La economía española ha salido bastante bien parada de la revisión de
previsiones anunciada este martes por el Fondo Monetario Internacional
(FMI). El PIB español, según los analistas del Fondo, crecerá este año
un 2,6%, apenas una décima menos de lo previsto hace unos meses (enero,
un recorte que nos deja en una excelente posición comparativa con el
resto de las grandes economías o bloques económicos, entre los cuales
han rebajas de dos décimas e incluso superiores (Reino Unido, tres
décimas menos de lo previsto y Japón cinco décimas menos, por hablar de
los países desarrollados que más nos conciernen.
Además del escaso recorte de las previsiones, España mantiene un
ritmo de crecimiento, siempre según las estimaciones del FMI, bastante
elevado, del 2,6%, frente al 1,5% previsto para la Eurozona, el 2,4%
para Estados Unidos y el 1,9% para las economías desarrolladas. En la
Eurozona, entre las grandes economías, la que más se aproxima es
Alemania, con una previsión de crecimiento del 1,5%. España se
mantendrá, por lo tanto, como la economía más dinámica de la zona euro
durante este año, si se consideran las cifras de las economías de
mayor nivel, es decir, de las cuatro grandes. A Italia, por ejemplo, le
han revisado a la baja el crecimiento en tres décimas, hasta el 1%.
Por lo tanto, la desgraciada circunstancia política que tanto
preocupa a los medios económicos (el retraso en la formación de un
Gobierno estable) tiene por el momento, y siempre de acuerdo con las
previsiones, una importancia relativa. Bien es verdad que, de existir
una situación política óptima, a lo mejor la economía española habría
sido merecedora de una revisión al alza en las previsiones, en vez de
tener que conformarnos con un 2,6% de subida del PIB durante este año en
el que el país parece condenado a vivir sin Gobierno salido de las
urnas más tiempo del que podríamos estar gobernados conforme a la
normalidad. Tener un Gobierno en funciones, y por ello con sus
facultades limitadas, no es un buen estado para la economía debido a la
paralización de muchas decisiones, sobre todo de inversión.
Es más, ni siquiera las previsiones que acaba de elaborar el FMI para
el año 2017 (el horizonte de análisis abarca dos años) parecen
afectadas por esta situación de interinidad política. Para el año que
viene, España crecerá lo mismo de lo que se preveía hace unos meses, un
2,3%, en contraste con los recortes que se observan en las demás
economías desarrolladas.
Lo que sin embargo resulta menos alentador de las previsiones
económicas del FMI es el sombrío panorama económico que se vislumbra
para este año y el que viene en la economía global, en la que se prevén
ritmos de crecimiento más modestos aún de los que ya se vaticinaban. Y
esto sí que afecta al porvenir de la economía española en el medio
plazo, ya que tendrá una influencia negativa sobre las exportaciones y
por lo tanto sobre el potencial de crecimiento del país. Lo que más
llama la atención de los análisis que estos días está ofreciendo el
Fondo Monetario Internacional y algunos otros expertos es el imprevisto
impacto del abaratamiento de los precios del petróleo, que está pasando
bastante más desapercibido de lo esperado.
La bajada de los precios de la energía no ha sido un detonador del
crecimiento de la economía mundial y ni siquiera lo ha sido de los
países desarrollados, en los que, dada su condición de importadores
netos de energía, más se podría haber notado el impacto positivo del
trasvase de recursos en favor de un mayor dinamismo del consumo.
(*) Periodista y economista español
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