viernes, 11 de marzo de 2016

La casa por la ventana / Primo González *

Pocos esperaban tanto del Banco Central Europeo (BE) en su reunión de esta semana. MarioDraghi ha tirado literalmente la casa por la ventana. Ha dejado el tipo oficial a 0%, ha ampliado el volumen de compra de activos en más de lo que se esperaba y ha incluido bonos de compañías no financieras en su programa de compra de activos, lo que es un detalle adicional de la actitud casi desesperada de los banqueros centrales europeos en su intento por acelerar la actividad económica y elevar la inflación.

La base de la que han partido los rectores del BCE para reforzar las medidas de apoyo a la economía, utilizando instrumentos cada vez menos ortodoxos, ha sido la deteriorada situación de la economía europea, que no acaba de remontar. Hay una cierta recuperación de la actividad, pero no es suficiente y desde luego queda bastante por debajo de lo previsto, como han constatado en las últimas semanas los analistas del BCE. Su previsión de crecimiento del PIB para este año ha menguado hasta un escuálido 1,4% cuando hace apenas dos meses se estimaba del 1,7%. La revisión a la baja en la previsión de crecimiento económico, realizada en tan breve espacio de tiempo, es demasiado dura y parece explicar (y justificar) la impaciencia de los banqueros centrales.

Los jerarcas del BCE siguen clamando en favor de medidas económicas reales por parte de los Gobiernos (más inversión pública, sobre todo, menos rigor presupuestario,…) pero Alemania, que es la piedra angular del sistema, entre otras cosas porque es el socio mayor en volumen y porque tiene los números más ordenados que nadie, sigue haciendo oídos sordos. Alemania no está dispuesta a convertirse en locomotora de un continente en donde hay tantas disonancias. Francia va a su aire y no le va nada bien. Italia sigue sin resolver su problema bancario, que incluso se está agravando. En los aledaños del euro, Gran Bretaña no inspira más que recelos últimamente y no va todo lo bien que se podría esperar.

Por otro lado, los impulsos que soplaban de cola (precio del petróleo) ya no hacen efecto porque se ha terminado la fiesta de los consumidores de hidrocarburos y ahora toca consolidar precios, que incluso empiezan a subir, aunque sin efectos plausibles aún sobre la inflación, que sigue ausente. El panorama económico general, en suma, es poco gratificante. Sin crecimiento suficiente y con la inflación más cerca de cero que de otra cosa, el BCE lo único que puede hacer es echar más leña para que se anime la fiesta.

Lo malo de tano despilfarro de esfuerzos es que los problemas que pueden sobrevenir no son pocos. Uno de ellos, quizás el mayor, es la delicada situación en la que se coloca al sector financiero europeo, ya que condenar al sistema a tipos cero durante uno o dos años, como ha vaticinado el propio Draghi, no es plato de buen gusto. El equilibrio financiero de la propia Eurozona puede venirse abajo. Los tipos cero no han sido hasta el momento una garantía de crecimiento y nada parece indicar que, en ausencia de otras medidas, vayan a tener efectos positivos en los próximos meses, aunque sí que tendrán efecto nocivos sobre el sector financiero, condenado a la abstinencia y a una penuria de márgenes que pueden causar daños no precisamente colaterales.


(*) Periodista y economista español


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