MADRID.- Estos días las principales bolsas del planeta viven unas
turbulencias con significativos desplomes como no se veían desde hace
dos años. ¿Qué ha pasado para que se asusten? Ha bastado un cúmulo de
incertidumbres sobre algunos aspectos clave de la economía internacional
para poner a los mercados financieros patas arriba y hacer que
aparezcan con creciente fuerza los temores a una nueva crisis económica
global.
La desaceleración de China, los problemas de los países
emergentes agravados por el desplome del precio del petróleo o las dudas
sobre la solvencia de la banca europea, especialmente la alemana e
italiana, surgen en el horizonte como causas principales de esta
sucesión de números rojos en los parqués. Un nerviosismo en las bolsas
que plantea si están anticipando un nuevo cataclismo económico. Pero
¿hay razones suficientes para justificar el miedo de los inversores? ¿Se
aproxima una nueva crisis o sólo hay una sobreactuación de los
mercados?
Nadie duda de la ralentización de la economía. El FMI ha corregido a
la baja la previsión de crecimiento para el PIB mundial en su última
actualización de enero. El organismo prevé un incremento del 3,4% en
2016, lo que supone dos décimas menos que la anterior proyección de
octubre del año pasado. Un retroceso justificado por una mayor
desaceleración de los países emergentes. Es precisamente en esas
economías en las que se centra el foco del Fondo Internacional en los
últimos meses. «Las tasas de crecimiento están bajando, los flujos de
capital se han revertido y las perspectivas a medio plazo se han
deteriorado de manera aguda», señaló la directora gerente del FMI,
Christine Lagarde, hace unos días echando más madera sobre los temores
internacionales.
Sin embargo, la incógnita radica en saber si esta ralentización es
suficiente para generar una nueva crisis. Los expertos están de acuerdo
en que, a día de hoy, no hay ningún dato que haga pensar en una nueva
tormenta económica como la iniciada en 2008. «Mi impresión es que se
trata de una sobrerreacción de los mercados», sostiene Federico
Steinberg, investigador de Economía y Comercio Internacional del español Real
Instituto Elcano. Este experto señala que las cifras de los emergentes
muestran una desaceleración -salvo en India- que el crecimiento de EE UU
y Europa es insuficiente para compensar en el crecimiento global.
«Los mercados financieros son más volátiles que la economía real y a
veces exageran sus movimientos», estima Josep Comajuncosa, profesor del
departamento de Economía y Finanzas de Esade. Este experto recuerda que
la duda sobre la que se debaten los inversores es si esto se convierte
en un episodio de recesión como en 2009 o si sólo se limita a las
dificultades de los emergentes para recuperar el ritmo de crecimiento.
«No preveo que haya un escenario de vuelta a la recesión global»,
explica. En cualquier caso advierte de que si los mercados «magnifican»
las incertidumbres pueden convertirse en un problema adicional: «Las
bolsas no pueden ser el detonante para una recesión a nivel global. Son
un elemento, pero no suficiente. Pero sí pueden dificultar alcanzar la
recuperación».
Para otros expertos, la crisis de 2008 y la que podría estallar ahora
no son comparables. «La crisis nunca fue global, fue más bien una
crisis a ambas orillas del Atlántico. Lo que podemos ver ahora es una
posible crisis que sería más amplia si se confirmara, con su principal
foco en China y los emergentes», expone Santiago Carbó, catedrático de
Economía de la Bangor University y director de Estudios Financieros de
Funcas. En su opinión, «el riesgo no es despreciable», aunque también
insiste en que la situación no tiene por qué ser tan grave: «Hay un
cambio de paradigma en el que el crecimiento mundial tiene que corregir
su nivel, porque ha habido distintas burbujas (tecnológica, financiera,
de materias primas) y se ha acumulado demasiada deuda».
Sin duda el nombre de China aparece en todas las conversaciones sobre
riesgos actuales. El gigante asiático cerró 2015 con el menor
crecimiento en 25 años (6,9%) y la previsión para 2016 es aún más baja
(6,3%). «Hay un problema de confianza en China. Las dudas son si las
autoridades van a ser capaces de gestionar el aterrizaje suave de su
economía», explica Steinberg. Las actuaciones titubeantes durante las
caídas de la Bolsa de Shanghái de comienzos de año levantaron dudas. Sin
embargo, Steinberg se muestra optimista sobre la capacidad de los
dirigentes del país. «Las autoridades han demostrado en los últimos años
que son capaces».
«Vivimos momentos convulsos y China genera dudas. Por su tamaño
siempre será un riesgo sistémico para los mercados», explica Javier
Díaz-Giménez, profesor del IESE. En su opinión, el problema que existe
con el gigante asiático es que es una «economía dirigida con datos
oficiales que puedes no creértelos». En cualquier caso, tiene claro que
su economía aún es sólida. «2016 será el año de recesión de Brasil y
Rusia, pero no de China», insiste.
Precisamente países como Rusia, cuya estimación de crecimiento para
este año es del -1%, están sufriendo por el desplome de las materias
primas. «Sin duda los países exportadores de petróleo y gas van a
pasarlo mal», sostiene el profesor de Esade Comajuncosa. En este
sentido, recuerda que para la economía global el abaratamiento del crudo
es positivo. En su opinión, el problema radica en que los precios caen
más de lo esperado como consecuencia de la debilidad de la demanda de
países claves como los emergentes.
El último factor en sumarse a la incertidumbre global es un viejo
conocido de la anterior crisis: el sistema bancario europeo. Y es que
las bolsas han castigado desde comienzos de año con especial virulencia a
las entidades financieras del viejo continente por las dudas sobre su
solvencia. Comajuncosa considera que lo fundamental es detectar qué
bancos tienen problemas de balance y recapitalizarlos en los mercados y,
si no es posible, a través de los Estados. «Lo importante es detectar
el problema y aislarlo», explica. Entre los bancos señalados se
encuentran gigantes como el Deutsche Bank alemán, que ha perdido casi la
mitad de su capitalización en lo que va de año.
Por su parte, el profesor Díaz-Giménez, del IESE, tiene claro que la
situación de algunas grandes entidades financieras europeas es otra
causa de la inestabilidad. «Por supuesto hay dudas sobre la banca
europea. No hay mecanismos de resolución claros. No hay un sistema de
garantía de depósitos común. Y tienen un problema de negocio», asegura,
aunque reconoce que se han dado pasos positivos en los últimos años. El
tiempo dirá si los suficientes para evitar otra crisis.
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