Las cifras
del comercio exterior español de marzo y las primer trimestre de 2016, no se merecen esta vez ninguna celebración y el gobierno en funciones ha
actuado en consecuencia. Han pasado desapercibidas. Las exportaciones de
marzo medidas en euros disminuyeron a una tasa interanual del 3,3%, en
tanto que la evolución del primer trimestre respecto al mismo de 2015
apuntó un modestísimo incremento del 0,2%.
Las
importaciones en marzo registraron una tasa interanual
negativa del 3,6% en euros y del menos 0,7% en el trimestre;
corrigiendo el valor de las importaciones por sus precios las
cantidades crecieron en un 4,6% y realizando la misma operación
con las exportaciones el incremento trimestral fue de un 2,5%.
Entran
más mercancías de las que salen, pero la evolución de los precios
de unas y otras (petróleo y materias primas) permite que el saldo
comercial sea más favorable. En efecto un déficit de 4.943,5
millones de euros en el primer trimestre, frente a 5.524 millones en
2015. Ahora bien el saldo no energético, en el que no se incluye el
petróleo, arrojó un déficit de 987,4 millones de euros en el primer
trimestre de 2016 frente a un superávit de 1.358,5 millones en 2015.
El
déficit no energético tiene una única explicación: China. El
déficit con éste país representa el 97,4% del déficit comercial
total. España ha conseguido un superávit comercial con la UE y la
Eurozona pero por razones equivalentes a las del vertedero de
neumáticos de Seseña, incapacidad institucional, no
conseguimos dejar de ser el farolillo rojo de los países de la OCDE
en la carrera de intercambios con China.
Las cifras del
comercio exterior del primer trimestre de 2016 son una seria
advertencia: las exportaciones no avanzan mientras que el ritmo
de crecimiento de las importaciones en volumen las supera. Por
ahora los precios del petróleo salvan la situación. ¿Qué ocurrirá
si los ataques del grupo Avenger en el Golfo del Níger se
intensifican y se mantiene el estancamiento en Venezuela y Libia y
los saudíes decidiesen aprovechar la situación y reducir el
bombeo de sus pozos?
La cuenta de los hidrocarburos se
encarecería y con ella crecería el déficit comercial,
precisamente cuando no conseguimos corregir el déficit
presupuestario a la vez que reclamamos condescendencia a las
autoridades de Bruselas.
La UE acaba de liberar 10,3 mil
millones de euros del plan de ayudas a Grecia acordado en agosto de
2015 por un valor de 86.000 millones de euros. Después de una primera
disposición de fondos, 20.000 millones el pasado otoño, Grecia se
encontraba en suspensión de pagos si no recibía nuevas
aportaciones. Un primer tramo de 7,5 mil millones será liberado en
junio y un segundo tramo de 2,8 mil millones en otoño.
En
contrapartida Grecia acelerará la privatización de activos
públicos, mejorará el funcionamiento del sector energético y
bancario y realizará una exigente reforma del sistema de
pensiones.
El Eurogrupo se ha comprometido a su vez a
aligerar el peso de una deuda pública equivalente al 180% del PIB;
una cantidad insostenible como también la exigencia de una
superávit primario.
Desde hace tiempo el gobierno alemán
viene vendiendo a su electorado que su contribución al rescate
griego tiene el carácter de un préstamo y no de una transferencia,
es decir nada de lo que Grecia necesita. Ahora bien, si el peso de la
deuda griega no se reduce volveremos a una nueva crisis europea en
la frontera con el mundo de los refugiados y en vísperas de el
referéndum británico.
Alemania vende como préstamo a sus
electores el rescate y simultáneamente requiere la presencia del
FMI en la operación de salvamento. Pero el FMI , por su parte,
condiciona su participación a una auténtica renegociación
que haga viable la supervivencia económica de Grecia, o sea, tipos
de interés concesionales, alargamiento de los plazos y recorte
del principal.
Las autoridades alemanas y europeas lo
aceptan, pero solo partir de 2018, pasadas sus respectivas
elecciones legislativas, mientras
Europa funciona a su manera, pero funciona.
(*) Economista del Estado en España
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