Alemania ha confesado que su economía no está en plena forma. En
realidad lo han dicho los cinco sabios, un grupo de expertos al que
normalmente se le otorga un alta nivel de credibilidad porque la
historia de sus predicciones es razonablemente favorable, suelen acertar
y, en consecuencia, los Gobiernos le hacen más casos que a otros
analistas menos certeros o más livianos en ideas y sugerencias.
La
última previsión que acaban de formular los sabios dice que Alemania
crecerá este año un 1,5% frente al 1,6% de aumento del PIB que se le
atribuía a la economía germana en las previsiones que se manejaban hasta
la fecha. Más atónitos aún se han quedado quienes han reparado en las
pesimistas previsiones de inflación, que se esperaban del 1,2% y que
ahora apenas superan el 0,3%, un nivel que apunta a frenazo en toda
regla.
No es una revisión dramática la del PIB, apenas una décima a la baja.
Pero sabe mal. Los esfuerzos continuados del Banco Central Europeo
(BCE) por estimular la economía de la zona euro están dando resultados
menos favorables de lo que se esperaba, a pesar de que el banco de la
zona euro ha ido en sus estímulos más allá de lo que recomiendan los
expertos más ortodoxos, que en Alemania son legión y que además están
muy bien organizados y tienen peso considerable en la opinión pública y
en los políticos. Sobre todo el Bundesbank, el banco central de
Alemania, nido de economistas amantes de lo correcto como nadie en el
mundo desarrollado., Ni qué decir tiene que viven últimamente turbados
por las repetidas salidas de tono de Mario Draghi con el timón del BCE
en la mano.
Pero ni las temeridades de Draghi están facilitando la recuperación
de la economía europea. Desde luego, no la de su principal agente,
Alemania, de la que se espera siempre que ejerza el papel de motor de la
economía europea y, por derivación, en parte de la potencial estrategia
alcista de la economía occidental, ya que desde la ausencia a pleno
pulmón de China, la economía de Estados Unidos se ha quedado como único
valedor de los deseos expansivos de la economía global. Alemania ha
llevado a cabo una política bastante rigurosa de ajuste en los últimos
años, de forma que su permanente predicación de rigor lo ha aplicado a
su propia casa con fervor y éxito. Ya no sabe lo que es tener déficit
cuando los demás países europeos, incluso los grandes, siguen
incumpliendo sistemáticamente las previsiones que entregan cada año a
los organismos comunitarios.
La debilidad del crecimiento económico alemán es, en suma, una mala
noticia para el conjunto de la Unión Europea y en consecuencia también
para España, ya que el componente exportador de la economía española
tiene en Alemania una importante fuente de asimilación. Y si Alemania no
está económicamente alegre, las exportaciones españolas lo sufren,
entre otras cosas porque las multinacionales alemanas han derivado hacia
la gran factoría industrial española una parte de su capacidad
productiva, que logran a costes y precios más asequibles dentro de las
fronteras españolas.
En el análisis de la actual situación económica global, los “sabios”
alemanes consideran que el horizonte económico y geopolítico mundial no
está plenamente despejado, de ahí la cautela con la que formulan sus
previsiones económicas para la propia Alemania. Los riesgos sobre el
euro forman parte de esa panoplia de preocupaciones que atormentan a los
economistas y desde luego la escasa eficacia de los instrumentos que
maneja el BCE, que sigue sin obtener el premio a sus denodados esfuerzos
de estímulo, a pesar de que algunas de las políticas de perfil
expansivo que está utilizando se han saltado ya todas las reglas de la
ortodoxia y del recetario tradicional.
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