jueves, 3 de septiembre de 2015

Canadá debe redescubrir cuál es su rol en el mundo

Por lo general, los gobiernos prefieren enfrentar reelecciones cuando la economía se está expandiendo. Stephen Harper, el primer ministro conservador de Canadá, que llamó a elecciones generales para el 19 de octubre, no se podrá dar ese lujo. Datos publicados el lunes muestran que la economía canadiense lleva en el primer semestre de 2015 dos trimestres consecutivos de contracción, que es la definición técnica de recesión.

Hasta con una economía en crecimiento, la meta de Harper igual sería ambiciosa: quiere ser el primer ministro de la historia de Canadá en ganar un cuarto mandato consecutivo. Sin embargo, sus dos principales rivales -Tom Mulcair, líder del partido insurgente
Nueva Democracia (NDP), y Justin Trudeau, líder del Partido Liberal- sufren de manifiesta debilidad. El electorado canadiense enfrenta un dilema habitual en otras democracias: los oficialistas quizás no caigan bien pero las alternativas son muy poco atractivas.

Lo mejor que se puede decir de Harper es que todavía tiene que exponer un argumento convincente para quedarse en el poder. A Canadá se lo ha elogiado mucho por haber evitado lo peor de la crisis de 2008 gracias a su inclinación por regular con firmeza la actividad bancaria. Pero el gobierno de Harper no pudo construir sobre esa buena suerte. 

El crecimiento de la economía canadiense desde entonces se vio mayormente impulsada por el auge global de los commodities, que le brindaron grandes ganancias a sus sectores de gas, petróleo y minería. En las últimos 12 meses eso se revirtió. La resultante caída de su moneda, que se depreció casi 20% contra el dólar estadounidense desde 2014, no estimuló el crecimiento de las exportaciones. El sector automotor canadiense, que en su momento fue fuerte, está sufriendo las consecuencias. Irónicamente, lo único que evita que el país entre en una recesión a gran escala es una burbuja inmobiliaria al estilo norteamericano.

Harper ofrece pocas ideas nuevas para corregir las debilidades estructurales de Canadá. Pero a ninguno de sus rivales les va mucho mejor. De muchas maneras, el NDP de Mulcair es la respuesta al populismo que sacude otras naciones occidentales. Ese partido sorprendió a los canadienses este año cuando ganó elecciones provinciales en Alberta, un ex bastión de los conservadores que alberga la mayoría de las vastas reservas de arenas bituminosas del país.

Mulcair está a favor de recuperar el liderazgo de Canadá en cuestiones de calentamiento global. Sin embargo, sus planes económicos son confusos. También hay persistentes dudas sobre si Trudeau tiene capacidad suficiente para conducir Canadá. Pese a ser buen mozo y tener buen pedigrí -muchos veían a su padre Pierre Trudeau como el mejor líder moderno de Canadá- no logró presentar un plan coherente para reactivar el crecimiento económico. 

Cualquiera sea el resultado, el próximo gobierno de Canadá debe reparar la posición que ocupa el país en el mundo. Harper retiró a Canadá del acuerdo de Kioto sobre cambio climático y puso fin a su liderazgo en operaciones de paz multinacionales. Si se mantiene en el cargo, probablemente eso no cambie. Sin embargo, ninguno de sus rivales explicó en detalle un rol global convincente para Canadá. Hasta ahora nadie se merece ganar las elecciones de Canadá. Tienen siete semanas para dar un vuelco. 

(Editorial de The Financial Times)

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