LA HABANA.- En Cuba, la apertura de la
economía a los negocios privados permitió el florecimiento de una clase
holgada, que empieza a llamar la atención en un país donde los signos
externos de riqueza estuvieron reservados por años a un puñado de
privilegiados.
Hasta hace poco, solo una pequeña élite compuesta por
militares, dirigentes de empresas estatales, trabajadores del turismo o
artistas, podían permitirse el lujo de ostentar sus riquezas, como un
automóvil o ropa de marca.
Pero hoy una nueva clase adinerada
frecuenta los restaurantes y bares en boga en los barrios "chic" de la
capital cubana, destacándose entre elegantes diplomáticos y hombres de
negocios.
Esto "se ha visto mucho más claro en los últimos cuatro o
cinco años, se disparó con la apertura al 'cuentapropismo' (trabajo
privado)", explica la psicóloga Daybell Pañellas, autora de
múltiples estudios sobre ese tema.
"Cada
día vemos mas cubanos consumiendo (...). Hay mas personas que ejercen
actividades económicas por su cuenta e imagino que eso les da la
posibilidad de poder consumir en lugares como este", declara Ernesto
Blanco, de 47 años y propietario de un restaurante de moda en
el oeste de La Habana.
Con
su apertura sin precedentes a la iniciativa privada, las reformas
lanzadas por Raúl Castro en 2008 han permitido que algunos cubanos
aumenten sus ingresos.
Según estimados, alrededor de 500.000
isleños trabajan actualmente en unos 200 oficios por "cuenta propia",
que entregan una parte significativa de sus ingresos al fisco.
Entre
ellos, son los dueños de restaurantes, mecánicos, propietarios de casas
de alquiler y emprendedores del sector de la construcción los que
obtienen los mayores ingresos, agrega Pañellas.
"El hecho de tener
tu propio negocio te hace tener una entrada muy diferente del cubano
normal (promedio). El restaurante nos ha permitido vivir mucho más
confortablemente", afirma Blanco.
Sin embargo, prefiere no dar detalles sobre sus ingresos, pues el pudor sigue siendo la norma en el país de la igualdad social.
"En Cuba, ser
rico no es el modelo, y en la población se sigue estigmatizando tener
dinero", con la notable excepción de los artistas, sostiene Pañellas.
Por
ejemplo, apunta la experta, algunos esperan que caiga la noche para
sacar sus compras del baúl del auto, para no exponerse a la envidia de
sus vecinos o a los pedidos que la vergüenza hace difícil rechazar.
La
falta de estadísticas hace difícil definir el perfil de los "nuevos
ricos", toda vez que junto con los "cuentapropistas" comienzan a
aparecer los ases del mercado negro, los exiliados que regresan (como
los autorizados por el gobierno en 2013) y los cubanos que se benefician
de sustanciales envíos de dinero desde el exterior.
Aunque su
alcance es limitado y sus niveles de riqueza están aún lejos de los
estándares de los más ricos en América Latina, la llegada de esta nueva
clase plantea la cuestión de una eventual crisis de valores en esta isla
comunista, donde el salario promedio no supera los 20 dólares al mes.
"Nosotros
no hemos perdido todavía nuestra solidaridad, nuestros valores
sociales, pero (al mismo tiempo) mas personas también constatan que sin
dinero, hay muchos accesos que están limitados (...). Esto es
ambivalente", admite Pañellas.
José Raúl Colomé, propietario de otro restaurante privado, ubicado en el barrio del Vedado, próximo
al centro de La Habana, y que recibe diariamente a 120 clientes, se
juega la carta de la solidaridad vecinal para evitar enemistades y la
codicia.
"Lo que hacemos es ayudar a los vecinos en la medida de
lo posible, de manera que el impacto no sea negativo", explica.
Y a los eventuales pedigüeños, Colomé dice que les propone un trabajo... cuando es posible.
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