viernes, 24 de junio de 2016

Desayuno amargo / Guillermo Herrera *

Esta mañana he tomado un desayuno amargo: la noticia del 'brexit'. No lo podía creerla pero he comenzado a atar hilos para comprenderla, y tiene sentido.

Vivo en una comunidad de jubilados británicos, que están aquí por motivos económicos, pero que jamás se han esforzado en integrarse, ni en estudiar nuestra cultura, ni en aprender nuestro idioma. Se reúnen ellos solos, organizan sus fiestas exclusivas, sólo hacen negocios entre ellos, sólo se dan trabajo entre ellos mismos, y forman una secta cerrada y hermética.

Nos miran con cortesía, pero también con superioridad, porque andan muy sobrados de sí mismos. Justo lo contrario que hacemos nosotros, que nos esforzamos todos los días en mejorar nuestro inglés, disfrutamos de la elegancia del estilo de Shakespeare y admiramos el heroísmo de Wiston Churchil en la segunda guerra mundial.

¿De qué nos extrañamos? Los británicos han querido diferenciarse siempre del resto de Europa circulando por la izquierda, acuñando su propia moneda y no aceptando el sistema métrico decimal. El egoísmo británico es legendario.

Este complejo de superioridad se refleja en la letra de la famosa canción “The English the English the English are best” (los ingleses son mejores) chovinista hasta la saciedad, (que no la he encontrado traducida en internet, quizás por vergüenza del traductor).

Pero no sólo ellos tienen la culpa de este desastre. La UE se ha convertido en un monstruo falto de democracia interna, de política social, y sobrado de cargos públicos elegidos “in pectore” es decir, a dedo, porque no han sido votados por nadie, y con una influencia caciquil de Alemania que impone unas políticas antisociales de austeridad de la señora Merkel que sólo conducen a aumentar la desigualdad, es decir, a la ruina de los más pobres y al enriquecimiento de los más ricos.

Todo fracaso en la vida es una oportunidad para reflexionar en qué nos hemos equivocado y corregir los errores. También es otra oportunidad para construir otra Europa más justa y equitativa: la Europa de los pueblos frente a la Europa de los mercaderes. La Europa social frente a la Europa de las multinacionales.

No hay más que fijarse en Bruselas la cantidad de oficinas de ‘lobies’ de grandes firmas que están allí para presionar leyes a su favor egoísta, frente a la ausencia de representantes de los ciudadanos como sindicatos, colegios profesionales o asociaciones de consumidores.

Comprendo ahora que el presidente De Gaulle llevaba razón cuando no quería la integración del Reino Unido en la entonces CEE porque estaba seguro que destruirían la Unión Europea.

Sospecho que ahora podremos comprar menos barato por internet, porque el mercado británico ha mejorado mucho la relación calidad-precio, y que será mucho más complicado marcharse a trabajar a la Gran Bretaña.

Por suerte nos quedan los irlandeses, amigos y aliados de los españoles desde hace muchos siglos. Un pueblo encantador y solidario.


(*) Periodista español

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