PARÍS.- Economistas de todas las
tendencias aconsejan a la Unión Europea abrir sus puertas a los
inmigrantes, alegando que podrían dar un espaldarazo al crecimiento y
que de todos modos no representarán una carga demasiado onerosa.
El
presidente del banco central de Alemania, un país que este año recibirá
a un millón de refugiados, defendió con fervor esa idea.
La
principal potencia económica europea "tendrá que realizar un esfuerzo
considerable para gestionar el flujo de refugiados", admitió el
presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, en una entrevista publicada
este miércoles por el diario Süddeutsche Zeitung.
"Sin embargo,
esta inmigración ofrece también oportunidades que se acrecentarán si
conseguimos integrar a esas personas en la sociedad y en el mercado
laboral", agregó, recordando que "Alemania, por su evolución
demográfica, precisa mano de obra suplementaria para preservar su
prosperidad".
Patrick Artus, un economista con fama de liberal del banco Natixis, considera que el flujo masivo de refugiados le ofrece a Europa una
oportunidad "de honrar su rango de Unión Democrática y de mejorar sus
perspectivas de crecimiento".
Esa aportación podría representar un
aumento del 0,2% del PIB ya desde el segundo semestre de 2015, según
otro banquero, Holger Schmieding, de Berenberg Bank, que hizo sus
cálculos al margen de los estridentes debates políticos y culturales que
agitan el tema.
En la misma línea, la agencia de calificación financiera Standard and Poor's consideró el martes que la llegada de refugiados podría
tener un impacto "ligeramente positivo" en el crecimiento de los países
que los reciben.
No obstante, contrariamente a la idea sugerida
por Weidmann, S&P descarta que los inmigrantes, con su trabajo,
puedan resolver "los futuros problemas de jubilación y de cobertura
médica" de las poblaciones europeas en vías de envejecimiento.
El
autor de 'El capital en el siglo XXI', Thomas Piketty, un economista de
izquierda, preconiza también una política de apertura. "Nuestro
continente puede y debe convertirse en una gran tierra de inmigración
del siglo XXI", escribía Picketty en una columna reciente del diario
Libération.
Para Jean-Christophe Dumont, especialista de
cuestiones de inmigración en la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE), "acoger a los refugiados es una decisión humanitaria
y no puede ser una decisión económica". Sin embargo, así y todo, su
coste se amortiguará "durante muchos años y no es (un asunto) grave".
Los
refugiados de guerra "no prepararon su migración" ni eligieron su
destino. "Sufrieron traumas y les hace falta tiempo para recuperarse. No
se puede esperar que respondan a anuncios de empleo apenas bajan de los
autobuses", explica Dumont.
Que
se trate de refugiados o de inmigrantes por causas "económicas", "todos
los estudios afirman que (las migraciones) tienen efectos de poca
magnitud, tanto sobre el mercado de trabajo como sobre las finanzas
públicas", asegura El Mouhoub Mouhoud, profesor de Economía en la
Universidad París X Dauphine. "No ocurre lo mismo en un país como
Líbano, que en poco años acogió al equivalente de un cuarto de su
población", precisa.
La historiadora Nancy Green, de la Escuela de
Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de París, sostiene que "hay
un lugar para la inmigración tanto en épocas de expansión como de
contracción económica", en sectores que ofrecen "condiciones que los
autóctonos no consideran buenas para sí mismos". Cita como ejemplos las
fábricas textiles en los siglos XIX y XX o los servicios orientados a
las personas en la actualidad.
En sectores que requieren mano de
obra intensiva, la competencia "se da sobre todo entre las diferentes
olas de inmigrantes", en tanto que las poblaciones autóctonas se
orientan hacia empleos mejor retribuidos, según Mouhoud.
"Generalmente,
los inmigrantes son jóvenes, en buen estado de salud y con ganas de
trabajar" y en materia de protección social, "aportan más de lo que
cuestan", destaca Emmanuelle Auriol, de la Toulouse School of Economics.
Además,
los inmigrantes son "cada vez más cualificados, dado que los costes del
viaje son cada vez más prohibitivos y los más pobres no pueden partir.
Cuando decimos que 'no podemos recibir toda la miseria del mundo', nos
engañamos, a pesar de las apariencias", afirma Mouhoud.
Los
recién llegados quieren "ofrecer una vida mejor a sus hijos, trabajar" y
no ser dependientes de las ayudas sociales, coincide Dumont, de la
OCDE. Así se explica, añade, la atracción que ejerce Alemania, "visto
como un país de oportunidades", contrariamente a Francia, pese a que los
dos países tienen sistemas de protección social equivalentes.
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