La economía española produjo el año pasado un 4% menos que en el año
2007, último de la anterior fase alcista. Respecto al año 2014, el
crecimiento del PIB fue del 3,2%, segundo avance anual consecutivo tras
el leve aumento del año anterior. La recesión ha hundido la capacidad
productiva nacional de la que justo ahora empieza a recuperarse con
cierto vigor.
Si en el año 2016 las cosas van más o menos como en el año
2015, lo que no será fácil por diversas circunstancias, llegaríamos al
umbral del año 2017 (es decir, diez años después del último momento de
esplendor) en condiciones similares, aunque posiblemente con una tasa de
paro muy elevada pero en cualquier caso por debajo del 20% actual. Los
datos que acaba de ofrecer el Instituto Nacional de Estadística (INE)
son en todo caso un buen motivo de satisfacción pero deben quedar m
atizados por lo que aún resta por hacer, que no es poco.
Una de las preguntas más relevantes en estos momentos es la de si
efectivamente a principios del año 2017 España estará ya en condiciones
de haber recuperado plenamente todas las pérdidas registradas en estos
ocho últimos años, en las cuales se ha destruido parte del tejido
económico y financiero, sólo en parte reconstruido y sustituido por otro
nuevo en los años de duro ajuste.
Para alcanzar aquellos niveles de riqueza colectiva del año 2007, la
economía debería registrar un crecimiento superior al 4% este año, lo
que no parece probable. Hay muchos elementos que favorecerían un avance
adicional de la producción de la economía, como el bajo precio del
petróleo o los ínfimos tipos de interés existentes. Hay también otro
factor importante que está alimentando el crecimiento, sobre todo del
consumo interno, que es la mejora del empleo, gracias a la cual, con
500.000 personas más enroladas en el ciclo productivo cada año, la
demanda se expande a ritmos bastante apropiados, en torno al 3%.
En todo caso, hay que recordar que en el año 2015, el crecimiento del
empleo, con ser elevado, fue algo inferior al del PIB, lo que arroja
algunos motivos de reflexión de cara al año en curso y siguientes. Las
condiciones del mercado laboral deberían ser más positivas para el
crecimiento económico, aunque el aumento de la productividad tiene
también sus ventajas indudables. Pero no parecen haber sido bien
explotadas por España en el curso del año pasado, a juzgar por el menor
crecimiento de las exportaciones, que ha sido en los últimos meses uno
de los puntos menos favorables de la economía.
Precisamente un impulso exportador creciente podría reforzar la
continuidad de la fase alcista de la economía, aunque las condiciones de
los mercados internacionales no ayuden en estos momentos. La caída del
precio del petróleo ha recortado con fuerza la capacidad de compra de
algunas economías a las que España exportaba en proporciones notables.
Otras economías emergentes están en fase crítica, con agudas recesiones,
como es el caso de Brasil, una de las economías más vinculadas a
España.
La exportación encierra la clave, en todo caso, de las
posibilidades de crecimiento español en el año que acaba de comenzar.
Pero este complemento exportador será sólo el elemento adicional del
principal motor de crecimiento del país, que reside en la demanda
interna y en la creación de empleo como alimentador de esta creciente
demanda. En todo caso, la incertidumbre política puede poner en
entredicho esta dinámica.
(*) Periodista y economista español
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