martes, 24 de noviembre de 2015

Diagnóstico y nuevos desafíos para la política económica / Ángel Tomás *

Si partimos del principio de que los mercados abrazan en sentido geográfico (con amplitud local, regional, nacional, incluso mundial) todas las contrataciones libres que se verifican, no solo en el mercado de la producción y el consumo, sino en otros como el financiero, de capitales, monetario, de trabajo, etc., comprobamos que en ellos aparece la transparencia de los mismos y se nivelan con facilidad los precios. 

Es tarea de los gobiernos poner en claro las condiciones de este proceso de determinación del precio, de considerar los mercados como fuerza de desarrollo de la economía real, y de conocer lo que sucede en cada tipo de mercado, de forma que nos pueda conducir el examen puntual, al conocimiento de la evolución de la economía. 

No debemos olvidar que la falta de información en los mercados lleva aparejada la ineficacia, ya que estos aprovechan las debilidades de los consumidores. El descontrol del precio justo y competitivo es aprovechado por la incontrolable mano egoísta sobre las debilidades del comprador.

La economía de mercado es el verdadero camino al crecimiento de resultados positivos, pero al no vigilar el Estado su funcionamiento de forma ordenada puede traducirse en grave crisis, ya que por sí sola no se regula automáticamente. Ha de hacerlo para estimular la investigación, la innovación y la productividad (sin olvidar los estímulos monetarios en el mercado de trabajo de gran eficacia), potenciando la riqueza propia regional basada en la industrialización, sin la cual no puede haber crecimiento, los servicios son necesarios pero insuficientes. 

La toma de decisiones debe basarse en la independencia económica, siempre separada de las ideologías y técnicas enquistadas. Las estructuras políticas partidistas, deben transformarse en elásticas y adaptables a los cambios coyunturales y de los mercados para que éstos sean organizados y armónicos con la economía política globalizada. Ha de rechazarse el optimismo exagerado y el crecimiento incontrolado por su falsedad e inevitable camino hacia las crisis padecidas en los últimos cien años.

El Estado ha de ser una solución a largo plazo y no el problema de la economía del  país, ya que su función reguladora inteligente es imprescindible para la supervivencia de  su economía. Esta debe ser también una mezcla entre la privada y la pública de forma equilibrada, controlada y defendida. La moderación en la política económica, sin olvidar los cambios necesarios sopesados, será el objetivo del legislador, cuidando no caer en un Estado rígido y dictatorial, ni lanzar planes ilimitados de estímulo que pueden transformarse en regresivos, como tampoco promulgar con rapidez medidas nuevas tratando de activar la paralización económica real que puedan ser aún más paralizantes.

Hemos vivido la crisis global más profunda desde la de los años treinta, aún sin haberla superado totalmente, sufrimos el daño de una alta tasa de paro con un lento descenso, un sistema financiero en plena regeneración, pero sin alcanzar el pleno saneamiento, con el agravante de la falta de autonomía de nuestra política monetaria al pertenecer a una unión política y al sometimiento a los bancos emisores, que solo permiten posibles cambios mínimos. La banca debe volver al objetivo de colaborar al beneficio de sus clientes, del mismo modo que lo hace cualquier empresa para con los suyos, y volver a la adopción de medidas para que a la inversión privada se le comunique confianza, equilibrio y una política presupuestaria creíble y posible, sin las cuales no se conseguirá el crecimiento moderado continuado a largo plazo. El control de la política monetaria moderada, debe ser  precedido por el análisis de los riesgos que implica la adopción de las reformas necesarias.

La gestión debe alejarse de cualquier oligarquía económica y política de libre decisión,  la experiencia ha demostrado que incentiva el endeudamiento de forma creciente, con peligro de convertirse en crónico y en muchos casos perpetuo. La Unión Europea, si bien consiguió la moneda única, no ha alcanzado la unión política, financiera y de consolidación fiscal; hasta conseguirlo estamos todavía en una desunión y desregularización parcial y con crecimiento muy bajo como lo prueba el 0,3% del tercer trimestre.

España necesita más control de su economía que evite el gasto indiscriminado, no solo del Estado, sino de las CCAA y de los ayuntamientos, que sin aquél se ha perdido el respeto a los presupuestos. Por todo ello, es imprescindible una reforma a fondo de las administraciones.

Con independencia de reforzar el Mercado Único Europeo, abriéndonos con rapidez al resto de los mercados mediante acuerdos de protección recíproca, necesitamos acometer nuestras propias estructuras y realizar los cambios necesarios y urgentes. Enumeremos algunos:

1.- Independizar y aumentar la importancia de los reguladores y órganos de control imprescindibles del Estado.

2.- Controlar y ajustar los gastos presupuestarios de las administraciones, ya que la expansión del sector público debe tener su medida y equilibrio. No debe permitirse la desregulación y desajuste que ocasiona la política económica dictatorial de los órganos de gestión. Buen ejemplo de ello lo encontramos en el alto endeudamiento de las CCAA y ayuntamientos con su evidente repercusión en el crecimiento de la deuda estatal, cuyo porcentaje sobre el PIB ha alcanzado el 99,4%.

3.- Vigilar y evitar el desarrollo de  burbujas económicas en los distintos sectores, aplicando medidas correctoras contra la especulación.

4.- Potenciar y financiar con generosidad la investigación y el desarrollo, sin los cuales no habrá crecimiento ni competitividad.

5.- Estimular nuestro diverso tejido empresarial como único camino al crecimiento, a la calidad de vida y al bien social. España cuenta con gestores dotados de talento, creatividad y capacidad de primer nivel para tales objetivos, y

6.-  La reducción del gasto indiscriminado e innecesario, ocasionados por los excesos de las administraciones, y de las inversiones faraónicas irracionales e ilógicas, de difícil amortización, carentes de  la adecuada rentabilidad e inservibles al bien social, deben aplicarse a una reducción de impuestos que beneficie el crecimiento, la inversión, la competitividad, la exportación y a la creación de puestos de trabajo. Todo ello a tiempo para evitar posteriores ajustes dolorosos.

Inspirándonos en un pensamiento del maestro de la economía, Keynes, podemos afirmar: "moldeemos la aproximación analítica para adaptarla a las circunstancias concretas de las situaciones objeto de todo estudio".


(*) Economista y empresario español

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