jueves, 5 de mayo de 2016

La agricultura europea deberá adaptarse a un mercado menos dinámico, según los expertos

ANKARA.- La agricultura de los países europeos afronta en los próximos años el reto de adaptarse a un mercado internacional en menor crecimiento mientras sufre las limitaciones de su demanda local, apuntaron varios expertos.

Una población envejecida y la dificultad de aumentar los ingresos de los agricultores son algunas de las preocupaciones que comparten muchos de los países de Europa y Asia Central, donde el sector primario representa de media alrededor del 11 % del Producto Interior Bruto (PIB).
Ministros y altos responsables de la región debaten actualmente en la ciudad de Antalya, en el sur de Turquía, las prioridades para sus políticas agrícolas.
Entre ellas figuran la mejora de las condiciones de vida de la población rural, el fomento del comercio agrícola y la sostenibilidad de los sistemas de producción.
El economista de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Abdolreza Abbassian explicó que se trata de una región "muy peculiar", donde hay importantes productores e importadores de alimentos.
"En Europa la población no crece y su nivel de ingresos está estancado por la ralentización económica, por lo que no va a tener grandes avances en el lado de la demanda", aseguró.
Esas circunstancias obligarán al continente a replantearse qué hacer con su oferta agrícola, ya sea expandiéndola más allá de sus fronteras o recortándola.
Convencer a los productores de la Unión Europea (UE) de esto último, que mermaría su economía, es "el gran desafío", según Abbassian, porque -de lo contrario- estos deberán entrar en una "dura competición" con Europa oriental, Oriente Medio, África e incluso Sudamérica.
Por el momento ningún país parece querer dar el paso de disminuir su suministro, lo que ha originado grandes excedentes que explican en parte por qué los precios internacionales se han estabilizado a un nivel más bajo que en años precedentes.
El contexto internacional también estará marcado a medio plazo por la lenta recuperación económica en la Unión Europea, la caída de los precios del petróleo (pese a ser fuertemente volátiles) y cierta apreciación del euro frente al dólar, según las perspectivas de la UE para el periodo 2015-2025.
Por otra parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la FAO prevén que las ventas de granos de Rusia, Ucrania y Kazajistán -tres de los mayores exportadores mundiales- crecerán a un ritmo más lento en la próxima década.
Al mismo tiempo estos países seguirán siendo importadores de otros productos como carnes y lácteos, lo que aumenta las posibilidades de comercio para potencias emergentes, sobre todo de aquellas con lazos geográficos o culturales como Turquía o China.
No obstante, un informe técnico preparado para la conferencia de Antalya advierte de que la economía en Europa y Asia Central puede verse perjudicada por las tensiones geopolíticas, incluidos los conflictos en el este de Ucrania y Siria.
El profesor de Economía de la Universidad de Atenas Alexandros Sarris restó importancia a las posibles disrupciones del mercado, salvo en casos específicos como lo que sucede con las frutas y verduras en Rusia.
Así se refirió al veto que Moscú mantiene a la entrada de estos productos frescos procedentes de la Unión Europea, en represalia por su papel en Ucrania, y de Turquía tras el derribo en noviembre pasado de un bombardero ruso por parte de cazas turcos en Siria.
A nivel general, Sarris destacó que el principal motor para la agricultura europea será la "demanda creciente de países emergentes", entre ellos Brasil, China o la India.
Por productos, el especialista consideró que aumentará el consumo de carne y lácteos por los cambios en las dietas, mientras que "la demanda sostenible de los países en desarrollo mantendrá las exportaciones de la UE, condicionadas también por las necesidades de piensos y biocombustibles".
A su juicio, también influirán en la economía los problemas medioambientales como, por ejemplo, el cambio climático, la degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y el uso insostenible de los recursos naturales.

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