domingo, 13 de marzo de 2016

Entre Draghi y Erdogan / José Borrell *

El presidente del BCE y el presidente de Turquía han sido los personajes de esta semana europea. Un semana que acabará con las importantes elecciones regionales en tres landers de Alemania este domingo 13 de marzo.

Draghi personaliza el problema de la inestabilidad macroeconómica en una Europa inundada de liquidez, pero falta de crecimiento. Y Erdogan, el de los inmigrantes-demandantes de asilo, al que Merkel ha subcontratado el control de las fronteras de una UE debilitada, desunida e impotente para hacer frente a la avalancha humana que llega a Grecia para encontrar cerrada la ruta de los Balcanes hacia Centroeuropa. Y digo Merkel, porque ha sido bien la Canciller alemana la que ha impulsado el acuerdo de la Cumbre UE-Turquía del pasado lunes 7 de marzo, bypasando al Presidente del Consejo y teniendo bien presente la cita electoral de este domingo, en el que 13 millones de alemanes, distribuidos entre el rico Baden-Württemberg, la Renania-Palatinado agrícola y el land del este de Sajonia-Anhalt, verdadero pariente pobre de la reunificación.

Las medidas que Draghi ha anunciado este jueves 10 de marzo para reanimar la economía y combatir la deflación han sido contundentes, incluso más de lo que se esperaba, pero han dejado perplejos a los mercados que han bailado un increíble yo-yo de subidas y bajadas. Subidas, porque el BCE sigue dispuesto a actuar y asegura tener municiones suficientes para hacerlo. Y bajadas, porque al mismo tiempo rebaja la previsión de crecimiento de la eurozona al 1,4% para el 2016, una expectativa nada positiva.

Pero Draghi dispone de medios limitados para reactivar este crecimiento anémico. Y, como todos los banqueros centrales, se enfrenta a críticas crecientes por las políticas de expansión monetaria que no se trasmiten a la economía real y alimentan burbujas especulativas. Es seguro que el BCE no podrá resolver el solo el problema. Necesita que los gobiernos cooperen con políticas fiscales más expansivas, sobre todo teniendo en cuenta los bajos niveles a los que ha caído al inversión en Europa. Pero eso, de momento sigue chocando con la oposición ortodoxa alemana.

Pero dejemos reposar a los mercados para poder evaluar mejor la próxima semana las capacidades y los riesgos de esa política y concentremos el análisis de esta intensa semana europea en la cuestión de la inmigración y el polémico acuerdo con Turquía.

Ese acuerdo representa un cambio mayor en la política seguida hasta ahora por la UE. Al principio Europa quiso responder colectivamente al desafío representado por los flujos migratorios provenientes de un Medio Oriente en guerra. Y hacerlo de acuerdo con sus valores y sus compromisos jurídicos. Se propuso repartir la carga y distribuir los emigrantes que llegaban a Grecia e Italia entre todos los Estados miembros de acuerdo con sus capacidades.

Pero la intensidad del flujo de inmigrantes-demandantes de asilo ha sido mucho mayor de lo esperado y que los europeos hemos demostrado ser incapaces de gestionar. Según el director de Frontex, desde el principio del año, han llegado 236.000 inmigrantes ilegales a la UE, de los cuales 121.000 han desembarcado en Grecia. Desde que el pasado 20 de febrero se aplicaron controles, o mejor dicho el cuasi cierre de la frontera con Macedonia, casi 40.000 inmigrantes han llegado a las islas griegas.

Ante un fenómeno de esta magnitud, Europa no ha sido capaz de aplicar esta política colectiva. Mas bien se ha dividido y enfrentado entre si, incapaz de aplicar una política de asilo común que corresponsabilizara a todos los Estados miembros y no solo a los que eran puerta de entrada obligatoria o destino deseado. A este fracaso han contribuido mucho las actitudes de los países del Este, rapidos en pedir solidaridad y muy reacios a practicarla.

En consecuencia, muchas cosas han cambiado. Empezando por la propia Merkel, que hace seis meses, a la vuelta del verano recibía sonriente a los refugiados sirios en las estaciones de tren alemanas y que ahora, mientras las fronteras de Europa se llenan de muros y de alambres de púas y el 56% de los alemanes desaprueba la política de migración de su canciller, ha hecho prueba de realpolitick y ha impulsado un acuerdo controvertido con Turquía para que esta se convierta, adecuadamente retribuida y reconocida, en el guardián de las puertas de una Europa dividida e impotente para resolver el problema por sí misma.

Pero este plan, al que nadie entre los miembros del Consejo parece haberse opuesto abiertamente en Bruselas, suscita cada vez más dudas sobre sus bases jurídicas y su aplicación práctica. Dudas que crecen a medida que se trata de concretarlo para que sea aprobado por una nueva reunión del Consejo los próximos 17 18 de marzo.

La base del acuerdo es que Turquia readmita a todos los sirios que a partir de ahora serán devueltos desde Grecia, igual que si fueran inmigrantes económicos que no tienen derecho al asilo, a cambio de la promesa de la Unión Europea de acoger el mismo número de sirios demandantes de asilo, que llegaran a través de “corredores humanitarios” para así quitar el mercado a los traficantes de seres humanos.

Pero no todos están se acuerdo con este principio. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, ya ha esgrimido la amenaza de vetarlo por razones de principio.

Otros países creen que se está dando demasiado a Turquia a cambio de este acuerdo de “1 por1″. No solo en términos económicos, 3.000 millones de euros además de 3 mil millones prometidos en el acuerdo previo de noviembre de 2015 para limitar las salidas de los emigrantes hacia Europa, que prácticamente no se ha cumplido.

El temor a un veto de Francia

Turquía también solicita que sus nacionales estén exentos de visado para entrar en la zona Schengen a partir de junio. No es seguro que todos los países acepten esta via express. Francia y Austria ya han exigido que Turquía esté sujeta al procedimiento habitual y respete todos los criterios para la liberalización de visados. Pero esta parece ser una condición irrenunciable para Erdoan.

El problema más importante es el de la legalidad del principio de “un sirio rechazado contra un sirio aceptado”. El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos de la ONU, Zeid Ra’ad Al Hussein ya lo ha criticado. Parece que director del servicio jurídico del Consejo Europeo, fue muy cuidadoso, diciendo a los ministro, que no puede “en este momento no pude determinar la legalidad de la propuesta y que es necesario esperar el resultado de las negociaciones entre el Presidente del Consejo, Donald Tusk con Turquia.

Toda una serie de cuestiones se plantean desde un perspectiva jurídica y moral. ¿Se puede rechazar, incluso por la fuerza, a un demandante de asilo que llega a las costas europeas? Se parece bastante a las devoluciones “en caliente” tan criticadas, y la promesa de que se admitirá a otro en compensación no parece ni muy jurídica ni muy respetuosa de los derechos del afectado. También plantea problemas el respeto por Turquía del estado de derecho y de la Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados. También se discute su condición de “tercer país seguro”, necesaria para que Grecia pueda reenviar los inmigrantes ilegales incluyendo sirios demandantes de asilo.

Esta también por ver que dirá Chipre ante la promesa de reabrir las negociaciones de adhesión, y el Parlamento Europeo no parece muy entusiasta. Solo el líder alemán del Partido Popular Europeo ha defendido tibiamente el proyecto. Y los diputados se preguntarán cuales políticas serán sacrificadas para financiar a Turquía.

Pero mas allá de todos estos problemas, los europeos nos enfrentamos a las paradojas resultantes de nuestra debilidad y creciente desunión. No queremos a Turquia en la UE, Merkel sobre todo no la quiere, y Sigmar Gabriel, el presidente del Partido Socialdemócrata (SPD, que apoya el acuerdo, ya ha dicho que la adhesión de Turquía a la UE no está en la agenda porque “Turquía no está en condiciones de entrar en la Unión Europea”.

Pero, nos guste o no, y dadas nuestras debilidades y divisiones, las circunstancias de nuestra frontera oriental hacen que cada vez más la superación de la crisis no la encontraremos entre los 28 sino entre los 28 + Turquía.

No la queremos como miembro de la UE, pero no podemos prescindir de su ayuda y cooperación. ¿Qué consecuencias habrá que sacar de esta situación?


(*) Ex presidente del Parlamento Europeo


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