PARÍS.- Un día después de la
firma del primer acuerdo global contra el cambio climático, políticos,
científicos, ONG y asociaciones de todo el mundo analizan hoy, entre la
satisfacción y la prudencia, las consecuencias de un consenso que abre
un camino hacia economías libres de emisiones aún por recorrer.
"El acuerdo de París es un hito. Ahora el destino de la Tierra
depende de cómo de rápido y con qué solidez lo apliquemos", afirma el
profesor Ottmar Edenhofer, del instituto Potsdam de Investigación sobre
el Cambio Climático.
Más cauto se muestra el portavoz de Equo en el Parlamento Europeo,
Florent Marcellesi, quien asegura que el éxito de un pacto que
considera "insuficiente" dependerá ahora de "cómo se interprete y se
ponga en práctica en cada país y de la movilización social y política
para exigir que se cumpla en el sentido correcto".
El acuerdo está revestido de un complejo envoltorio legal que hace
que sea legalmente vinculante en su conjunto, pero no en buena parte de
su desarrollo (las llamadas decisiones), ni en los objetivos nacionales
de reducción de emisiones.
Su fuerza reside en el mecanismo con el que periódicamente se
revisarán los compromisos de cada país, que sí es jurídicamente
vinculante, y coloca una alta presión internacional sobre los países
para que hagan los esfuerzos necesarios. Aunque su efectividad está aún
por ser demostrada.
Las revisiones serán claves porque los objetivos puestos hasta ahora
sobre la mesa no garantizan que el calentamiento global se quede "muy
por debajo" del objetivo de los 2 grados Celsius ni del deseable de 1,5
grados, sino que llevarán a que a finales de siglo la temperatura se
haya elevado en 2,7 o incluso 3 grados.
El acuerdo de París es un "punto de inflexión histórico" que por
primera vez ha puesto de acuerdo tanto a los mayores países emisores
como a los más vulnerables, a los más ambiciosos y los más escépticos, a
los ricos y los pobres, contra el cambio climático.
Pero una vez disipada la emoción que ha provocado esta victoria del
multilateralismo en una época en la que la cooperación internacional
está de capa caída, el experto de Carnegie Institution Chris Field avisa
de que "no es el momento de la autocomplacencia", sino de actuar en
innovación, energías limpias y desarrollo sostenible.
En este sentido, es fundamental movilizar sumas que alcancen los
"trillones", en palabras de Nigel Topping, director ejecutivo de We Mean
Business, una coalición de empresas y organizaciones que ya trabajan en
la acción climática.
Por su parte, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, dice que
el acuerdo "manda una muy necesitada señal para disparar las
inversiones públicas y privadas necesarias para llevar las economías
hacia un mundo neutro en carbono" y reconoce que ejecutar el trabajo es
ahora "una responsabilidad común".
El director ejecutivo de Greenpeace, Kumi Naidoo, va un paso más allá
al proclamar el "fin de la era de las energías fósiles" tras la cumbre
del clima de París (COP21).
"Los inversores tienen que empezar a sacar el dinero del carbón, el
petróleo y el gas. Y la gente que esté pensando en invertir tiene que
hacerlo en renovables", señala Naidoo, quien agrega que "en los palacios
de los países petroleros va a cundir el pánico, como debe ser".
El sector privado también ha participado de la COP21 y ha buscado
mostrarse favorable al clima, como con el anuncio hecho por diez
multinacionales -incluidas Dell, Kellogg, Sony, Thalys y Coca Cola- que
durante la cumbre se han comprometido a fijarse objetivos de reducción
de dióxido de carbono.
O el paso dado por Google, que desveló durante la cita de París la
compra de 842 megavatios de energías limpias para sus centros de datos,
con el objetivo final de triplicar sus renovables de aquí a 2025.
Como nota negativa, dos de los sectores que más emisiones generan, la
aviación y el transporte marítimo, se han quedado finalmente fuera del
acuerdo, pese a que la Unión Europea (UE) defendió introducir una
mención en el texto que sirviera como trampolín para impulsar las
negociaciones internacionales en torno a esos dos ámbitos.
"Que no se mencione la aviación y el transporte marítimo es una
debilidad clave del acuerdo: sin acción en estos sectores, limitar el
aumento de temperatura a 1,5 grados es imposible", afirma Andrew
Murphy, de la organización Transport & Environment.
Murphy recalca que ahora ambos sectores tendrán que hacer de algún modo "una contribución justa" a los objetivos del acuerdo.
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