Obama en
Londres: "el Brexit colocaría al RU al final de la cola en sus
negociaciones comerciales, no sólo con la UE, sino también con los EEUU
(...) No pretendo determinar el voto, sino sólo ofrecer mi opinión".
Opinión contundente: EEUU no serán para la Gran Bretaña el sustituto
comercial de la UE. Obama en Alemania: "urge concluir el Transatlantic
Trade and Investment Partnership". Todo un síntoma. Estados Unidos teme
tanto la salida del Reino Unido como la paralización del comercio
internacional por la crisis.
En
efecto, la oposición al tratado Europa-EEUU crece a este lado del
Atlántico - temor a una pérdida de soberanía frente a las
multinacionales y las soluciones a través de arbitrajes y no
mediante negociaciones entre estados-, lo mismo sucede del lado
americano. Los candidatos a la presidencia, republicanos y
demócratas, proclaman un rechazo a la globalización, aunque
quizá, si Hillary Clinton fuese la triunfadora pudiese haber un
cambio de actitud.
La Organización Mundial de Comercio no
consiguió en Doha, noviembre 2001, avanzar por la senda del
multilateralismo. El frenazo se está intentando resolver a
través de acuerdos trasnacionales. En efecto el TTP sería el
vehículo para reforzar la cooperación comercial y económica de
los países de la cuenca del pacífico y, de alguna manera, un
mecanismo de contención ante una eventual hegemonía china.
Donald
Trump ha propuesto un arancel disuasorio para las mercancías
chinas, en tanto que Hillary Clinton ha manifestado su oposición
al acuerdo ya negociado por los doce países del TTP. No habrá
aprobación en el Congreso. Republicanos y demócratas exigen "fair
trade" un comercio limpio sin ayudas estatales o manejos en los
tipos de cambio.
El rechazo a la globalización en su forma
total, Doha, o mediante acuerdos trasnacionales, no ya es sólo una
reacción populista en los EEUU sino que alcanza a las clases
medias que han visto sus niveles de vida retroceder mientras
aumentaban los beneficios de las grandes corporaciones.
Hay
además un cambio en la naturaleza en las negociaciones
comerciales. No es una simple discusión sobre el nivel de los
aranceles lo que se discute, sino un complejo conglomerado de
especificaciones técnicas, caso de los automóviles o la
maquinaria, derechos de propiedad intelectual, protección de
datos o normas sanitarias sobre el tratamiento de los alimentos;
Europa rechaza los transgénicos. En definitiva, se están
replanteando requisitos muy asentados en las culturas
nacionales, así como en las reglamentaciones soberanas
internas.
Existe, por otro lado, un factor político,
importantísimo. La liberalización comercial fue una de las
armas estratégicas alentada por los EEUU en su enfrentamiento con
el sistema soviético. El libre mercado aumentó la solidaridad y
los vínculos entre los países capitalistas, generó una extensa
prosperidad y, sin duda, contribuyó a la caída de los sistemas
totalitarios.
La guerra fría es un recuerdo histórico, y en
2001 China entra como miembro de la OMC para convertirse en su
principal beneficiario. Un competidor terrible. Las
importaciones procedentes de China, antes irrelevantes,
equivalen el 2,7% del PIB de los EEUU (curiosamente un porcentaje
equivalente al que representan las compras españolas en China).
Este
temible competidor resulta mucho más dañino en estos tiempos de
recesión. De los 6 millones de trabajadores industriales que
perdieron su empleo entre 2001 y 2010 en los EEUU se ha estimado que
unos 700.000 corresponden a la competencia de las mercancías
chinas. No es una cifra espeluznante pero si lo suficientemente
visible para que los contendientes a la Casa Blanca reclamen daños y
perjuicios para los damnificados.
Por supuesto 700.000 son
menos que 6 millones. En España no se ha hecho ningún cálculo, aunque
cualquiera que fuesen las cifras resultaría que como en EEUU la
principal causa del paro ha sido la crisis y la caída de la demanda
interna, pero China importa.
En los dos primeros meses del año,
el valor de las importaciones españolas ha crecido un modesto 1%
respecto al mismo periodo del 2015; las compras en China aumentaron
un 7,4%. En 2014 las importaciones españolas avanzaron un 3,7% y
un 19,5% las que procedían de China.
La marcha de las ventas chinas a España desde su ingreso en la OMC ha
sido meteórica. A comienzos de siglo ascendía a unos 2.000 millones
de euros y en 2008, último año del boom financiero inmobiliario
español, alcanzaron los 20.500 millones. Es decir que se han
multiplicado por 10. En 2015 se aproximaron a los 24.000
millones. La crisis tampoco las ha frenado.
El comercio
exterior no es objeto de gran preocupación por parte de nuestra
clase política. Lo que a veces prevalece es la anécdota, como las
manifestaciones en Alemania contra el TTIP; poca o escasa
curiosidad por conocer la opinión de la ciudadanía española sobre
las ventajas o inconvenientes del Tratado o sobre la
globalización de los intercambios. En Alemania, país muy
dependiente del comercio internacional, el número de
ciudadanos a favor del libre comercio ha bajado del 90% en 2014 al
56% actualmente.
Algunos comentaristas europeos señalan que
quizás sería prudente buscar un momento más oportuno para la
conclusión y ratificación del TTIP dados los actuales y
preocupantes brotes nacionalistas como réplica a la crisis
económica. Sin embargo, las recomendaciones de Obama para una
aceleración del Tratado no dejan de ser preocupantes ante el sesgo
que los instintos proteccionistas adquieren en los EEUU. España
ausente del debate.
La primavera ya está instalada en El
Retiro y quién sabe si también en el ánimo de nuestros
representantes políticos que se preparan para una segunda vuelta
electoral. Ideologías y posturas prevaleciendo sobre la realidad.
(*) Economista del Estado en España
No hay comentarios:
Publicar un comentario