jueves, 8 de octubre de 2015

Panamá, una economía que crece gracias al Canal

PANAMÁ.- La paternidad del elevado y constante crecimiento económico panameño se la disputan hoy los últimos gobiernos, sin mirar a sus orígenes: el rescate de la soberanía sobre el Canal de Panamá logrado por Omar Torrijos Herrera. Cuando la Comisión Económica para América Latina y el Caribe anuncia recesión regional, la nación itsmeña exhibe un pronóstico de seis por ciento de crecimiento, y se consolida como la de mayor tasa del continente, comportamiento que se extenderá hasta 2016.

En el Índice de Competitividad Global 2015-2016, presentado recientemente, el país ocupa el segundo lugar de Latinoamérica, detrás de Chile, y el número 50 entre 140 economías evaluadas en el orbe.

El informe del Foro Económico Mundial señala que Panamá sigue como líder en infraestructura portuaria y aeroportuaria, y se encuentra entre las 10 mejores del mundo, gracias al hub logístico que se fortalece con la ampliación del Canal de Panamá y la expansión del Aeropuerto Internacional de Tocumen.

No se puede desestimar que, a pesar de los escándalos de lavado de dinero y condiciones de paraíso fiscal de la que acusan al sistema bancario e impositivo, el Distrito Financiero Internacional es un robusto y sofisticado mercado financiero valorado entre los 15 mejores del planeta, según la fuente.

El país se posiciona también en el décimo puesto por la captación de Inversión Extranjera Directa, y de hecho las mayores obras de infraestructura como la ampliación del Canal, el Metro capitalino, puertos, viales y centrales eléctricas, tienen un fuerte componente de capital foráneo, aunque sea un contratista público.

Y es que en el modelo neoliberal que aplica el Istmo, donde "libre empresa y mercado" es una consigna permanente junto a la "iniciativa privada", facilita las condiciones para la afluencia de transnacionales sedientas de ganancias con prebendas fiscales y mano de obra barata, reflejo del llamado "Singapur de las Américas".

De ello dan fe las protestas que se reportan desde varios puntos de la nación, que muchas veces tienen como denominador común el abuso de alguna entidad privada o funcionario público que las favoreció.

Frente a los envidiables indicadores económicos, Panamá no puede disimular la inequidad, con una pobreza de cerca del 40 por ciento en una población de poco más de 3,8 millones de habitantes, de los cuales el 16 por ciento califican en la indigencia.

Los índices de salud y educación son la antítesis de los macroeconómicos, mientras la calidad de ambos servicios en el sector público, contrastan con las prestaciones de los mismos en el privado.

Ayer la emblemática y pública Universidad de Panamá cumplió 80 años de creada, y exhibe un pliego de demandas insatisfechas, calificadas por uno de sus académicos como propósitos de la "neoprivatización" de la educación como un servicio más, bajo el credo neoliberal del "achicamiento" del Estado.

"El gobierno panameño tiene como prioridad mejorar los indicadores con impacto a largo plazo como la calidad de la educación y formación de mano de obra calificada para ocupar las plazas de trabajo que el mercado demanda", señaló a los periodistas el Secretario de Competitividad, Miguel Ángel Esbrí.

Esta administración ha incluido dentro de las líneas de acción establecidas en el Plan Estratégico de Gobierno 2015-2019, los proyectos de Panamá Bilingüe, Mi Escuela Primero y los Institutos Superiores Especializados, dijo.

El propósito es garantizar el aprendizaje de carreras con demanda laboral en los sectores de la industria y la transformación del modelo de educación superior técnica, reconoció Esbrí.

Aquel sueño del general Torrijos de generar riquezas para todos y lograr un crecimiento con equidad e igualdad, fue truncado con la invasión estadounidense de 1989, la cual facilitó que los viejos poderes oligárquicos junto a los nuevos grupos económicos emergentes, tomaran el control absoluto.

Así piensa el profesor Rubiel Cajar, quien aseveró que el proceso post-invasión sirvió para que el país derivara en una plutocracia, donde surgen leyes para beneficio de los grupos empresariales.

La anulación del nivel de rebeldía y pensamiento crítico de los estudiantes es, a criterio de Cajar, otro de los objetivos que busca privilegiar la enseñanza técnica por encima de las humanísticas, porque neutraliza así las corrientes con matices nacionalistas y populares.

Y en ese entramado de males campea por su respeto la corrupción, al decir del académico, quien augura una crisis social de grandes proporciones, que por estos tiempos se asoma con las múltiples protestas sociales; pero piensa Cajar que lo peor aún está por venir.

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