La última semana previa a la consulta británica para salir o quedarse
en la UE está resultando más dramática de lo que se temía. La elevada
carga emocional que suele acompañar a estas consultas simplificadoras,
en donde los argumentos llegan a una desnudez abusiva, debería persuadir
a sus promotores de lo mucho que se puede perder en una consulta
referendaria y lo poco que se suele ganar, con altos riesgos de daños
colaterales inmensos. La deriva criminal es por desgracia una hipótesis
que tampoco puede ser excluida, como acabamos de ver en Gran Bretaña.
Quizás no sea lo más grave, pero resulta significativo el daño que la
misma incertidumbre del resultado del referéndum está provocando ya en
los circuitos económicos y en las tomas de decisiones de muchos agentes
económicos y de muchas economías familiares, daños que no siempre son
reversibles. De momento, la Reserva Federal estadounidense ha cubierto
un capítulo más de su pasividad, cercana ya a la inoperancia, dejando
los tipos de interés estables una vez más, con la disculpa de que una
subida de tipos podría tener efectos muy perniciosos en medio de la
inestabilidad e incertidumbre creadas por el incierto resultado de esta
consulta.
La correcta gestión de la política monetaria estadounidense parecía
apuntar de forma inexorable, según la mayoría de los expertos, hacia una
subida gradual de los tipos de interés con vistas a una normalización
de los mercados financieros. No hacerlo así está desmoronando una de las
expectativas de recuperación y normalización de la economía mundial, ya
que Estados Unidos es la mayor economía del mundo y su pulso revierte
inevitablemente sobre el resto de las economías, desarrolladas o
emergentes.
La conducta de los agentes económicos ante los hipotéticos riesgos
catastróficos de una salida británica de la UE está traduciéndose en una
trayectoria errática, cuyo principal damnificado es la renta variable
y, por lo que se está viendo estos días, algunos sectores muy concretos,
como los valores bancarios, en la medida en que los riesgos de los
mercados están conduciendo a la convicción de que los tipos de interés
bajos van a perdurar durante bastante más tiempo del previsto, lo que
deja al sector financiero en condiciones bastante precarias.
La elevada volatilidad de estos días en las Bolsas, que puede
mantenerse durante unas cuantas semanas, puede tener efectos negativos
en la economía que no está claro que vayan a subsanarse mediante un
hipotético movimiento alcista si finalmente triunfa la decisión
favorable a la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea. Muchas
inversiones se han aplazado o paralizado en medio de este clima de
incertidumbre, que ha dejado en suspenso algunas reglas de juego, cuya
restauración resultará compleja tras el 24 de junio, el día después del
referéndum británico.
Hay, en suma, algo de irreversible en la propia consulta cuya
recuperación se presenta cuando menos difícil o desde luego no
inmediata. Si en vez de un resultado positivo resulta una decisión
desfavorable al mantenimiento británico en la UE, las derivaciones
pueden acelerar los males no sólo de los mercados sino de las relaciones
económicas y políticas en el seno de una UE venida a menos y desde
luego empequeñecida.
(*) Periodista y economista español
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