BRUSELAS.- "Vamos a quebrar". "No, eso no
ocurrirá". "Nos están estrangulando". "No es cierto". "Nos deben dinero
de la Segunda Guerra Mundial". "Ya lo pagamos".
El juego del gato y el ratón entre Grecia y sus
acreedores internacionales se está convirtiendo en un círculo vicioso,
en el que todos se echan la culpa mientras Atenas está cada vez más
cerca de la bancarrota, sin un acuerdo de "dinero por reformas" a la
vista.
Los líderes políticos europeos, los responsables de los
bancos centrales y los políticos griegos están de acuerdo en una sola
cosa: si Grecia cae, no quieren tener sus huellas digitales en el arma
del crimen.
Si Atenas se queda sin efectivo e incurre en una
suspensión de pagos en las próximas semanas, como parece cada vez más
probable, nadie quiere ser acusado de haberla empujado por el precipicio
o de no haber intentado salvarla.
El Gobierno de izquierdas griego ya ha identificado a
su culpable: Alemania, el principal financiador de Europa, al que acusa
de imponer unas políticas de austeridad tóxicas a los griegos,
provocando una "crisis humanitaria".
Los gobiernos de la zona euro están preparando el
terreno para culpar al novato Gobierno del primer ministro Alexis
Tsipras por fanfarronear, obstruir, incumplir compromisos y evitar tomar
elecciones difíciles mientras Atenas arde.
"Estamos haciendo todo lo que posible para salvar a
Grecia de sí misma, pero al final depende de ellos", es el mensaje que
sale de Berlín, Bruselas y de la sede del Fondo Monetario Internacional
(FMI) en Washington.
Tsipras y su extrovertido ministro de Finanzas, Yanis
Varoufakis, intentaron montar al principio una coalición contra Berlín,
visitando Francia, Italia, Gran Bretaña, Bruselas y a muchos medios tras
su elección.
Pero no hallaron aliados fuera de los medios.
Tsipras resucitó las demandas de reparaciones por la
ocupación de la Alemania Nazi en Grecia en 1941-1944, que su Gobierno
tasa en 279.000 millones de euros (303.500 millones de dólares), más que
el rescate de 240.000 millones de euros de la zona euro y el FMI.
Berlín respondió que ya compensó a las víctimas y que
un acuerdo en 1990 con las cuatro potencias victoriosas de la Segunda
Guerra Mundial sobre la unificación de Alemania puso fin a las
reivindicaciones de la guerra.
La canciller alemana, Angela Merkel, ha sido cuidadosa
al expresar su buena voluntad e intentó construir una relación de
confianza con Tsipras, mientras insistía en que Grecia debe cumplir las
condiciones de reforma, que incluyen recortes fieramente resistidos a
las pensiones y reformas laborales.
"Debe hacerse todo para evitar" que Grecia se quede sin
dinero, dijo tras reunirse la semana pasada con Tsipras. "Por parte de
Alemania, estamos preparados para dar todo el apoyo que se no pida.
Pero, por supuesto, hay que hacer reformas", agregó.
Por momentos, los inversores tuvieron la esperanza de
que su llamado pudiera ser un punto de inflexión, como cuando el
presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dijo en 2012
que haría "todo lo que haga falta para preservar al euro".
No obstante, los comentarios de Merkel también podrían
ser interpretados como un ejercicio preventivo para evitar ser culpada. A
diferencia de Draghi, no dijo quién debe hacer todo para evitar que
Grecia colapse.
Los irritados ministros de Finanzas de la zona euro
dejaron claro que están lejos de un acuerdo con Grecia y rechazaron una
petición de Varoufakis de un adelanto de efectivo a cambio de una
reforma parcial. Además, le dijeron que no discutirán siquiera una
financiación a largo plazo y un alivio de la deuda hasta que Grecia
firme y cumpla un plan completo de reformas.
Mientras los líderes griegos insisten en que Europa
debe hacer caso y respetar la voluntad democrática del pueblo griego,
sus acreedores responden que ellos también tienen mandatos democráticos
de sus votantes.
Según la narrativa de Varoufakis, los países de la zona
euro no dieron todo ese dinero para salvar a Grecia en primer lugar,
sino para proteger a sus propios bancos, que habían prestado de forma
imprudente miles de millones a Atenas.
Tonterías, dicen los funcionarios de la zona euro. Esos
bancos tuvieron pérdidas en 2012, cuando se reestructuró la deuda
griega con tenedores privados de bonos.
Varoufakis ha ampliado el círculo de culpa al BCE, al
que acusa de "asfixiar" a Grecia al dejar a sus bancos sin liquidez y
limitar su capacidad de préstamos a corto plazo al Gobierno.
Eso provocó una indignada respuesta de Draghi, que dijo
en el Parlamento Europeo que el apoyo del BCE a Grecia es de unos
110.000 millones de euros, pero que los tratados le impiden financiar
monetariamente a los gobiernos.
Funcionarios griegos han estado diciendo durante
semanas a sus homólogos de la zona euro que ya no les queda dinero, para
luego hallar dinero disponible para realizar su próximo pago de deudas.
"Han dicho 'que viene el lobo' tantas veces, que cuando
realmente vayan a derrumbarse nadie les va a creer", afirmó un
negociador de la Unión Europea bajo condición de anonimato.
Fuentes internas aseguran que el BCE se niega a ser el
que apague el interruptor. Si considera que su apoyo a los bancos
griegos ya no es sostenible más tiempo, buscará una decisión política de
los gobiernos de la Unión Europea.
"No es algo que deban decidir los banqueros centrales no electos", dijo una fuente en el Eurosistema de bancos centrales.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude
Juncker, está dispuesto a ir de la mano con Tsipras hasta el último
minuto, con la esperanza de que impondrá un desagradable acuerdo de
reforma económica al ala izquierda de su partido Syriza antes de que sea
demasiado tarde.
Para Juncker, uno de los padres de la moneda única
europea, la salida de un miembro de la zona euro de 19 naciones sería un
duro golpe a la posición global del bloque y podría establecer un
peligroso precedente, animando a los inversores a especular contra otros
estados miembros en futuras crisis.
Incluso si se queda en la zona euro, una suspensión de
pagos de Grecia a otros gobiernos europeos o al BCE sería uno de los
momentos más complicados de la historia de la Unión Europea.
Entre mutuas recriminaciones por los arruinados
ahorradores griegos y los engañados contribuyentes europeos, algunos
temen manifestaciones de los pensionistas griegos o de los pacientes en
los hospitales, y actos de violencia en Atenas.
Si eso ocurre, habrá muchos a los que culpar, pero nadie para aceptar la responsabilidad.