El impacto que pueda tener la ruptura británica con la UE sobre el
crecimiento de la economía española en los próximos trimestres es objeto
de análisis estos días entre los expertos, aunque hay pocas
estimaciones que arriesguen algún pronóstico cuantificado. Ha sido
bastante común entre los expertos internacionales la afirmación según la
cual la economía española podría ser la segunda o tercera economía
europea más vulnerable al nuevo estado de cosas que se presenta con la
ruptura británica.
Que habrá un impacto negativo parece altamente
probable, pero ni su cuantía ni los sectores a los que afectará con
mayor fuerza resultan predecibles en estos momentos. Eso sí, la mera
expectativa de un frenazo en algunas actividades económicas está
generando ya un clima de paralización y compás de espera, en especial en
algunos sectores, como los relacionados con el turismo y la inversión
inmobiliaria.
En estos dos sectores, la influencia de los británicos es muy
considerable desde hace muchos años. Se puede decir que los británicos
son nuestros primeros clientes en los dos renglones mencionados,
contabilizando no solo el número de visitantes sino el nivel de gasto
que practican y las inversiones que siguen realizando a la fecha actual
en el renacido sector inmobiliario español, en especial en las zonas más
genuinas del sector turístico.
Acaba de darse a conocer la primera estimación sobre el crecimiento
de la economía, del PIB, en el segundo trimestre del año, un 0,7% de
subida, algo inferior (una décima menos) a la del trimestre precedente.
Ello indica que la economía española ya no camina en dirección alcista
sino que se ha parado e incluso empieza a frenar su ritmo de aumento, si
bien de manera poco significativa. La menor fuerza en el crecimiento se
atribuye a la debilidad de la inversión pública. Teniendo un Gobierno
en funciones desde hace más de seis meses, no es un dato sorprendente.
Más aún, se esperaba una desaceleración más acusada que, por fortuna, no
se ha confirmado, ya que los diversos entes públicos están aplicando
políticas de mayor contención que en meses pasados, una vez que quedaron
atrás las elecciones municipales y regionales.
Otra cosa distinta es lo que va a venir a partir de esta mitad del
año, sobre todo en lo inmediato, ya que el turismo empieza ahora su
temporada más alta y en ella los visitantes ingleses suelen desempeñar
un papel de especial protagonismo. Considerando la caída de la
cotización de la libra esterlina en los mercados de divisas, sobre todo
frente al euro, el primer mazazo que va a percibir la economía española
está por lo tanto a la vuelta de la esquina. Su cuantía quizás no sea
suficiente como para torcer los designios del sector turístico, que este
año presentaba un cuadro de previsiones altamente prometedor.
La debilidad de la aportación británica al turismo puede influir en
la consecución del récord de visitantes extranjeros y de ingresos que se
esperaban para este año. España se estaba beneficiando en los dos o
tres últimos años del desvío de parte de la clientela turística desde
países con problemas de estabilidad política en el mundo árabe. Esta
atracción se verá recortada por la previsible menor demanda turística
británica, aunque no en cuantía comparable, de modo que el saldo final
podría seguir presentando un balance positivo.
Es, sin embargo, el medio plazo el que más sorpresas e inconvenientes
le puede acarrear a la economía española y a algunos sectores
específicos, como el financiero o el automovilístico el de la
construcción. Sin olvidar claro está el impacto negativo sobre el
empleo, dado el elevado número de españoles que presta sus servicios
profesionales en el Reino Unido.
(*) Periodista y economista español
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