sábado, 26 de diciembre de 2015

Las empresas rusas se aprietan el cinturón para las fiestas de fin de año

MOSCÚ.- Esta vez en las tradicionales fiestas de fin año de las empresas rusas no hay champagne ni cantantes de moda, sino que se degusta vino espumoso, a veces sin tan siquiera salir de la oficina. La culpable es la crisis.

Los camareros colocan las botellas de Chianti sobre manteles blancos, mientras que los animadores repiten el texto de su actuación. Son los últimos preparativos en la sala de recepción Roll Hall, en el sur de Moscú, que acoge a casi 500 empleados de una multinacional.
La empresa no escatimó para la cena, pero la directora adjunta del establecimiento, Elena Vétrova, reconoce que no es como otros años.
"Por primera vez hemos recibido reservas hasta diciembre, cuando normalmente algunas fechas están ocupadas desde el mes de mayo", explica.
"Algunos de nuestros clientes habituales -dice- renunciaron a sus fiestas pero en su conjunto tuvieron lugar. Eso sí son diferentes".
Las empresas se aprietan el cinturón por la profunda recesión en Rusia, debida al derrumbe de los precios del petróleo y las sanciones impuestas por los occidentales por la crisis ucraniana.
Según Vétrova, el coste medio de las recepciones disminuyó entre un 25 y 30% en relación con el año pasado, gracias a un menú sencillo y los concursos organizados por los propios invitados para sustituir a los artistas locales.
"La gente no pasa hambre pero no come foie gras", ironizó. "Muchas empresas nos piden traer ellas mismas el alcohol; aceptamos".
Estas fiestas vivieron su apogeo en los años 2000, cuando los precios del petróleo altos brindaban a Rusia unos niveles de crecimiento envidiables.
Las grandes compañías empezaron entonces a recompensar a sus empleados con recepciones fastuosas en restaurantes elegantes o conciertos animados por artistas locales o internacionales.
Desde la crisis de 2008-2009 se tiende a la sobriedad. La oposición critica el tren de vida de los altos funcionarios. Las autoridades pidieron a las administraciones y a las empresas públicas que dejen de financiar estos festejos.
En este año de crisis, el grupo público especializado en nanotecnología Rosnano hizo fruncir el ceño. Un video colgado en las redes sociales muestra al jefe hablando a los empleados, flanqueado por un pinchadiscos y azafatas. Les asegura que la empresa tiene "mucho, mucho dinero".
Ante el aluvión de críticas, la compañía aseguró que el coste de la velada (28.000 euros por 400 invitados) se pagó con el dinero de los fondos personales de los dirigentes, pero el gobierno abrió una investigación.
En el sector privado, la mayoría de las empresas perpetúan la tradición. Con todo, según el sitio web ruso de recursos humanos HeadHunter, el 41% de las empresas que preveían organizar una fiesta este año decidieron reducir el presupuesto y el 21% pasarla en la oficina.
Los propietarios de restaurantes acusan el golpe. Para Igor Bukharov el mercado de las fiestas de fin de año de las empresas, que ayudaba a compensar un mes de enero flojo, ya bajó el año pasado y para este se prevé un retroceso del 20%.

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