SIDNEY.- Australia es el más árido de los continentes habitados, y es probable
que experimente más consecuencias adversas del calentamiento global que
el resto del mundo. Las sequías, inundaciones, olas de calor e incendios forestales ya
afectan el medio ambiente y la economía del país, perjudicando aun más a
la población indígena y a los más vulnerables que viven en localidades
remotas e insulares.
“Las islas Cocos, en el estrecho de Torres, sufren la amenaza de la
subida del nivel del mar. La cultura y el patrimonio (de la población
indígena) están ligados a la isla y no tendrían a dónde ir. También
vemos aumentos en las muertes relacionadas con el calor”, observó Kellie
Caught, directora de cambio climático del Fondo Mundial para la Naturaleza-Australia.
Las muertes por el calor se duplicarán en los próximos 40 años en las
ciudades australianas, y el nivel del mar seguirá subiendo este siglo
más rápidamente que en 40 años precedentes, según la organización
independiente Climate Council.
Para apoyar el desarrollo sostenible de las tierras indígenas
mediante la combinación de las prácticas tradicionales y las necesidades
empresariales, el guardaparques RowanFoley puso en marcha el Fondo de Carbono Aborigen, una empresa sin fines de lucro, en colaboración con Caritas Australia, hace cinco años.
Durante miles de años, los pueblos indígenas gestionaron la tierra en
las regiones de sabana del norte tropical australiano, provocando
pequeños incendios en el invierno. Eso evita que los incendios sin
control destruyan la tierra y también reduce la cantidad de dióxido de
carbono que producen los incendios forestales en la atmósfera.
El Fondo puso en marcha un programa por el que los productores
realizan agricultura de carbono, lo que les permite obtener créditos de
carbono mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto
invernadero, o capturar el carbono en la vegetación y los suelos.
Estos créditos se venden a organizaciones y empresas que deseen
compensar sus propias emisiones. El pago por los créditos de carbono
ayuda a crear medios de vida sostenibles en comunidades remotas.
“La agricultura de carbono es una agroindustria y necesitamos con
urgencia un paquete de desarrollo para apoyar a esta industria”, dice
Foley, director general del Fondo.
Organizaciones de la sociedad civil aseguran que, al ser uno de los
países más soleados y ventosos del mundo, Australia tiene un enorme
potencial para la energía solar y eólica.
Pero el gobierno de coalición de los partidos Liberal y Nacional
redujo las metas de energía renovable del país y derogó impuestos sobre
el dióxido de carbono y la minería.
“Nuestro gobierno llegó al extremo de derogar o debilitar la política
climática y de energía limpia”, aseguró Tom Swann, investigador de la
organización independiente The Australia Institute.
“Si Australia prospera en sus planes de duplicar las exportaciones en
los próximos 10 años, el mundo perderá… en el combate al cambio
climático”, advirtió.
“Más minas de carbón significan precios de carbón inferiores, menos energía renovable y más impactos climáticos”, añadió.
“De hecho, el cumplimiento de la meta (del aumento máximo de la
temperatura mundial) a dos grados centígrados (Celsius) implica que 95
por ciento del carbón de Australia debe permanecer en el suelo, pero el
primer ministro Tony Abbott dice que no se le ocurren ‘cosas más
perjudiciales para nuestro futuro’”, afirmó el activista.
El carbón es la segunda mayor exportación de Australia y este año las
ventas al exterior generarán 253.000 millones de dólares en ingresos,
según el Departamento de Industria y Ciencia.
Australia exporta un 80 por ciento del carbón que extrae y cubre el 75 por
ciento de las necesidades de electricidad del país con la quema de ese
mineral.
“Necesitamos nuevas medidas para pasar del carbón sucio a la energía
renovable, incluyendo el compromiso… de tener al menos 50 por ciento de
energía renovable para 2030”, exhortó Cassandra Goldie, directora del
independiente Consejo Australiano de Servicio Social.
Australia tiene como meta reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero entre 26 y 28 por ciento de los niveles de 2005 para 2030.
Esa meta es “lamentablemente insuficiente y no es coherente con el
límite del calentamiento por debajo de los dos grados centígrados. Si
todos los países equipararan sus objetivos con el de Australia el mundo
estaría encaminado a un calentamiento de 3 a 4 grados”, sostuvo Caught,
de WWF.
Estados Unidos y la Unión Europea reducirán sus emisiones
aproximadamente 2,8 por ciento al año, mientras que la propuesta de
Australia equivale a una reducción de 1,8 por ciento, según el Instituto de Recursos Mundiales.
Grupos ambientalistas argumentan que Australia puede transformarse en una economía con bajas emisiones de carbono.
“La meta proyectada por el gobierno para 2030 se estima que reducirá
el crecimiento del producto interno bruto (PIB) de 0,2 a 0,3 por ciento
en los próximos 15 años”, explicó Caught a IPS.
“Con una meta de 45 por ciento, el crecimiento solo se reduciría de
0,5 a 0,7 por ciento en el mismo lapso. Nuestro PIB compensaría esa
pequeña diferencia… en apenas unos meses”, sostuvo.
A las organizaciones civiles les preocupa que el aumento del nivel
del mar afecte especialmente a quienes padecen pobreza e inequidad al
inundar las zonas costeras, lo que reducirá el rendimiento de los
cultivos y obligará a la migración de millones de personas que tendrían
una menor capacidad de adaptación.
“La meta de Australia no refleja reconocimiento alguno de que
nuestros pueblos indígenas y vecinos insulares del Pacífico ya están
sintiendo las consecuencias, ni el sentido de urgencia que embarga a
muchas de estas comunidades”, según Negaya Chorley, de Caritas
Australia.
“Ante esta negación, nuestro gobierno no está para nada preparado
para acoger y apoyar a comunidades enteras que se ven obligados a
emigrar debido al impacto del cambio climático”, subrayó.
Australia genera 26,6 de toneladas de emisiones por habitante
equivalentes a dióxido de carbono y contribuye con 1,3 por ciento de las
emisiones del planeta, según datos de 2011 del WRI, aunque tiene una
población relativamente pequeña de 23,8 millones de personas.
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