en las
urnas, mientras que el presidente Maduro enfrenta no sólo a la
oposición democrática y la protesta popular por el
desabastecimiento, sino también los peligros que la difícil
situación plantea al régimen como un todo, de modo que el
presidente debe estar atento no sólo a la oposición democrática,
sino a los movimientos de la jerarquía del partido bolivariano,
preocupado por la drástica bajada de popularidad del régimen.
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