martes, 10 de mayo de 2016

La economía turca, viento en popa / Antonio Sánchez-Gijón *

La dimisión del primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha disparado un sinfín de especulaciones en torno a qué mal van a ir las cosas para Turquía y para el presidente Recep Tayyib Erdogan, ahora que se ha ido de su lado la fuerza moderadora del que fue unos años su ministro de Exteriores, cuando el actual presidente era primer ministro.

En aque­llos años, Davutoglu tra­taba de guiarse por la con­signa de “ningún pro­blema con los ve­ci­nos”, y Turquía des­pe­gaba como motor in­dus­trial y de ne­go­cios no sólo en el flanco su­r­este de Europa, sino por todo Oriente Medio y el in­te­rior de Asia. Los Estados Unidos es­pe­raban que la Turquía de Erdogan arri­mase un po­de­roso hombro al man­te­ni­miento de la paz en una re­gión anár­quica, y Europa pre­pa­raba los ins­tru­mentos de ad­he­sión de Turquía a la Unión.

En estos días, si uno se atiene a las pá­ginas de opi­nión y las cró­nicas de los co­rres­pon­sa­les, la ac­tual crisis de go­bierno pone en evi­dencia las po­lí­ticas de Erdogan, tanto en lo in­terno como en lo in­ter­na­cio­nal. Sobre todo en lo in­ter­na­cio­nal. Ahí están las ne­go­cia­ciones con la UE re­du­cidas a una in­tra­table crisis de re­fu­gia­dos; las re­la­ciones con los Estados Unidos en­som­bre­cidas por el apoyo que cada uno de los dos go­biernos da a fac­ciones com­ba­tientes opuestas en la guerra civil de Siria; las re­la­ciones con Israel apenas sa­liendo del hoyo des­pués de años de rup­tura di­plo­má­tica; las re­la­ciones con el Egipto del ge­neral al-­Sissi en un nádir di­plo­má­tico (rotas las re­la­ciones di­plo­má­ti­cas), por culpa de la per­se­cu­ción que el egipcio hace de la Hermandad Musulmana, la co­rriente ideo­ló­gica fa­vo­re­cida por Erdogan, etc. y para co­ronar el pas­tel, el re­ciente duelo mi­litar y di­plo­má­tico con Rusia, al de­rribar la ar­ti­llería turca un caza ruso en las pro­xi­mi­dades de la fron­tera con Siria, hace pocas se­ma­nas.

Buen mo­mento y buen pro­nós­tico
Sin em­bargo, hay una realidad pa­ra­lela a la des­crita más arriba. Bueno, eso si hemos de creer a David Lipton, di­rector ge­rente ad­junto del Fondo Monetario Internacional, quien acaba de pintar un bri­llante fu­turo eco­nó­mico para Turquía, un país ro­deado de fla­queantes blo­ques eco­nó­mi­cos: “Turquía está en con­di­ciones de hacer ne­go­cios con Europa Occidental, con Europa Central, con Rusia, con el Oriente Medio, con el Cáucaso, con África del Norte”, dijo el alto fun­cio­na­rio. Y dado que todas esas re­giones crecen menos que Turquía, “Turquía de­bería pro­curar con­ver­tirse en un centro de in­ver­siones y ne­go­cios atrac­tivo. Y estoy se­guro de que podrá ha­cer­lo”, añade Lipton.

Todo eso con una con­di­ción: que el dé­ficit por cuenta co­rriente, así como las fi­nanzas pú­bli­cas, se man­tengan bajo con­trol, se eleve la pro­duc­ti­vidad del tra­bajo y se abra la eco­nomía a las in­ver­siones ex­tran­je­ras, aña­dió.

Las di­ver­gentes po­si­ciones de Erdogan y Davutoglu en torno a las fi­nanzas pú­blicas pueden estar en la tras­tienda de la rup­tura entre pre­si­dente y primer mi­nis­tro. Según in­forma el diario Hurriyet, “la cues­tión de las ga­ran­tías del Tesoro ha sido una fuente de fric­cio­nes, de una im­por­tancia crí­tica, aunque no de­cla­ra­da”.

El ex primer mi­nistro se ha­bría re­sis­tido a se­guir ex­ten­diendo la ga­rantía del cien por cien, por parte del Tesoro, a la fi­nan­cia­ción de me­ga­pro­yectos de in­fra­es­truc­turas y obras so­ciales que han dado a Erdogan un su­fi­ciente res­paldo, tales como ca­rre­te­ras, puen­tes, ae­ro­puer­tos, hos­pi­ta­les, etc. Dada la frágil co­yun­tura eco­nó­mica, el primer mi­nistro quería re­ducir las ga­ran­tías al 80% de la in­ver­sión. Aunque el diario no lo es­pe­ci­fi­que, contra el plan de Davutoglu se al­zaron po­de­rosas voces in­tere­sadas en el man­te­ni­miento de la ga­rantía del es­tado para pro­yectos em­pre­sa­riales y de ne­go­cios de los in­ver­sores par­ti­cu­la­res. La Turquía de Erdogan tiene cierta fama de prac­ticar el “crony ca­pi­ta­lism”.

Por otro lado, el primer mi­nistro ce­sante no logró for­mular un plan con­sis­tente de re­formas eco­nó­mi­cas, de las que él, de todos mo­dos, se de­cla­raba par­ti­da­rio. Para Erdogan, de mo­mento, las re­formas no eran una prio­ri­dad. En los úl­timos meses han lle­gado a Turquía $4.000 mi­llo­nes, en mo­mentos en que el gran ca­pital fi­nan­ciero no en­cuentra mu­chos ré­ditos in­tere­santes en otras par­tes.

La co­yun­tura turca pa­rece fa­vo­rable a los in­tereses del ca­pi­tal. Así lo acaba de con­firmar Standard and Poors, al subir el ín­dice turco de “negativo” a “estable”, lo que re­fleja “el ba­lance entre la for­ta­leza de la eco­nomía turca y unos dé­fi­cits fis­cales mo­de­ra­dos, frente a unos riesgos re­gio­nales y do­més­ticos per­sis­ten­tes, y ne­ce­si­dades ele­vadas de fi­nan­cia­ción ex­ter­na”. S&P, sin em­bargo, ad­vierte contra las in­cer­ti­dum­bres del medio am­biente eco­nó­mico in­ter­na­cio­nal, y el pe­ligro de ele­va­ción de las tasas de in­terés en los Estados Unidos.

Turquía, a pesar de la co­yun­tura in­ter­na­cional poco fa­vo­ra­ble, se­guirá cre­ciendo, aunque a tasas muy por de­bajo de los altos ín­dices re­gis­trados en gran parte de los años de Erdogan al frente del go­bierno. Según S&P, lo hará al 3,4% en 2016, seis dé­cimas menos que en 2015, po­si­ble­mente de­bido a un au­mento del 30% en el sa­lario mí­nimo. Las pre­vi­siones del FMI son aún me­jo­res: 3,8% de cre­ci­miento en 2016, una me­jora de seis puntos de­ci­males con res­pecto a un pro­nós­tico an­te­rior del Fondo para este año.

Difíciles re­la­ciones con amigos y aliados
El pre­si­dente se las ha arre­glado para tensar las re­la­ciones con una larga lista de amigos y alia­dos. Respecto de Europa, Erdogan no pa­rece dis­puesto a mo­di­ficar sus mo­dales y ten­den­cias au­to­ri­ta­rias res­pecto de la opo­si­ción in­terna. A las mues­tras de des­apro­ba­ción de al­gunos lí­deres de la Unión res­pecto de su po­lí­tica re­pre­siva hacia la prensa y la di­si­den­cia, res­pondió el pa­sado fin de se­mana de forma un tanto brusca: “Los que piden que Turquía cambie sus leyes an­ti­te­rro­ris­tas, de­be­rían antes re­tirar las tiendas que esos te­rro­ristas le­van­taron de­lante del par­la­mento eu­ro­peo”. En efecto, grupos kurdos las ha­bían le­van­tado, con oca­sión de una ‘cumbre’ eu­ropea en marzo. Se re­fería Erdogan a par­ti­da­rios del ile­ga­li­zado Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).

Los 72 re­qui­sitos exi­gidos por la UE a Turquía para con­ce­derle el de­recho de que sus ciu­da­danos en­tren en el ‘espacio Schengen’ sin vi­sado, son to­mados por Erdogan casi como la exi­gencia de cam­biar las leyes an­ti­te­rro­ristas tur­cas, algo a lo que pa­rece no estar dis­puesto: “Lo siento. Ustedes vayan por su ca­mino que no­so­tros iremos por el nues­tro”, acaba de decir el pre­si­dente. Si esta ad­ver­tencia sig­ni­fica que el go­bierno turco se pro­pone romper las ne­go­cia­ciones con Europa, fa­vo­re­cidas por Davutoglu, en torno al le­van­ta­miento de los vi­sados a cambio de la co­la­bo­ra­ción turca en el plan de re­ten­ción de los re­fu­gia­dos, en­tonces Europa se en­frenta a un re­cru­de­ci­miento de esta crisis en sus fron­te­ras.

No están mucho mejor las re­la­ciones con los Estados Unidos. Erdogan vi­sitó Washington en abril, y pa­rece que no se su­peró la des­con­fianza mutua sobre cómo abordar la lucha contra el lla­mado Estado Islámico (EI). Los EE.UU. apoyan las mi­li­cias kurdas que lu­chan tanto contra el EI como contra el ré­gimen de al-As­sad, mien­tras que Ankara las hos­tiga en cuanto se apoyan en la mi­noría de kurdos de na­cio­na­lidad turca. Los Estados Unidos cri­tican a Erdogan haber reavi­vado el con­flicto con sus kur­dos, can­ce­lando una fase de ne­go­cia­ción con esas fuer­zas, que duró hasta que el Partido Democrático kurdo logró unos buenos re­sul­tados elec­to­rales en las pre­vias elec­ciones al par­la­mento.

La caída de Davutoglu se debe, entre otras co­sas, a la ne­ce­sidad de Erdogan de afianzar su he­ge­monía en el par­tido Justicia y Desarrollo, con la vista puesta en una en­mienda cons­ti­tu­cional que le per­mi­tirá con­vertir el go­bierno par­la­men­tario en otro pre­si­den­cia­lista. El choque pre­vi­sible entre los dos di­ri­gentes se puso en evi­dencia el pa­sado 29 de abril, cuando el pre­si­dente des­pojó al primer mi­nistro de la fa­cultad de de­signar los jefes pro­vin­ciales y lo­cales del par­tido, ac­ción que se in­ter­pretó como des­ti­nada a ase­gurar la aquies­cencia del par­tido a la re­forma cons­ti­tu­cio­nal.

Erdogan libra lu­chas pa­ra­lelas o con­flu­yentes en va­rios fren­tes. Su li­de­razgo po­lí­tico tiene por fin la res­tau­ra­ción de la gran­deza de Turquía, a la que pre­senta como una fase in­ter­media para la res­tau­ra­ción de la gran­deza del Islam. Del Islam que con­si­dera mejor para el S. XXI: con ‘cero pro­blemas con los ve­ci­no­s’’…, mien­tras no obs­ta­cu­licen la mi­sión his­tó­rica que ha echado sobre sus hom­bros.


(*) Periodista español


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