WASHINGTON.- Con su proyecto de gigantesco banco de inversión en Asia y sus ambiciones con su divisa, China se ha puesto a la cabeza de los países que quieren sacudir un orden financiero internacional dominado por los estadounidenses.
La ofensiva china
se puso de manifiesto en las reuniones de primavera en Washington del
Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), herederos
de los acuerdos de Bretton Woods de 1944 y en las que participan
ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales.
El
presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, felicitó el jueves a China
"por un gran paso en la dirección del multilateralismo", con la
instalación del Banco Asiático de Inversiones en infraestructura (BAII),
con el que espera "trabajar muy estrechamente".
Contrariamente a
lo que esperaba Washington, que ve con recelo un proyecto que también
incomoda a Japón, son decenas los que quieren formar parte de la
institución, que debe entrar formalmente en funcionamiento antes de fin
de año: 57 países ya se han sumado para participar.
Algo que
contrasta con el hundimiento del proyecto de 'banco de los BRICS',
lanzado a bombo y platillo a mediados de 2014 por los grandes países
emergentes (Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica), solos. Este
proyecto político se enfrenta abiertamente a dos instituciones, el
prestamista de crisis que es el FMI y el acreedor del desarrollo que
representa el Banco Mundial, desde sus inicios dirigidos por europeos y
estadounidenses.
El enfoque chino es más pragmático y cada uno
puede sacar provecho del mismo, explica Christophe Destais, investigador
del CEPII, centro de estudios francés sobre la economía internacional.
El BAII planea financiarse en los mercados, "lo que requiere servicios
financieros. Es sin duda el motivo por el que Gran Bretaña decidió
sumarse al proyecto", estimó. El entusiasmo de los británicos, los
primeros en declararse miembros fundadores del BAII, irritó a Francia,
Alemania e Italia, que habrían preferido una posición común.
China
busca "la liberación de una industria" sobrecapacitaria, al tiempo que
persigue "un interés diplomático, que es debilitar la influencia
estadounidense", según Destais. Para él, de todas formas, "pese a las
imperfecciones del sistema (Bretton Woods), China lo encuentra útil".
"Tiene formas de influir en el mismo, pero no todavía de modelarlo" y
esto seguirá mientras el dólar siga siendo la primera divisa mundial,
evaluó.
Su poderío monetario no le impide de todas formas a
Estados Unidos estar nervioso. "Aunque emerjan nuevas instituciones,
quisiera subrayar que el FMI sigue siendo la institución de referencia
para promover la estabilidad económica mundial", recordó el secretario
del Tesoro de Estados Unidos, Jack Lew.
Para el premio Nobel de
Economía Joseph Stiglitz, la hostilidad al proyecto BAII es "una nueva
muestra de la inseguridad de Estados Unidos en cuanto a su propia
influencia internacional".
Aunque la administración Obama alaba
permanentemente el trabajo del FMI, el Congreso estadounidense bloquea
una reforma concebida en 2010 y que le daría más peso a los países
emergentes en su seno. Christine Lagarde, la directora general del
Fondo, no dudó en afirmar el año pasado que estaba dispuesta a "bailar
la danza del vientre" para convencer a los parlamentarios
estadounidenses.
Esta parálisis es "un obstáculo a la credibilidad
del FMI, su legitimidad y su eficacia", estimaron los países
emergentes, reunidos el sábado en el seno del G-24, en un comunicado
publicado tras sus reuniones de Washington.
A la espera de esta
hipotética reforma, China encabeza otra campaña: que se admita su divisa
junto al dólar, el euro, la libra esterlina y el yen en el cálculo de
los DEG (derechos especiales de giro), divisa de reserva universal del
FMI. Si bien su papel es marginal, acceder a los mismos sería para Pekín
"un reconocimiento simbólico", asegura Destais.
En cuanto al
Banco Mundial, también debe reformarse o podría "rápidamente aparecer
como superfluo", según Scott Morris y Madeleine Gleave, del Center for Global Development. En un artículo publicado en marzo, muestran el
contraste entre un banco paralizado en sus antiguos reflejos y las
conmociones financieras en los países en desarrollo.
El mejor
ejemplo es sin duda África, ya dotada de su propio banco de desarrollo,
en el que varios países pueden obtener fondos, modificando el balance de
fuerzas con las instituciones de Washington.