“No
corresponde a Estados Unidos determinar la forma de Gobierno de Cuba ni
tampoco su economía”, ha dicho Barack Obama en La Habana. Naturalmente
que no: será la economía lo que determine la forma de Gobierno de Cuba,
su evolución y sus propósitos, como siempre ha sido y siempre será en
cualquier rincón del globo. La visita del presidente estadounidense a la
isla, la cual se está desarrollando en un ambiente relajado y
diplomáticamente saludable, es la mejor prueba de esta afirmación.
El
escenario post-Fidel, que durante tantas décadas ha dado lugar a
todo tipo de especulaciones utópicas o distópicas, ya está
aquí. El mayor de los Castro aún no es un cadáver físico pero
políticamente hace tiempo que está entumecido por el rigor
mortis, y ha sido el cambio de testigo lo que ha permitido
emprender la senda que conduce al momento histórico que estamos
viviendo. Raúl, al contrario que su menos razonable hermano, ha
sabido ver que no hay futuro para el proyecto cubano sin apertura a
los flujos inversores. La senilidad como motor de las relaciones
internacionales.
El relevo en el liderazgo del bastión
socialista del Caribe es un reflejo de los cambios acontecidos en
la tremendamente resiliente sociedad cubana. Ahora la antorcha
la porta una generación a la que la palabra “Revolución” suena a
vocablo caduco, manoseado y a veces, hasta prostituido.
Secretamente –por la cuenta que les trae- desean la definitiva
extinción política de los dinosaurios que controlan sus vidas,
negocios y hacienda. Obama ha logrado lo que lo que no
consiguieron Papas ni jerarcas soviéticos: convertirse en el
meteorito. Un asteroide de cara amable, pero que no dejará títere
con cabeza.
La normalización de las relaciones con Cuba no
es sólo la mayor de las herencias que dejará el bienintencionado
aunque maniatado dirigente afroamericano tras un mandato
decepcionante. También representa la congelación de las últimas
pavesas de ese terrible fracaso que fue –es- la Guerra Fría –lo de
Corea del Norte no es sino una macabra parodia- y el primer paso
hacia el asilo de la cuadrilla de nonagenarios que aún rige los
destinos de la isla. Raúl Castro se ha bajado del monte en un gesto
con el que reconoce implícitamente que ni él ni su hermano tienen
asiento en el vuelo del siglo XXI. Una época en la que los ideales que
defendieron han mutado en formas extrañas y corruptas,
principalmente debido a la deriva de personajes como ellos.
Queda
mucho por hacer, desde luego. Apaciguar a los halcones
conservadores del Congreso y al ‘lobby’ cubano y acelerar la
destrucción legislativa del infame bloqueo –el error más
prolongado de la Historia reciente- no estaría mal para empezar.
Quedémonos, no obstante, con este sumario: hace 54 años (un suspiro
en el reloj de la Historia) unos misiles soviéticos emplazados en
la bella isla del Caribe estuvieron a punto de llevar a la humanidad
al abismo nuclear. Hoy, un mandatario yanqui se hace fotos en la
Plaza de la Revolución con la efigie del Che de fondo. Y han sido los
flujos económicos, que no entienden de ideologías ni de
panfletos, los catalizadores del cambio.
(*) Periodista
https://www.capitalmadrid.com/2016/3/22/41624/los-dinosaurios-cubanos-se-topan-con-el-meteorito-obama.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario