PEKÍN.- El rápido
crecimiento de China en las pasadas décadas ha dejado a una generación
de jóvenes que se criaron alejados de sus padres, quienes se marcharon a
buscar el Dorado a ciudades más boyantes, y que hoy piden que se
busquen soluciones a una situación que no ha mejorado.
Sólo tenía tres días de vida cuando sus padres la dejaron con su
abuela materna y se fueron a trabajar a Dongguan, la ciudad meridional
del país asiático conocida como "la fábrica del mundo". Yang Yingmei,
estudiante de repostería de 23 años, no ha vivido nunca con ellos.
"Yo entendía y entiendo muy bien por qué tomaron esa decisión, y
nunca les he juzgado por ello. Al contrario", dice la joven, que
pasó épocas viviendo con su abuela, una niñera y dos tías en su Sichuan
natal (oeste), una de las provincias más depauperadas de China.
Como Yang, decenas de millones de niños crecieron apartados de sus
progenitores cuando el país impulsó las primeras reformas a finales de
1970, ofreciendo nuevas oportunidades de empleo, y la economía china
comenzó a resurgir tras años de escasez.
Un fenómeno que logró sacar a unos 400 millones de personas de la
pobreza, pero que llegó incluso a empeorar la enorme brecha entre ricos y
pobres en la potencia asiática, aún hoy entre los países con un mayor
índice de desigualdad del mundo.
En parte por ello, todavía existen en China casi 70 millones de
menores separados de sus padres, alrededor del 30 % del total de la
población infantil, los definidos como "left behind children" ("niños
dejados atrás"), término que engloba tanto a los que están con uno de
sus progenitores como a los que viven sin los dos.
La inmensa mayoría, unos 61 millones, se encuentran en las zonas
rurales, y casi la mitad no vive con ninguno de los padres, según
UNICEF, que también indica que el número de estos casos aumentó de forma
significativa entre el 2000 y el 2010.
A sus 24 años, Zhu Zicheng, procedente de la provincia de Henan
(centro), ha pasado gran parte de su vida sin ninguno de sus padres,
quienes se marcharon a buscar mejor fortuna "para ser capaces de pagarme
los estudios sin pedir dinero a familiares", dice.
Estudiante de Comunicación en la universidad, el joven subraya que
"en los pueblos menos desarrollados no se gana suficiente para sufragar
los gastos de los hijos".
Según un estudio publicado en 2013 por el Centro para los Derechos de
los Niños y la Corporación para la Responsabilidad Corporativa (CCR y
CSR), los principales motivos que los padres argumentan para dejar atrás
a los niños son la falta de tiempo para cuidarles, la imposibilidad de
cubrir los costes básicos o no saber si tendrán acceso a los servicios
sociales en el nuevo destino.
Se trata de una de las consecuencias del "hukou", el polémico sistema
de residencia establecido en la década de 1950 para evitar la
inmigración rural a las ciudades, y que impide acceder a ciertos
servicios, como la educación o la sanidad, fuera de la provincia en la
que se esté registrado.
Aunque el Gobierno chino lleva tiempo abogando por relajar las
restricciones, para así impulsar la urbanización del país y robustecer a
la clase media, los cambios llegan a cuentagotas.
Mientras Zhu lamenta los efectos de medidas como el "hukou" en su
vida, Yang asegura que su experiencia "ha influido en mi forma de
ser... No suelo pedir cariño, aunque me preocupo por los demás, prefiero
no expresarlo".
Zhang Yiqiong, también estudiante universitaria, ve en cambio el lado
positivo: "como nos reuníamos un tiempo limitado, siempre me daban
regalos modernos y me traían ropa bonita que otros niños no tenían, por
lo que me sentía muy orgullosa".
No obstante, vigilar que los menores que viven en zonas muy remotas
estén bien atendidos "es un gran reto", dice Shantha Bloemen, jefa
de comunicación de UNICEF en China.
Apunta que, aunque "en asuntos sociales el Gobierno chino está siendo
mucho más activo" a través del Ministerio de Asuntos Civiles, cuya
labor es también la de coordinar a las ONG locales y extranjeras, "aún
hay un largo camino por recorrer".
"Todas las partes tienen que esforzarse para cambiar este fenómeno",
señala Zhu, una situación que Yang también quiere ver "modificarse poco a
poco", e incluso la optimista Zhang: "claro que quiero que esto
cambie", admite.
De momento, Zhu se anima con que "gracias al transporte y a la
tecnología, ahora resulta mucho más fácil que los niños contacten con
los padres".
A falta de otras opciones, sugiere el joven, qué mejor que una "webcam".
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