PARÍS.- Latinoamérica sigue
siendo una región que, pese a las correcciones desde comienzos de
siglo, presenta un elevado grado de desigualdad de ingresos, lo que
junto a los pobres resultados en productividad constituye uno de los
grandes frenos para reducir su brecha con el mundo desarrollado, según
la OCDE.
En un documento de síntesis sobre diferentes estudios dedicados a
Latinoamérica publicado hoy, la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE) subrayó la necesidad de proceder a reformas
estructurales en un momento en que la región sufre un revés en su
evolución económica, en parte por la caída de las materias primas.
El secretario general de la organización, Ángel Gurría, destacó que
los gobiernos de la región afrontan "el reto de colocar sus economías en
una senda de crecimiento más firme, equitativo y sostenible, por medio
de reformas estructurales integrales que permitan acelerar el
crecimiento de la productividad y al mismo tiempo mejorar la cohesión
social".
Gurría enumeró "reformas prioritarias en cinco ámbitos": el capital
humano, el mercado de trabajo, el ambiente de negocios, la innovación y
las infraestructuras.
La OCDE hizo notar la inflexión que se ha producido en el ciclo
económico, ya que se ha pasado de un crecimiento medio del producto
interior bruto (PIB) superior al 3 % en el periodo 2000-2013 a apenas un
1 % en 2014 y a "una ligera contracción" en 2015, seguida de "una
expansión modesta" este ejercicio.
Esa fuerte expansión, que ha quedado atrás, había aliviado en muchos
casos las presiones para que los países llevaran a cabo las reformas
estructurales e inversiones necesarias que sentaran las bases de una
prosperidad, reconoció.
Durante esos años, y al contrario de la tendencia mundial, la
desigualdad en ingresos disminuyó en muchos países latinoamericanos
gracias a "medidas innovadoras" como el programa Bolsa Familia en
Brasil.
De esa forma, la pobreza extrema se redujo en los 14 primeros años
del siglo en la región del 29 al 16 % de la población y la moderada del
17 al 14 %.
Pese a todo, esa desigualdad sigue siendo en Latinoamérica un 65 %
superior a la de los países de ingresos altos, un 36 % mayor que en Asia
oriental y un 18 % más elevada que en el África subsahariana.
A ese respecto, los autores del estudio señalaron que "las
desigualdades en el acceso a una educación de calidad y a oportunidades
de desarrollo de competencias generan una inmensa pérdida de talento
potencial y contribuyen" a la fractura social, un fenómeno "agudizado"
por la baja redistribución de los recursos.
Gurría aseguró que "invertir en educación, competencias y formación
continuas será fundamental para mejorar la productividad del trabajo y
ampliar las oportunidades económicas".
Asimismo, añadió que facilitar la entrada de más empresas y
trabajadores a la economía formal puede mejorar las condiciones
salariales y de trabajo, pero también "ayudar a cerrar las enormes
brechas de productividad que existen entre las pymes y las grandes
empresas".
En paralelo, la OCDE consideró que mejorar la calidad del empleo no
es solo importante para el bienestar de los trabajadores, sino que
también eleva su productividad.
Porque pese a las fuertes tasas de incremento del PIB que se dieron
hasta 2014, eso fue "apenas suficiente para seguir el ritmo de las
economías avanzadas e insuficiente para reducir significativamente la
brecha en los niveles de vida".
Una parte del "decepcionante" resultado de la productividad en
Latinoamérica es consecuencia del "bajo rendimiento" de la inversión
tanto en capital físico como en activos intangibles.
En concreto, para la OCDE los países latinoamericanos están
"rezagados" respecto a otras economías emergentes en el gasto en
innovación y desarrollo (I+D) y en innovación, además de sufrir
deficiencias en infraestructuras digitales y de transporte que
obstaculizan la integración de la región en las cadenas de valor
mundiales.
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