viernes, 19 de febrero de 2016

Prevenir un terremoto por los precios del petróleo

LA HABANA.- Los precios del petróleo, y no razones políticas o militares, lograron sentar en una misma mesa a representantes de gobiernos antípodas como Arabia Saudita e Irán, incluso Rusia de por medio, y alcanzar acuerdos gracias a una crisis energética de inesperada hondura.

La caída en picado de la cotización internacional del crudo con la aparición del combustible a partir de los esquistos bituminosos y su demencial explotación por la vía del fracking, alteró de forma sustantiva el equilibrio del mercado, y por vez primera en mucho tiempo la oferta le sacó varios cuerpos a la demanda mundial.

El mercado no estaba preparado para ese salto descomunal y más bien había ajustado sus mecanismos de crecimiento para un crudo con precio estable y cómodo para los productores que justificaran no detener los taladros, incluso en yacimientos muy costosos como los del Mar del Norte y el Golfo de México.

De buenas a primeras, Estados Unidos reconquistó su posición exportadora con inventarios desbordando sus grutas poco antes secas, que dieron tranquilidad ante pretéritos temores de un apagón de sus ciudades y de su sistema productivo por falta del hidrocarburo, y todo el combustible sobrante lo lanzó al mercado mundial donde sembró el caos.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) contribuyó mucho a ello al intentar no ceder espacio a la invasión de bitúmenes y mantener sus niveles de producción, e incluso aumentarlos, para no perder cuotas en el mercado internacional.

Se suscitó una guerra petrolera muy bien aprovechada por Estados Unidos en su objetivo unipolar de debilitar a Rusia y poner en crisis su economía demasiado dependiente del petróleo, y hacer lo mismo en el caso de Venezuela, cuyas estructuras se estremecieron con precios inferiores a 30 dólares el barril.

Los pies de barro de esa perspectiva estadounidense fueron, contraproducentemente, las cotizaciones internacionales que obligaron al gobierno a subvencionar el fracking cuyo barril equivalente extraído duplicaba el precio del mercado al irse por encima de los 70 dólares la unidad.

Algo semejante ocurrió -y ocurre aún- con Reino Unido, que le deja mucha pérdida mantener activos los taladros en las profundidades del Mar del Norte, pues extraer el Brent, de referencia europea, le cuesta también casi el doble del precio al que se vende.

Se entiende que la OPEP sea reticente a moderar su ritmo de extracción de crudo si los productores no OPEP mantienen o aumentan el suyo. Ahora, cuando tirios y troyanos están igualmente afectados por una depresión inducida del mercado, es lógico el acuerdo alcanzado el martes en Doha y refrendado el miércoles en Teherán.

No es la panacea ni un anuncio de que el tema queda resuelto y se reinicia el repunte al alza de los precios que tanta falta les hace a Rusia, Venezuela e Irán principalmente, pero al menos es un indicativo de que se puede llegar a una estabilidad del mercado que debe beneficiar a la economía mundial, la cual estornuda cuando el universo petrolero se agripa.

Irán ha hecho gala de buena voluntad en el acuerdo al aceptar unirse a él cuando todavía no se ha podido reponer de los estragos del bloqueo económico y financiero de que ha sido objeto ni ha recuperado su cuota petrolera en el mercado de más de 2,5 millones de barriles diarios.

El acuerdo se limita a congelar los niveles de producción de enero pasado y la restricción se debe mantener al menos tres meses para valorar la reacción del mercado y garantizar que las reservas de crudo almacenado se contraigan.

Con el anuncio del acuerdo, los precios se han estimulado y las diversas calidades se cotizan casi en 35 dólares el barril, pero si la oferta se mantiene por encima de la demanda y las reservas mundiales aumentan, pueden caer por debajo de los 20 dólares.

Eso no le conviene a nadie, pues en el mundo del petróleo no hay abejas reina que deciden cuándo poner huevos fecundados o no fecundados en el proceso de partenogénisis que da origen a las obreras y zánganos. Aquí todos los huevos tienen que ser fértiles.

Arabia Saudita ha dejado de recibir 150.000 millones de dólares desde la caída de precios. Venezuela mucho más que los sauditas, y Rusia más que ambos, y eso se siente en la economía mundial como un terremoto.

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