PARÍS.- La OCDE redujo hoy
buena parte de las previsiones económicas para sus países miembros de
cara a este año y el próximo, al tiempo que se inquietó por la débil
recuperación desde el estallido de la crisis, que en caso de inacción
corre el riesgo de perpetuarse y añadir incertidumbres.
En su informe semestral de Perspectivas, la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) corrigió a la baja en
particular las cifras de Estados Unidos, cuyo crecimiento debería
quedarse este año en el 1,8 % (frente al 2,5 % anticipado en noviembre) y
en el 2,2 % en 2017 (en lugar de 2,4 %).
La primera economía mundial, en cabeza de la recuperación del mundo
desarrollado tras la crisis, sufre una ralentización desde finales de
2015 por la concurrencia de una serie de factores, entre ellos una
inflexión en la inversión y en las exportaciones ante la fortaleza del
dólar frente a otras divisas.
La organización también revisó a la baja -aunque más ligeramente- sus
cálculos sobre el comportamiento de la zona euro, cuyo Producto
Interior Bruto (PIB) seguirá progresando en cualquier caso a un ritmo
inferior al de Estados Unidos: un 1,6 % este año y un 1,7 % el próximo,
es decir, dos décimas menos de lo estimado hace seis meses.
Además, advirtió de que sobre el Viejo Continente planea la amenaza
del referéndum en el Reino Unido del 26 de junio, ya que si ese país
saliera de la Unión Europea su crecimiento económico se resentiría.
Las perspectivas son igualmente menos halagüeñas para Japón, con un
alza del PIB del 0,7 % en 2016 y del 0,4 % en 2017, por debajo del 1 % y
del 0,5 % que se auguraba en noviembre.
En conjunto, la OCDE crecerá al 2 % este ejercicio y al 2,1 % el
próximo, dos décimas menos de lo anunciado en el informe precedente.
En cuanto a la gran potencia emergente, China, parece haber dejado de
ser el principal motivo de preocupación como aparecía en otoño, en
buena medida porque los estímulos fiscales están dando resultados al
sostener la demanda en pleno proceso de transformación de su modelo, ya
no sólo orientado a las exportaciones.
Por eso se mantienen las proyecciones de un alza del PIB del 6,5 % este año y del 6,2 % en 2017.
El problema es que, junto a China, entre los grandes emergentes hay
otros que atraviesan serias dificultades y en particular dos en severa
recesión.
Se trata de Brasil, que después de haber sufrido un recorte de la
producción del 3,9 % en 2015, continuará en caída libre en 2016 (-4,3 %)
y en 2017 (-1,7 %), y Rusia, que después del desplome del 3,7 % el
pasado año, perderá de nuevo un 1,7 % este ejercicio, y sólo empezará a
recuperar un 0,5 % en 2017.
En resumen, ocho años después del estallido de la crisis financiera,
la economía global crecerá este año un 3 %, como en 2015, y únicamente
pasará al 3,3 % en 2017, lo que significa tres décimas menos en cada
caso de lo esperado en noviembre.
Y eso está en relación con una evolución del comercio mundial (2,1 %
de progresión en 2016 y 3,2 % en 2016) decepcionante si se compara con
las cifras que se daban hasta 2008.
La economista jefe de la OCDE, Catherine Mann, alertó de que el
potencial de crecimiento económico de los países miembros se ha reducido
a la mitad en 20 años y eso tiene efectos estructurales, al tiempo que
señaló la falta de incentivos de las empresas para invertir ante una
demanda que consideran insuficiente.
Para Mann, este escenario que está enquistándose -la falta de
inversión erosiona el capital y limita nuevas innovaciones- y que
debilita la economía no se puede corregir sólo con políticas monetarias,
el principal instrumento utilizado hasta ahora.
A su juicio, los bajos tipos de interés que han propiciado los bancos
centrales deben aprovecharse para hacer uso de la política fiscal con
un gasto público selectivo que a su vez pueda respaldar la demanda
actual y al mismo tiempo tenga un efecto multiplicador.
Eso incluye infraestructuras "duras" de transporte, energía o del
sector digital, pero también otras "blandas" como la educación y la
innovación.
Otro de los mecanismos necesarios para Mann son las reformas
estructurales que favorezcan la competencia, la innovación y el
dinamismo, un mejor ajuste de las capacitaciones a las necesidades del
mercado de trabajo, una mayor movilidad y un reforzamiento de la
estabilidad del sistema financiero.
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