No hay que alegrarse demasiado por la victoria en la elección
presidencial austríaca del candidato independiente y exportavoz de Los
Verdes Van der Bellen sobre el ultraderechista Hofer. Sin duda que la
victoria de este habría sido infinitamente peor. Pero no olvidemos el
panorama: una victoria pírrica (poco más de 31.000 votos sobre un total
de unos 4.6 millones de votantes) y “en la prórroga” por los votos por
correo. Queda así un preocupante panorama de un país dividido en dos
mitades. Imprescindible recordar además que los dos grandes partidos
tradicionales, columnas decisivas en el “modelo austríaco” de
convivencia de la posguerra, han sido totalmente barridos del mapa.
Austria es un país importante en Europa, mucho más importante que lo
que indica su número de habitantes. Sus contribuciones en todos los
campos desde la literatura, la música o la ciencia económica hasta la
psicología o la ciencia y la práctica políticas son de enorme valor y
Europa no cabe ser pensada sin ellas. Lo que pase en Austria es
importante y lo sucedido este domingo lo es. Lo es en sí y porque es un
paso más en el avance de la ultraderecha y el populismo y porque además
puede dar lugar a un mayor efecto demostración o contagio en otras
latitudes europeas. Ese efecto ya existe y sigue creciendo.
Seguramente la causa más inmediata de esta catástrofe, así hay que
calificarla, es el problema de los refugiados. La enorme dimensión del
mismo y su urgencia han sacado a la luz de un lado reflejos
nacionalistas y xenófobos de países europeos con mayor o menor
intensidad según se han visto afectados por la marea humana así como los
defectuosos mecanismos de gestión comunitarios (lo mismo que ha
ocurrido y está ocurriendo con la crisis económica que dura ya casi diez
años).
Ambos factores, crisis económica prolongada y respuestas de rechazo a
los refugiados, están interrelacionados y se refuerzan mutuamente. La
mutante crisis económica es, cada vez más, también social (aumento del
paro, de la pobreza y de la desigualdad) y política (desconfianza y
rechazo a la política y búsqueda de soluciones “milagrosas”
aparentemente sencillas). Aún en situación de crisis económica como la
presente, la capacidad europea para absorber el flujo migratorio es
sobrada si se contemplan fríamente los números y el aporte neto
beneficioso poblacional a un continente envejecido. Pero ese análisis
solo es posible en un aséptico servicio de estudios. La realidad es
mucho más compleja y mucho más difícil de gestionar especialmente en un
proyecto como el europeo a medio camino y con crecientes discrepancias
internas sobre adonde ir y como ir.
El resultado es el que estamos viendo con tendencia, es de temer, al
agravamiento. La crisis económica y social seguirá ahí con muy escasas
previsiones de mejora. La presión migratoria, de refugiados y de
migrantes económicos, también seguirá porque no es algo coyuntural sino
más permanente. Por todo ello, más caldo de cultivo para populismos de
todo tipo, de soluciones milagrosas.
Europa empeora o quizá hay que decir con mayor propiedad que es la
Unión Europea la que empeora. Pero lo que pase en la segunda es clave
para la primera. Ya no basta con abogar por “Más Europa” porque es falaz
e inútil. Hay que ser más radical y plantear qué tipo de Europa se
quiere en este momento decisivo y como caminar hacia allí. Seguir como
hasta ahora es receta segura para más fracasos.
(*) Economista del Estado en España
http://www.republica.com/el-replicante/2016/05/24/europa-empeora/
No hay comentarios:
Publicar un comentario