PARÍS.- Los indignados de
París, reunidos desde hace 11 días en la plaza de la República bajo el
movimiento "Nuit debout" (noche en pie), condenaron hoy los actos
violentos que tuvieron lugar anoche pero pretenden mantener su
movimiento de protesta.
Mientras sus acampadas se extienden por más ciudades, unas 60 según
su recuento, el movimiento no quiere que se le identifique con las
imágenes de choques entre manifestantes radicales y antidisturbios que
han tenido lugar en las últimas horas.
Primero, con disturbios tras las manifestaciones que ayer recorrió
las calles de unas 200 ciudades en contra de la reforma laboral que
prepara el Gobierno del presidente francés, François Hollande.
Posteriormente, entrada ya la noche, cuando un grupo de unas 300
personas, según las autoridades, abandonó la plaza de la República para
intentar manifestarse frente al domicilio del primer ministro, Manuel
Valls.
Un destacamento policial se lo impidió y se repitieron de nuevo las
imágenes de enfrentamientos entre radicales encapuchados y
antidisturbios, con intercambio de objetos de un lado y de gases
lacrimógenos del otro.
"No queremos que se nos relacione con esos hechos, este es un
movimiento pacífico", asegura Céline, estudiante de 19 años que acude
regularmente a la plaza de la República desde la primera acampada de la
noche del pasado día 31.
En las improvisadas casetas levantadas por los organizadores de "Nuit
debout" el discurso es claro de condena a esos actos violentos.
"Incluso tenemos miedo", relata un joven que no quiere dar su nombre
pero que asegura que anoche fueron miembros del colectivo quienes
pidieron a la policía intervenir en la plaza contra los grupos
radicales.
Lo hicieron después de que algunos de ellos incendiaran un vehículo
en la plaza, lo que obligó también a intervenir a los bomberos.
"Nuit debout" quiere mantener la presión, seguir con la movilización.
Difícil discernir cuales son las reivindicaciones del grupo, que se
nutre de aportaciones eclécticas, enarboladas en asambleas de larga
duración con intervenciones de diferente signo.
Todos coinciden en que la oposición a la reforma laboral no es su
único objetivo, aunque su eclosión estuvo ligada a las manifestaciones
contra ese proyecto, la última gran reforma del mandato actual de
Hollande.
Pero en sus espaldas pesa mantener viva la llama de la protesta hasta
que el próximo día 28 sindicatos y organizaciones estudiantiles vuelvan
a convocar una gran manifestación contra esa reforma, que consideran
demasiado liberal.
Esa tregua será también utilizada por el Gobierno para tratar de
hacer descender la oposición a un texto clave para lo que queda de
legislatura, a poco más de un año para las presidenciales.
Valls recibirá mañana, lunes, a las organizaciones estudiantiles y
según diversos medios puede anunciar medidas en favor de los jóvenes en
busca de empleo.
El propio Hollande, que los sondeos sitúan con pocas opciones de
renovar su victoria, jugará su penúltima carta el próximo jueves en una
intervención televisiva en la que responderá, cara a cara, a cuestiones
de los franceses.
Un sondeo publicado hoy por el semanario "Le Journal du Dimanche"
señala que el 80 % de los franceses no quiere que Hollande se presente
de nuevo a las presidenciales.
El jefe del Estado se encuentra atrapado entre la protesta de la
calle, que considera su política demasiado conservadora, y su propio
ministro de Economía, Emmanuel Macron, que acaba de lanzar un movimiento
político para avanzar más rápido en sus reformas liberalizadoras.
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