PARÍS.- China promete reformas y llevar a
cabo fusiones e incluso cierres de sus atrofiadas empresas estatales
para dinamizar su economía, pero los analistas suelen mostrarse
escépticos y afirman que esa transición puede ser una tarea de muchos
años.
La acumulación de malos datos sobre la segunda economía
mundial viene provocando sudores fríos en el mundo y confirman a diario
la pérdida de fuste de la producción industrial y de las inversiones
públicas en obras de infraestructura.
El Partido Comunista Chino
(PCC) anunció el domingo un plan que apunta a aflojar su control sobre
las 150.000 empresas estatales, con el objetivo de dinamizar y hacer más
competitivos conglomerados que "dormitan", indicó la agencia oficial
Xinhua.
Zhang Xiwu, vicedirector del ente supervisor de unas 110
empresas directamente administradas por el gobierno central, dijo el
lunes que el programa, divulgado el domingo, preveía "sanear un grupo de
empresas estatales y lanzarlas al mercado".
"Pondremos más empeño en
reformar las 'empresas zombis', las empresas que operan con pérdidas
desde hace mucho tiempo y las que tienen activos de escasa o de ninguna
rentabilidad", indicó.
Pero la 'Guía para profundizar la reforma
de las empresas estatales' se abstiene de precisar cualquier medida
específica de ese plan o las empresas a las cuales se aplicará. Tampoco
llega a incluir privatizaciones totales entre sus posibles recetas,
preconizando en cambio la fórmula de las fusiones o de la propiedad
mixta público-privada, apuntan los analistas.
Según Claire Huang,
economista de la filial del banco Société Générale en Hong Kong, "las
nuevas fusiones y adquisiciones de activos de empresas estatales
probablemente conduzcan a formar empresas estatales más grandes y
poderosas". Por eso, la experta descarta que las últimas directivas del
PCC tengan "un impacto positivo inmediato en la economía".
"El objetivo
de la 'Guía' sobre las reformas es mejorar la eficiencia de las empresas
estatales y puede llevar un buen tiempo alcanzarlo", sostiene Claire
Huang.
China recortó la semana
pasada en una décima, al 7,3%, su estimación de crecimiento en 2014. La
cifra sigue siendo elevadísima en comparación con el resto del mundo,
pero para el gigante asiático, que hasta hace poco ostentaba tasas de
dos dígitos, es la más baja en casi un cuarto de siglo.
Pekín
asegura que esa desaceleración no es más que una señal de la
"normalización" de su economía, en plena transición entre un modelo
basado en las exportaciones y las inversiones estatales y otro basado en
la demanda interna. Pero los inversores están aturdidos por la sucesión
de datos desalentadores que han sacudido los mercados mundiales y
generan dudas sobre la capacidad del PCC de llevar a buen puerto la
transición. Si las autoridades esperaban apaciguar a los inversores con
su plan, debieron sentirse frustradas, dado que el índice de los
principales valores de Shanghái empezó la semana con dos nuevas fuertes
caídas, del 2,67% el lunes y del 3,52%, el martes.
Los analistas
alegan que las nuevas directivas del PCC carecían de medidas vigorosas
que abriesen nuevas perspectivas y que no contenían nada realmente
novedoso. "Las directivas ya se hallaban dentro de las expectativas del
mercado", dijo el economista Ma Xiaoping, del banco HSBC en
Pekín. "Muchas empresas estatales ya se hallan en proceso de fusión y de
búsqueda de capitales privados" agregó.
Dos firmas de
construcción, China Railway Group y China Railway Erju, suspendieron el
lunes su cotización en bolsa, alentando las conjeturas sobre su fusión.
El
gobierno, además, no se muestra dispuesto a desprenderse totalmente de
empresas en sectores clave, relacionadas con la "seguridad nacional" o
la "seguridad económica", como recordó recientemente el vicepresidente
de la Comisión de Desarollo Nacional y de la Reforma, Lian Weiliang.
"Las
reformas tendrán un impacto a largo plazo, pero a corto lazo, su
impacto económico será limitado", sostuvo por su lado Liu Xuezhi,
analista del Banco de las Comunicaciones, en unas declaraciones.
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