PEKÍN.- La construcción de una gigantesca
usina de extracción de hidrocarburos a partir de carbón en Changzhi
(norte), que va a emitir importantes volúmenes de CO2 en un cielo ya
oscurecido por la contaminación, ilustra la dependencia de China de la
energía fósil.
A pesar de no haber recibido la aprobación del
ministerio de Medioambiente, los constructores de la planta para la
licuefacción de carbón siguieron adelante con la obra, en la que
invirtieron miles de millones de dólares.
A través del esmog de
Changzhi, en la provincia de Shanzi, gran productora de carbón, se
vislumbran las grandes chimeneas de la gigantesca planta.
China es
el primer contaminador del planeta y su compromiso de reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero será crucial para la
conferencia de París sobre el clima (COP21).
En 2009, algunos observadores habían achacado a las reticencias chinas el fracaso de la conferencia de Copenhague.
Enfrentada
a una desaceleración de su economía y a recurrentes episodios de
"airepocalipsis" (niebla contaminante), China da ahora muestras de buena
voluntad y elogia el "crecimiento verde".
China prometió que alcanzará su máximo de emisiones de CO2 en 2030, y que luego éstas empezarán a disminuir.
En 2013, las emisiones chinas representaban entre 9.000 y 10.000 millones de toneladas, casi el doble de las de Estados Unidos.
China, principal productor y consumidor de carbón del mundo, admitió recientemente que había infravalorado su consumo de carbón.
En
los últimos años, quemó centenares de millones de toneladas más de
carbón de lo que decían las estadísticas, lo que complica todavía más
los cálculos de reducción.
Algunos expertos consideran que las emisiones por habitante de China superan ya las de la Unión Europea.
El
gobierno chino, que insiste en diferenciar la "responsabilidad
histórica" entre países occidentales y países en desarrollo, no
anunciará un nuevo objetivo en París, señaló Alvin Lin, de la ONG
estadounidense Natural Resources Defense Council.
Sin embargo,
agregó, el gobierno "reconoce la importancia de adoptar medidas que
demuestren que asume su parte en la lucha contra el cambio climático".
Eso en consonancia con "los esfuerzos para domar la contaminación".
"Las energía renovables van a desarrollarse a un ritmo exponencial", afirma Lin.
Las
centrales hidroeléctricas cubrían en 2014 casi una quinta parte de la
producción eléctrica china, mientras que la solar y la eólica
representaban un 3%.
El sector nuclear alcanzaba apenas 2%, pero conoce un rápido desarrollo.
No
obstante, China sigue dependiendo de las energías fósiles: más del 70%
de la electricidad se produce a partir del carbón. En 2013, consumió
4.200 millones de toneladas de este mineral.
Según la ONG
Greenpeace, las autoridades chinas aprobaron este año la construcción de
155 nuevas centrales de carbón. Se inaugura prácticamente una central
de carbón por semana.
La adicción al carbón genera una
contaminación endémica. Las grandes metrópolis están cubiertas
regularmente de una espesa neblina marrón que genera un descontento
creciente de la población.
El objetivo de que las emisiones de CO2
comiencen a disminuir desde 2030 es creíble, consideran los expertos,
dada la desaceleración de la economía y su "reequilibrio" hacia el
consumo, los servicios y las tecnologías avanzadas -en detrimento de la
industria pesada tradicional, gran consumidora de energía.
Las inversiones en las energías renovables también deberían contribuir.
La mayoría de los expertos piensan que la utilización de carbón podría establecer su máximo en los próximos cinco años.
Li
Shuo, de Greenpeace, considera incluso que el proceso está ya en marcha
y que el "punto máximo de emisiones podría registrarse mucho antes de
lo previsto".
Sin embargo, algunos especialistas se inquietan de
otros gases de efecto invernadero, como el metano y los
hidrofluorocarbonos, que se encuentran en los sistemas de refrigeración.
Por otra parte, existen decenas de proyectos de construcción de plantas que fabrican hidrocarburos a partir de carbón.
Sus emisiones podrían representar hasta un octava parte de las actuales emisiones chinas, señala Greenpeace.
Actualmente,
en siete sitios en regiones áridas del norte de China se están
construyendo usinas sin permiso gubernamental, sostiene Greenpeace.
En el exterior de la obra de Changzhi, un obrero afirma que la usina va a comenzar a funcionar en un plazo breve.
"Es
una inversión de 30.000 millones de yuanes (unos 4.800 millones de
dólares). Al final va a recibir la luz verde oficial", dice.
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