LONDRES.- Después de meses de misterio, el primer ministro británico, David Cameron, desvelará finalmente la próxima semana las reformas que quiere en la Unión Europea para aconsejar a sus ciudadanos que voten a favor de la permanencia en el bloque.
Dos años y medio después de haber prometido a sus
ciudadanos un referéndum sobre la cuestión antes del fin de 2017, el
primer ministro detallará sus demandas en una carta al presidente del
Consejo Europeo, Donald Tusk. La carta, que se hará pública, llegará a
tiempo para que los 28 países del bloque la discutan en el Consejo
Europeo de mediados de diciembre en Bruselas. Esto deja abierta la
posibilidad de celebrar el referéndum el próximo año, aunque las
discusiones con los socios europeos podrían alargarse a los primeros
meses de 2016.
"Encontrar un acuerdo en diciembre es una meta
ambiciosa", señaló el secretario de Estado para Europa, David Lidington,
que espera un desenlace más bien en primavera (boreal).
En
cualquier caso, si el tema se está alargando tanto es porque "Cameron
juega un partido difícil, atrapado entre los euroescépticos de su
Partido Conservador y su propio deseo de evitar un 'Brexit'", o salida
de la UE ('Britain-exit'), explicó Gabriel Siles-Brügge, doctor en
Ciencias Políticas de la Universidad de Manchester.
"No hay que
olvidar que cuando Cameron hizo su promesa de un referéndum, en enero de
2013, el Ukip (partido antieuropeo) estaba en ascenso y él, en cambio,
estaba en lo más bajo en las encuestas, con pocas posibilidades de ser
reelegido en 2015", dijo John Springford, investigador del Centro para
la Reforma Europea, un 'think tank' con sede en Londres. "La iniciativa"
de prometer el referéndum "obedecía únicamente a los imperativos de la
política interna. Entonces no tenía ninguna idea clara sobre qué pedir a
la Unión Europea", agregó.
Las cosas finalmente se aceleraron a principios
de octubre, paradójicamente bajo la presión de sus colegas europeos,
hartos de ver a Cameron reclamando unas "reformas" que no especificaba.
Aunque
Londres vaya finalmente a revelar su lista de deseos, David Lidington
ya advirtió de que no debemos esperar un inventario muy detallado, sólo
el necesario para mantener un margen de maniobra en las negociaciones.
Pero las líneas principales son conocidas y ya no se corresponden con
las grandes ambiciones iniciales.
Las
pretensiones británcias se resumen en cuatro. De entrada, "grabar en
mármol el estatus especial que Reino Unido ya tiene en la práctica, en
gran parte porque no participa en el euro o el espacio Schengen", dijo
Stephen Booth, codirector del 'think tank' Open Europe.
Enviado
como avanzadilla a Berlín el martes, el ministro de Finanzas, George
Osborne, planteó otras dos demandas: la igualdad de trato entre la
eurozona y la parte del bloque que no usa el euro y una revisión de las
normas y reglamentos europeos para mejorar la competitividad.
Estas
propuestas han recibido una recepción generalmente favorable de la jefa
del gobierno alemán, Angela Merkel, que habló de "reclamaciones
legítimas".
Para John Springford, "los compromisos son posibles
en todas estas cuestiones, porque no tiene nada de extraordinario decir
explícitamente que la libra esterlina convive con el euro o querer
mejorar la competitividad".
"Tampoco la tercera demanda", agregó el
analista, "es un obstáculo irremontable, la de quedar exento de una
unión más férrea, que es sobre todo de orden simbólico".
La
cuarta y última demanda es la congelación durante cuatro años de ciertas
ayudas sociales a los inmigrantes de la UE que llegan a Reino Unido.
Inicialmente, varios ministros querían ir más allá y establecer cuotas
de inmigrantes intraeuropeos. "Aquí, sin embargo, no veo cómo David
Cameron puede ganar", dijo John Sprinford, porque estas demandas topan
"con el principio de no discriminación entre los trabajadores del bloque
y la hostilidad de varios Estados miembros de la UE".
"Esta es
la reivindicación más difícil, tanto técnica como políticamente",
resumió Stephen Booth. El problema, añade, "es que es la demanda más
importante" para el electorado británico. "A la gente", terció John
Springford, "no le importa nada el concepto de una unión cada vez más
estrecha. Europa no es parte de sus principales preocupaciones. La
inmigración, sí".