El asunto del Brexit, o posible salida del Reino Unido de la Unión
Europea, es tan importante y complejo, que permite ser analizado desde
numerosos puntos de vista. Una opción, la más inmediata, consiste en
centrarse en las consecuencias para el propio Reino Unido. En esta misma
columna tuve ocasión de utilizar ese enfoque hace algunas semanas.
Desde luego, el Reino Unido sería el principal perjudicado, en el caso
de tomar la decisión de abandonar la Unión Europea. Para ellos, las
ventajas económicas de permanecer en la Unión superan claramente a los
inconvenientes.
No obstante, esa verdad puede estar oscureciendo otras. Muchos
parecen creer, en consecuencia, que el Brexit sería un problema
únicamente británico. Nada más lejos de la realidad. La salida británica
afectaría profundamente al conjunto del proyecto europeo y, por tanto,
al resto de la Unión. En el caso español, los efectos serían
especialmente intensos, dada la importancia de nuestras relaciones
económicas con el Reino Unido.
Un análisis detallado de cuestiones tan complejas excede las
posibilidades de este artículo. Por eso, tal vez el enfoque más directo e
intuitivo para entender lo que está en juego sea simplemente resumir lo
esencial de esas relaciones económicas. Los datos están extraídos de un
reciente informe, mucho más amplio, realizado por Analistas Financieros
Internacionales (AFI) y hablan por sí solos.
Los intercambios, tanto de bienes como de servicios, entre España y
el Reino Unido son intensos. El balance global es favorable para España,
que logra un superávit (con datos de 2014) equivalente al 1,1% del PIB
español. Alrededor del 7% de nuestras exportaciones totales de bienes y
servicios tienen como destino el Reino Unido, siendo así el quinto
mercado más importante. Destacan por su relevancia, dentro de esas
exportaciones, las de algunas industrias concretas, como la
automovilística, aeronáutica, farmacéutica y alimentaria.
Todos estos flujos comerciales se verían afectados por el Brexit,
sobre todo de dos formas. Por un lado, la salida británica del Mercado
Único implicaría la necesidad de negociar un nuevo acuerdo comercial,
que podría tardar en firmarse y no ser tan librecambista. Por otro, el
Brexit desencadenaría una fuerte depreciación de la libra esterlina, que
haría perder competitividad a nuestros productos (con precios
denominados en euros) frente a los británicos.
En cuanto al turismo, el año pasado nos visitaron 15,5 millones de turistas británicos, que gastaron unos 14.000 millones de euros (un 20,9% del total de los ingresos turísticos recibidos por España). Esto convierte al Reino Unido en el principal origen de nuestro turismo, de donde provienen alrededor de la cuarta parte de los turistas que nos visitan. De nuevo, el Brexit afectaría a estos flujos. La depreciación de la libra encarecería las vacaciones en España de los británicos, al margen de que puedan surgir dificultades a la libre movilidad de las personas.
Los británicos no solo nos visitan, también viven permanentemente
entre nosotros. De hecho, son la tercera comunidad más numerosa, tras
rumanos y marroquíes. Unos 300.000 tienen residencia permanente en
España y otro medio millón reside parte del año. En sentido contrario,
el Reino Unido es el primer destino para la emigración española (va allí
el 14% del total). Un destino, además, en rápido aumento. Ambas
comunidades de emigrantes se verían perjudicadas por el Brexit, al tener
que redefinirse asuntos esenciales para ellos, como los permisos de
residencia y el acceso al empleo, a las ayudas sociales y al resto de
servicios públicos.
El Reino Unido es también un importante destino para la inversión
española directa en el exterior. Con datos de 2013, recibió el 14% del
total. Esta se concentra en sectores como el financiero, las
telecomunicaciones y la energía. En el sector financiero destaca la
fuerte presencia del Banco de Santander y del Sabadell. El Reino Unido
es, a su vez, un relevante origen de inversión extranjera directa para
España. La inversión británica equivale al 10% del total que recibimos.
La incertidumbre generada por el Brexit dificulta estos flujos mutuos
de inversión. Una depreciación de la libra reduciría los beneficios en
euros de las filiales británicas de las empresas españolas. A todo esto,
habría que añadir las consecuencias de los posibles cambios
regulatorios que afectasen a cada sector.
Por último, no olvidemos que el Reino Unido sigue ocupando la colonia
de Gibraltar en territorio español, origen de múltiples contenciosos
(que se verían así mismo afectados por un eventual Brexit).
El Brexit, por tanto, nos importa a los españoles. Es mucho lo que ha
puesto en riesgo el irresponsable Cameron, no solo en el Reino Unido,
también en España y en el conjunto de la Unión Europea. Todo pensando
únicamente en intereses meramente personales y partidistas, relacionados
con el peso de los euroescépticos dentro del partido conservador.
Esperemos que los ciudadanos británicos, como tantas veces a lo largo de
su Historia, demuestren tener la sensatez de que carece su nefasto
primer ministro.
(*) Catedrático de Economía Aplicada, Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
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