SHANGHÁI.- Las bolsas chinas
han vuelto a estremecer al mundo esta semana, con pérdidas superiores a
todo lo ganado en 2015, en una nueva muestra de la inmadurez de los
mercados y de los vanos intentos del Gobierno de tenerlos bajo control.
Aunque la situación se estabilizó el viernes, la primera semana del
año ha vivido un pánico generalizado y dos desplomes que forzaron por
primera vez al cierre prematuro de las bolsas, con pérdidas semanales de
un 10 % en Shanghái y la inestabilidad extendiéndose por los mercados
de todo el mundo.
La nueva crisis china se explica en las medidas adoptadas en verano
para estabilizar los desplomes de entonces, que parecen ahora un parche
para atrasar lo inevitable (un brusco reequilibrio tras pinchar una
burbuja de meses de especulación y un fuerte apalancamiento de los
inversores).
Los protagonistas son un mercado muy inmaduro por su estructura y
poco sofisticado en sus normas, además de muy volátil, en el que tres
cuartos de su actividad está en manos de 90 millones de inversores no
profesionales que mueven sus ahorros en bolsa por la baja rentabilidad
de la renta fija, junto a unas autoridades que intentan en vano
controlarlos.
Las causas están en lo que ocurrió en 2015: se dejó crecer sin fin
una burbuja bursátil que parecía sin fin, en la que se volcaban con
entusiasmo estos inversores minoristas, muchos de ellos gente mayor
acostumbrada a que el Gobierno resuelva los problemas que puedan surgir.
Y eso es lo que ocurrió: Shanghái ganó un 154 % entre julio de 2014 y
el 12 de junio de 2015, pero desde el día siguiente hasta el 26 de
agosto perdió un 45 % de su valor.
Mediante todo tipo de intervenciones directas e indirectas, Pekín
frenó esos desplomes a finales de julio, y aunque hubo varios días de
réplicas en agosto, la situación se estabilizó relativamente, aunque
quedó hipotecada por las medidas adoptadas y siempre a merced de un
mercado inmaduro y fácilmente inestable.
Las turbulencias de esta semana se explican porque este pasado
viernes caducó una medida aprobada en julio, que prohibía a los grandes
accionistas deshacerse de sus títulos durante seis meses.
Ante el temor de ventas masivas desde el próximo lunes, los
minoristas empezaron el pasado lunes a vender a gran escala en un
intento de anticiparse y evitar pérdidas.
La situación empeoró con el sistema que Pekín aprobó precisamente
para que esta transición no tuviera sobresaltos: un nuevo mecanismo
interruptor del mercado, que lo cierra en caso de fuertes caídas, como
ocurrió el lunes y el jueves, pero que en lugar de tranquilizar indujo
al pánico.
"Es un sistema absurdo e ingenuo", señala Rui Meng, profesor de
la escuela de negocios chino-europea CEIBS (Shanghái), que recordó que
Wall Street también tiene un interruptor similar, pero que sólo actúa
cuando el mercado cae más de un 20 %.
Para Rui, el interruptor chino, activado ante caídas de sólo un 7 %,
sólo logró confundir y crear "pánico" entre los inversores no
profesionales. El Gobierno debe entender que "no se puede controlar el
comportamiento de los inversores", insiste.
Tras dos cierres prematuros en cuatro días y un ambiente de sálvese
quien pueda entre los minoristas, ese mecanismo se abandonó el viernes,
cuando las bolsas chinas de Shanghái y Shenzhen cerraron con ganancias
de casi un 2 %.
Ese día, las principales firmas estatales de correduría y fondos
invirtieron a gran escala, especialmente en los principales valores
financieros, para dar más solidez a los mercados.
Precisamente en las últimas 24 horas han resurgido rumores y
especulaciones entre analistas sobre un posible cese del presidente de
la Comisión Reguladora del Mercado de Valores de China (CRMV), Xiao
Gang, por la falta de resultados en el control de las bolsas.
Ahora, aunque ya no se teme tanto a que el día 11 sea otro "lunes negro", el problema de fondo permanece.
Y es que el regulador aprobó un nuevo límite a las ventas de acciones
de los grandes accionistas: un máximo de un 1 % del total de títulos de
la firma hasta el 12 de abril, además avisando al menos 15 días para
evitar sorpresas a los hipersensibles minoristas.
Además, la cotización de los títulos sigue muy sobrevalorada,
especialmente en las pymes, y de no haberse suspendido el interruptor
las bolsas podrían haber caído más hasta dejar a Shanghai en unos 2.800
puntos (el viernes cerró en 3.115), según Rui.
Por otro lado, las volátiles bolsas chinas, por la influencia de su
masa de inversores aficionados, están menos vinculadas que otros
mercados a los fundamentos de la economía real, pero no deja de pesarles
el debilitamiento chino.
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