PARÍS.- Pese a la presión europea, el FMI
se niega a volver a sacar la billetera para Grecia sin compromisos
concretos para reducir la deuda del país, lo que podría provocar un
enfrentamiento con la zona euro.
Ni un céntimo de los 10.300
millones de euros de préstamos obtenidos por Atenas el miércoles
provendrá de las cajas del Fondo Monetario Internacional (FMI), que
sigue tocando su propia partitura para salvar su credibilidad.
¿Hasta
cuándo? ¿Puede el FMI, que ha participado en rescates anteriores de
Grecia, seguir haciendo oídos sordos y negándose a participar en el plan
de ayuda europeo de mediados de 2015?
"Por supuesto que sí",
responde Thanos Catsambas, quien fue el representante de Grecia ente el
FMI hasta julio del año pasado. "No tiene ningún motivo para ser parte
de eso y puede permanecer bajo perfil dando una ayuda puramente
técnica", dice.
Según el
funcionario, al seguir vinculado a las negociaciones con Atenas, el FMI
ya está haciéndole un "favor" a países como Alemania, que requieren de
su presencia para garantizar que las reformas se implementen en Grecia.
Los
tiempos han cambiado. Tanto en 2010 como en 2012, el FMI concedió a
Grecia la mayor línea de crédito de su historia, bajo la presión de
Europa y pese a las dudas sobre la viabilidad de sus finanzas públicas.
En total, 58.000 millones de euros fueron prometidos a Atenas, de los
cuales alrededor de 31 han sido desembolsados hasta hoy.
"En
2010, Grecia era una pieza central de la unión entre los europeos, y el
FMI tuvo que renunciar a sus principios y aprobar algo que sabía
condenado al fracaso con la intención de evitar una crisis financiera",
explica Desmond Lachman, un exfuncionario del FMI.
En la
actualidad, la institución tiene más libertad de acción: los riesgos de
contagio griego han sido neutralizados y la zona euro se hizo con sus
propios fondos de emergencia para ayudar a sus países miembros.
El
FMI también actúa con máxima cautela después de haber sudado frío en el
verano de 2015, cuando Grecia le infligió el mayor default de su
historia (2.000 millones de euros), asestando un duro golpe tanta a su
credibilidad como a su integridad financiera.
Este capítulo no está aún del todo cerrado, en tanto Atenas tiene todavía que pagar unos 14.600 millones de euros.
Antes
de comprometerse de nuevo a nivel financiero, el FMI quiere estar
seguro de que la deuda griega es sostenible y exige a los europeos
medidas de alivio drásticas como la congelación de los reembolsos o
décadas de prórroga de los vencimientos.
"En pocas palabras, el
FMI dice: 'dejémonos de simulacros y seamos serios'", analiza Lachman,
asegurando que el organismo responde de esta forma a "la presión" de los
países emergentes para que Grecia esté sujeta a las mismas reglas que
los demás.
Al desbloquear el miércoles nuevos préstamos para
Atenas, los europeos se cuidaron, sin embargo, de establecer cualquier
compromiso específico sobre la deuda, limitándose a establecer una vaga
hoja de ruta.
Insuficiente, juzgó de inmediato el FMI. "Debemos
estar seguros de que la serie de medidas sobre las que Europa está
dispuesta a comprometerse es consistente con lo que creemos que es
necesario (...). No es el caso", resumió el miércoles un alto
responsable del organismo .
El FMI espera llegar a un acuerdo
antes de fin de año y los principales países europeos dan por sentado su
participación financiera.
Pero la brecha que los separa parece aumentar.
El
ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ironizó sobre las
recomendaciones del FMI de congelar los pagos de la deuda griega hasta
el año 2040. "Se podría conceder un período de gracia de 1.000 años".
Según
Catsambas, las propuestas del FMI van quizás demasiado lejos para los
líderes europeos, enfrentados a la desconfianza de sus ciudadanos.
"De
alguna forma, hablar tan a futuro es casi como un 'haircut' (descuento
de la deuda, ndlr) y no sé si los europeos pueden aceptar eso".
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