WASHINGTON.- La Reserva Federal
(Fed) de EEUU se plegó esta semana ante las dudas del nuevo escenario
económico global, con China mostrando sorprendentes síntomas de
debilidad, y decidió aplazar el inicio del ajuste monetario en un gesto
que añade sombras a una recuperación que nunca parece consolidarse.
Después de meses preparando a los mercados sobre la inminencia del
alza de tipos de interés de referencia en EEUU, la primera desde 2006,
la Fed optó por no mover ficha y dejar los tipos en los niveles actuales
de entre el 0 % y el 0,25 %, donde llevan desde 2008.
De hecho, en su comunicado sobre política monetaria a la conclusión
de la reunión de dos días del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC),
el banco central estadounidense mencionó específicamente que "los
acontecimientos globales económicos y financieros pueden frenar de algún
modo la actividad económica y probablemente pongan mayores presiones a
la baja sobre la inflación en el corto plazo".
La presidenta de la Fed, Janet Yellen, fue aún más lejos al apuntar directamente al gigante asiático.
"Nos hemos concentrado principalmente en China y los mercados
emergentes (...). Los acontecimientos vistos en los mercados financieros
en agosto reflejaron preocupación sobre riesgos a la baja en la
actividad económica de China, y la destreza con la que las autoridades
han encarado estas preocupaciones", dijo Yellen en la rueda de prensa
posterior a la publicación del comunicado.
Para Jacob Kirkegaard, investigador del centro de estudios Peterson
Institute for International Economics de Washington, los temores de la
Fed no se centran solo en China, sino en sus efectos en el resto de los
mercados emergentes.
"Nadie cree realmente que China vaya a sufrir una gran crisis, pero,
incluso si no lo hace, las importaciones de materias primas bajarán
notablemente, lo que dañará en gran medida a los mercados emergentes,
que en los últimos años no han adoptado reformas y han vivido
exclusivamente de los altos ingresos de las exportaciones a China",
aseguró a Efe.
Por tanto, agregó Kirkegaard, "China cuenta con significativas
implicaciones para la economía global, aunque por sí misma no vaya a
entrar en una crisis real".
En este contexto, no ha sido suficiente que los últimos datos
macroeconómicos en EEUU hayan apuntalado la confianza en la mejoría de
la economía nacional, con una tasa de desempleo del 5,1 % próxima al
pleno empleo y una expansión de la actividad económica a una tasa
anualizada del 3,7 % en el segundo trimestre del año.
Yellen insistió en las buenas perspectivas para la economía
estadounidense, impulsada por el gasto de los consumidores, que supone
casi dos tercios del producto interior bruto, pero matizó que es
"necesario algo más de tiempo" para garantizar que la tendencia no ha
cambiado al justificar mantener el precio del dinero en torno al 0%.
Coincidió con esta postura Larry Summers, ex secretario del Tesoro y
profesor de Harvard, al señalar que "no es el momento de aplicar el
freno" a la política monetaria en EEUU "hasta que no veamos claramente
los ojos de la inflación", en un artículo publicado en el diario "The
Washington Post".
Por su parte, los principales mercados internacionales se mostraron
en desacuerdo y no recibieron con buenos ojos la decisión de la Fed,
cerrando la jornada del viernes con pérdidas generalizadas.
En la Bolsa de Wall Street, el Dow Jones de Industriales, su
principal indicador, registró una caída del 1,74 %, mientras al otro
lado del Atlántico siguieron la misma tendencia Fráncfort, que cayó un
3,06 %; París, un 2,56 %; Madrid, un 2,57 %, y Londres, un 1,34 %.
El siguiente capítulo del drama monetario, "la decisión más relevante
de la Fed en años", en palabras de Summers, tendrá lugar en la reunión
del banco central que se celebrará el 27 y 28 de octubre.
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