BRASILIA.- El Gobierno brasileño dijo anoche que relajará este año su meta de ahorro fiscal clave a un
déficit desde un superávit si los ingresos impositivos siguen cayendo,
una medida que incrementa aún más las dudas del mercado sobre el
compromiso con la austeridad de la presidenta izquierdista Dilma
Rousseff.
El Gobierno de Rousseff, bajo presión de los inversores
y de la comunidad empresarial para recortar los gastos en medio de una
profunda recesión, podrá registrar un déficit de un 1 por ciento del
Producto Interno Bruto antes del pago de intereses bajo la nueva meta.
Originalmente había establecido una meta de superávit
primario, o el exceso de ingresos antes del pago de intereses de deuda,
de un 0,5 por ciento del PIB. El cambio se produce después de que el
Gobierno anunciara un recorte presupuestario de 23.400 millones de
reales (5.820 millones de dólares) para este año, menos que los 70.000
millones de reales del año pasado.
Para reducir la fuerte reacción de los mercados, el
recientemente designado ministro de Hacienda, Nelson Barbosa, también
reveló planes para limitar el crecimiento del gasto público al
establecer techos anuales y recortes automáticos de salarios, nuevas
contrataciones y beneficios tributarios.
Brasil registró un déficit general de más del 10 por
ciento del PIB el año pasado debido a su pesada carga de deuda, por lo
que el balance primario es visto por los mercados como un indicador
clave sobre la dirección de las finanzas públicas.
Aunque los funcionarios brasileños argumentan que una
meta fiscal flexible muestra mayor transparencia, muchos inversores ven
la medida como una prueba de que el Gobierno no está comprometido con la
austeridad.
La deuda pública bruta de Brasil ha subido más de 15
puntos porcentuales a un 66,2 por ciento del PIB en los últimos tres
años, y muchos analistas esperan que la deuda aumente a un 80 por ciento
del PIB en los próximos años.
Rousseff, quien lucha contra procedimientos para un
juicio político en el Congreso, está bajo una creciente presión de sus
aliados de izquierda para abandonar la austeridad y favorecer medidas
que revivan una economía e impulsar el empleo.
Una fuerte caída en los ingresos impositivos, mientras
la economía se dirige a su segundo año de recesión y un punto muerto a
nivel político en el Congreso que retrasó medidas de austeridad claves,
han complicado los esfuerzos de Rousseff para apuntalar las finanzas de
la mayor economía de América Latina.
El déficit presupuestario de Brasil ha crecido
rápidamente desde que Rousseff asumió el poder en el 2011, a un 10,3 por
ciento del PIB el año pasado. Esta cifra es cinco veces más que la
cifra negativa que el país presentó en los 12 meses hasta mediados del
2011.
En comparación, en el puntó más álgido de la crisis de deuda en 2009, Grecia presentó un déficit de 15,2 por ciento del PIB.
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