ROMA.- Más del 70 por ciento de la inseguridad alimentaria en el mundo se
concentra en las zonas rurales de los países pobres y en desarrollo,
afirmó hoy el director general de la (FAO), José Graziano da Silva.
En su columna de opinión sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible,
el líder de ese organismo internacional consideró que una de las
soluciones de esa situación es reconocer y apoyar el papel que la
agricultura familiar a pequeña escala puede desempeñar para eliminar el
hambre.
A fin de lograr ese objetivo se necesitan políticas públicas que desarrollen las capacidades de las personas, apoyen la producción, faciliten el acceso al crédito financiero, la tecnología y otros servicios y promuevan la cooperación internacional, sostuvo.
Según el Director General de la FAO, para erradicar el hambre y la pobreza hay que empezar por ir más allá de hacer frente a situaciones de emergencia cuando se producen, y en su lugar dirigir los esfuerzos a hacer frente a las condiciones que las causan.
El costo del fracaso está claro: si prevalece el enfoque de negocio como el que ha habido hasta ahora, en 2030 todavía tendremos 650 millones de personas que padecerán hambre, argumentó.
Hemos estimado, dijo, que a fin de acabar con el hambre para el año 2030 se requiere una combinación de inversiones en protección social, agricultura y desarrollo rural de unos 267 mil millones de dólares, lo cual significa, agregó, alrededor de 160 dólares al año por cada hambriento.
Esto es más o menos el precio de un teléfono celular, ejemplificó Graziano da Silva, quien explicó que se trata de una cantidad relativamente pequeña a pagar con el fin de liberar al mundo del flagelo del hambre y de hacerlo durante nuestras vidas.
A su juicio, la solución está en el problema pues a medida que la riqueza sigue ganando distancia a la justicia, la supervivencia depende más y más del imperativo de la cooperación.
O construimos un futuro para todos, o no habrá futuro aceptable para nadie. Cualquier duda al respecto palidece ante el éxodo que estamos presenciando, donde los refugiados arriesgan sus vidas en un intento desesperado por encontrar una vida mejor en otro lugar, concluyó.
A fin de lograr ese objetivo se necesitan políticas públicas que desarrollen las capacidades de las personas, apoyen la producción, faciliten el acceso al crédito financiero, la tecnología y otros servicios y promuevan la cooperación internacional, sostuvo.
Según el Director General de la FAO, para erradicar el hambre y la pobreza hay que empezar por ir más allá de hacer frente a situaciones de emergencia cuando se producen, y en su lugar dirigir los esfuerzos a hacer frente a las condiciones que las causan.
El costo del fracaso está claro: si prevalece el enfoque de negocio como el que ha habido hasta ahora, en 2030 todavía tendremos 650 millones de personas que padecerán hambre, argumentó.
Hemos estimado, dijo, que a fin de acabar con el hambre para el año 2030 se requiere una combinación de inversiones en protección social, agricultura y desarrollo rural de unos 267 mil millones de dólares, lo cual significa, agregó, alrededor de 160 dólares al año por cada hambriento.
Esto es más o menos el precio de un teléfono celular, ejemplificó Graziano da Silva, quien explicó que se trata de una cantidad relativamente pequeña a pagar con el fin de liberar al mundo del flagelo del hambre y de hacerlo durante nuestras vidas.
A su juicio, la solución está en el problema pues a medida que la riqueza sigue ganando distancia a la justicia, la supervivencia depende más y más del imperativo de la cooperación.
O construimos un futuro para todos, o no habrá futuro aceptable para nadie. Cualquier duda al respecto palidece ante el éxodo que estamos presenciando, donde los refugiados arriesgan sus vidas en un intento desesperado por encontrar una vida mejor en otro lugar, concluyó.
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