Mientras se fija para el día 27 de este mes de febrero el inicio del
alto el fuego en la guerra civil de Siria, en la que chocan los
encontrados intereses regionales del fragmentado Islam- entre suníes y
chiíes, entre Riad y Teherán -, vuelve a alzarse la esperanza de que,
efectivamente, la diplomacia directa entre Washington y Moscú sea capaz
de conseguir ahora lo no logrado antes en Ucrania, luego de la
Conferencia de Minks sobre el comienzo y consolidación del alto el fuego
en el Este del país entre las fuerzas de Kiev y los separatistas,
armados y sostenidos por la Rusia de Vladimir Putin.
Hasta el presente, la diplomacia directa ruso-americana practicada
por Serguei Lavrov y John Kerry, no ha conseguido evitar que la
arrancada de caballo hacia el alto el fuego, camino de la paz estable,
no se convierta en terca parada de jumento. Las ilusiones cabalgan en un
sentido y las realidades del ajedrez putiniano lo hacen en el opuesto.
De tal suerte, pensar que el 13 de abril puedan celebrarse en Siria
elecciones parlamentarias, tal como acaba de anunciar el presidente Al
Asad, apoyado en la cobertura militar de la Federación rusa, es algo que
más suena a fantasía que a fehaciente probabilidad.
Entre tanto, la gráfica de tiovivo que siguen los mercados por causa
de las oscilaciones de los precios del petróleo, en referencia Brent y
en referencia Texas, alimenta cábalas y temores de que acabe detonando –
en el contexto de la caída general de los precios de las materias
primas – un global ciclo depresivo.
Y más allá de lo que sea posible hacer a la OPEP (Organización de
Países Exportadores de Petróleo), la única certeza que cabe entrever en
el conjunto de la realidad cursante, es el dato de que no cabe hacer, en
modo alguno, es lo que se hizo en el otoño-invierno de 1973-1974, tras
de la Guerra del Ramadán, cuando el peso árabe dentro del sindicato
petrolero, se resolvió en golpe de gracia contra la estabilidad del
precio del crudo y, por consiguiente, contra el ciclo expansivo de
entonces en la economía occidental.
Ahora, en cambio, el ministro saudí de Energía acaba de reconocer la
práctica imposibilidad de operar positivamente en actuaciones orientadas
a remontar el precio del barril de petróleo. Es decir, las condiciones
cursantes sobre el precio del oro negro son diametralmente opuestas a
las que había mediada la década de los años 70 de la pasada centuria.
Tanto que entonces el mundo occidental hubo de reaccionar, ante aquella
subida del barril, con el recurso a la energía de fisión, con lo que se
abrió el ciclo de las energías alternativas, cuyo primer compás llevó
hasta la catástrofe de Chernóbil, el 26 de Abril de 1986 en el espacio
entonces soviético de la actual Ucrania.
Otros recursos frente a la capacidad de la OPEP – ahora perdida –
para operar sobre el precio del barril no se sitúan en otras energías
alternativas al propio petróleo, sino que derivan del propio
hidrocarburo por causa de las nuevas tecnologías para su extracción, de
los nuevos costes extractivos y de la nueva configuración de los
yacimientos. El peso arbitral del petróleo sobre la condicionante
energética de los procesos económicos y de los equilibrios ambientales,
ha pasado a ser arbitrado desde los escenarios creados por el petróleo
mismo. Algo que remeda el conflicto islámico generado por sus propios
fondos doctrinales y el consiguiente choque entre sus principales sectas
o tendencias, sostenidas en Riad y en Teherán.
(*) Periodista español
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