jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Quiénes padecen la política climática de Australia?

SIDNEY.- Australia es el más árido de los continentes habitados, y es probable que experimente más consecuencias adversas del calentamiento global que el resto del mundo. Las sequías, inundaciones, olas de calor e incendios forestales ya afectan el medio ambiente y la economía del país, perjudicando aun más a la población indígena y a los más vulnerables que viven en localidades remotas e insulares.

“Las islas Cocos, en el estrecho de Torres, sufren la amenaza de la subida del nivel del mar. La cultura y el patrimonio (de la población indígena) están ligados a la isla y no tendrían a dónde ir. También vemos aumentos en las muertes relacionadas con el calor”, observó Kellie Caught, directora de cambio climático del Fondo Mundial para la Naturaleza-Australia.
Las muertes por el calor se duplicarán en los próximos 40 años en las ciudades australianas, y el nivel del mar seguirá subiendo este siglo más rápidamente que en 40 años precedentes, según la organización independiente Climate Council.
Para apoyar el desarrollo sostenible de las tierras indígenas mediante la combinación de las prácticas tradicionales y las necesidades empresariales, el guardaparques RowanFoley puso en marcha el Fondo de Carbono Aborigen, una empresa sin fines de lucro, en colaboración con Caritas Australia, hace cinco años.
Durante miles de años, los pueblos indígenas gestionaron la tierra en las regiones de sabana del norte tropical australiano, provocando pequeños incendios en el invierno. Eso evita que los incendios sin control destruyan la tierra y también reduce la cantidad de dióxido de carbono que producen los incendios forestales en la atmósfera.
El Fondo puso en marcha un programa por el que los productores realizan agricultura de carbono, lo que les permite obtener créditos de carbono mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, o capturar el carbono en la vegetación y los suelos.
Estos créditos se venden a organizaciones y empresas que deseen compensar sus propias emisiones. El pago por los créditos de carbono ayuda a crear medios de vida sostenibles en comunidades remotas.
“La agricultura de carbono es una agroindustria y necesitamos con urgencia un paquete de desarrollo para apoyar a esta industria”, dice Foley, director general del Fondo.
Organizaciones de la sociedad civil aseguran que, al ser uno de los países más soleados y ventosos del mundo, Australia tiene un enorme potencial para la energía solar y eólica.
Pero el gobierno de coalición de los partidos Liberal y Nacional redujo las metas de energía renovable del país y derogó impuestos sobre el dióxido de carbono y la minería.
“Nuestro gobierno llegó al extremo de derogar o debilitar la política climática y de energía limpia”, aseguró Tom Swann, investigador de la organización independiente The Australia Institute.
“Si Australia prospera en sus planes de duplicar las exportaciones en los próximos 10 años, el mundo perderá… en el combate al cambio climático”, advirtió.
“Más minas de carbón significan precios de carbón inferiores, menos energía renovable y más impactos climáticos”, añadió.
“De hecho, el cumplimiento de la meta (del aumento máximo de la temperatura mundial) a dos grados centígrados (Celsius) implica que 95 por ciento del carbón de Australia debe permanecer en el suelo, pero el primer ministro Tony Abbott dice que no se le ocurren ‘cosas más perjudiciales para nuestro futuro’”, afirmó el activista.
El carbón es la segunda mayor exportación de Australia y este año las ventas al exterior generarán 253.000 millones de dólares en ingresos, según el Departamento de Industria y Ciencia.
Australia exporta un 80 por ciento del carbón que extrae y cubre el 75 por ciento de las necesidades de electricidad del país con la quema de ese mineral.
“Necesitamos nuevas medidas para pasar del carbón sucio a la energía renovable, incluyendo el compromiso… de tener al menos 50 por ciento de energía renovable para 2030”, exhortó Cassandra Goldie, directora del independiente Consejo Australiano de Servicio Social.
Australia tiene como meta reducir las emisiones de gases de efecto invernadero entre 26 y 28 por ciento de los niveles de 2005 para 2030.
Esa meta es “lamentablemente insuficiente y no es coherente con el límite del calentamiento por debajo de los dos grados centígrados. Si todos los países equipararan sus objetivos con el de Australia el mundo estaría encaminado a un calentamiento de 3 a 4 grados”, sostuvo Caught, de WWF.
Estados Unidos y la Unión Europea reducirán sus emisiones aproximadamente 2,8 por ciento al año, mientras que la propuesta de Australia equivale a una reducción de 1,8 por ciento, según el Instituto de Recursos Mundiales.
Grupos ambientalistas argumentan que Australia puede transformarse en una economía con bajas emisiones de carbono.
“La meta proyectada por el gobierno para 2030 se estima que reducirá el crecimiento del producto interno bruto (PIB) de 0,2 a 0,3 por ciento en los próximos 15 años”, explicó Caught a IPS.
“Con una meta de 45 por ciento, el crecimiento solo se reduciría de 0,5 a 0,7 por ciento en el mismo lapso. Nuestro PIB compensaría esa pequeña diferencia… en apenas unos meses”, sostuvo.
A las organizaciones civiles les preocupa que el aumento del nivel del mar afecte especialmente a quienes padecen pobreza e inequidad al inundar las zonas costeras, lo que reducirá el rendimiento de los cultivos y obligará a la migración de millones de personas que tendrían una menor capacidad de adaptación.
“La meta de Australia no refleja reconocimiento alguno de que nuestros pueblos indígenas y vecinos insulares del Pacífico ya están sintiendo las consecuencias, ni el sentido de urgencia que embarga a muchas de estas comunidades”, según Negaya Chorley, de Caritas Australia.
“Ante esta negación, nuestro gobierno no está para nada preparado para acoger y apoyar a comunidades enteras que se ven obligados a emigrar debido al impacto del cambio climático”, subrayó.
Australia genera 26,6 de toneladas de emisiones por habitante equivalentes a dióxido de carbono y contribuye con 1,3 por ciento de las emisiones del planeta, según datos de 2011 del WRI, aunque tiene una población relativamente pequeña de 23,8 millones de personas.

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