PANAMÁ.- A falta de un mes
para que se inaugure con un gran acto protocolario la ampliación del
Canal de Panamá, esta emblemática obra ha dejado magnitudes de vértigo:
hormigón equivalente a 2 pirámides de Keops, acero para levantar 22
torres Eiffel, el empleo de 10.000 trabajadores o el rescate de 4.200
animales.
Casi 7 años después de que la española Sacyr, la italiana
Impregilo-Salini, la belga Jan de Nul y la panameña Cusa se hiciesen con
el contrato por 3.200 millones de dólares (se calcula que su coste
final será de cerca de 5.000 millones), hacer realidad el tercer juego
de esclusas -la piedra angular del nuevo canal- no ha sido tarea fácil.
Sismicidad, fallas activas, 9 meses de lluvia al año, trasladar 16
compuertas con un peso total de 50.000 toneladas, coordinar 10.000
trabajadores de 40 nacionalidades, no afectar a la navegación existente,
ahorrar agua o la propia complejidad técnica, logística y
administrativa han sido algunos de los desafíos a los que se ha
enfrentado este reto en la historia moderna de la construcción.
Después de un siglo de historia, la vía interoceánica ha permitido el
tránsito de más de 700.000 barcos, la mayor parte para servir a las
necesidades comerciales entre extremo oriente y la costa atlántica de
Estados Unidos.
Sin embargo, pese a que las reformas para el aumento de la capacidad y
la disminución de los tiempos de viaje han sido constantes a lo largo
del siglo XX, el cuello de botella en el que se habían convertido las
esclusas originales han obligado a construir un nuevo juego paralelo al
existente.
La ampliación duplicará su actual capacidad, que pasará de 330 a 600
millones de toneladas al año, permitirá el paso de buques Post Panamáx,
de 366 metros de eslora, y utilizará un sistema de tinas que son capaces
de volver a utilizar hasta el 60 % del agua necesaria en una maniobra.
El volumen de hormigón fabricado para las esclusas asciende a 4,5
millones de metros cúbicos, el equivalente a 2,2 pirámides de Keops o a
450 edificios de 20 pisos. El acero utilizado, cerca de 220.000
toneladas, equivale al que hubiese sido necesario para construir 22
torres Eiffel. Además, se ha salvado un desnivel de 27 metros.
El canal utiliza la huella del excavado parcial hecho por EEUU entre
1939 y 1942 y abandonado durante la II Guerra Mundial. En cada lado se
han construido 9 tinas, 3 por cada cámara, y el tiempo de esclusaje
(llenado/vaciado) es de 17 minutos y ahorra el 7 % de consumo de agua.
La construcción de las 8 compuertas se realizó en Italia y trabajaron
en ellas cinco talleres de la compañía Cimolai durante 36 meses. Todas
han sido transportadas desde Tiestre, a 11.000 kilómetros e distancia.
Las más grandes, con 33 metros de alto, 55 metros de largo y 4.300
toneladas, se sitúan en el lado del Pacífico por su mayor riesgo sísmico
y sus fuertes mareas.
Hay cerca de 152 válvulas instaladas que gestionan la entrada de agua
y que han sido fabricadas en Corea del Sur por la empresa Hyundai y
cuenta con un sistema que gestiona la operación de las compuertas y en
el que ha participado la española Indra.
Ha sido necesario enfriar los áridos con hielo o chorros de agua
fría, se ha levantado un campamento para 900 trabajadores y se han
dispuesto 170 autobuses con 60 rutas al servicio de los empleados.
Durante los trabajos se han rescatado más de 4.200 animales -381 de
ellos cocodrilos- y se han reforestado más de 2.800 hectáreas.
El canal aporta el 6 % del PIB anual del país, genera 13.100 trabajos
directos, logró 2.610 millones de facturación y registró más de 12.300
tránsitos.
Estados Unidos es el principal usuario del canal por carga
transportada, seguido de China, Japón, Colombia, Corea del Sur, Perú,
México, Ecuador, Canadá y Panamá. El canal controla cerca del 5 % del
comercio mundial.
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