PARÍS.- Primero hubo la tormenta en torno
al euro, el psicodrama griego y el fantasma de un divorcio entre Londres
y Bruselas. Ahora son los miles de refugiados que llaman a sus puertas.
Estas turbulencias amenazan con sumir a la Unión Europea en una
verdadera crisis "existencial".
Frente a esos desafíos, si los
Estados miembros no superan sus divisiones, el ideal europeo nacido de
las cenizas de la Segunda Guerra Mundial podría quedar malherido,
consideran algunos expertos y responsables políticos.
"Ahora son
el corazón de Europa y el núcleo del proyecto europeo los que están
amenazados", aviso Guy Verhofstadt, el antiguo primer ministro belga,
que lidera el grupo liberal ALDE en el Parlamento Europeo. Para él, el
drama de los refugiados, sin precedentes desde 1945 y que lleva los
países a enfrentarse sobre su reparto y acogida, es "más profundo que la
crisis del euro".
"Creo que es una verdadera prueba, pero también es
una oportunidad para dar un salto adelante", declaró.
Las
crisis sucesivas han vuelto a abrir viejas heridas en la Unión Europea,
compuesta hoy por 28 países y 500 millones de habitantes, que conforman
la primera esfera económica del mundo.
La
crisis de la deuda en la zona euro volvió a poner de manifiesto la
brecha que separa el norte y el sur de Europa. La de los refugiados
muestra hoy las divisiones persistentes entre el este y el oeste.
Esto
da "una terrible imagen de Europa" en el mundo, lamentó el Alto
Comisionado de la ONU para los Refugiados, Antonio Guterres, hace unos
días ante el Parlamento Europeo en Bruselas, criticando también la
"falta de unidad" de la UE.
Los Veintiocho comenzaron a responder
a la afluencia de refugiados de forma descoordinada y varios Estados
restablecieron controles fronterizos para intentar detener su llegada.
Aunque sólo sean medidas temporales, el regreso de esos controles pone
en entredicho uno de los logros más tangibles de la UE: la libertad de
circulación instaurada tras los acuerdos de Schengen.
Entretanto,
aunque Grecia, ahogada por las deudas, consiguió un nuevo plan de
ayuda, los analistas aseguran que perduran algunos problemas subyacentes
del euro.
Sea cual sea el resultado de las elecciones de este
domingo en Grecia, la enorme deuda del país permanecerá en niveles
insoportables, mientras que en Bruselas las conversaciones para
conseguir una mayor unión bancaria siguen en punto muerto.
La
crisis en Ucrania, que lastra las relaciones con la Rusia de Vladimir
Putin y el riesgo de que Reino Unido salga de la UE, tras un referéndum
previsto de aquí a finales de 2017, también ensombrecen el panorama.
"Siempre
pensé que Europa se haría en las crisis, que sería la adición de las
soluciones que se aportarían ante esas crisis", decía el francés Jean
Monnet, uno de los padres de la UE.
Pero hoy parece que esas
crisis paralizan a los gobiernos -preocupados por la presión de los
populismos eurófobos, de extrema derecha y extrema izquierda- y los
llevan a actuar cada uno por su cuenta.
Para Raoul Ruparel,
codirector de Open Europe, un laboratorio de ideas con sede en Londres,
"la confluencia de esas graves crisis existenciales" exigen una reforma
urgente en Bruselas. "Intentar poner todos esos países en el mismo molde
ahondó las divisiones. Lo hemos visto en la zona euro con Grecia y
Alemania, ahora lo vemos con la crisis migratoria, entre el este y el
oeste", explica.
Pero la UE aún no ha alcanzado su punto
de ruptura, asegura Janis Emmanouilidis, del European Policy Center de
Bruselas, convencido de que las décadas de integración europea han
producido un "ADN común".
"Esto podría suponer el final de algunos
elementos de la UE, pero no creo que la propia UE vaya a desaparecer",
opina.
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