SHANGHÁI.- Hace un año, la Bolsa de Shanghái
parecía no tener límites, gracias al crédito barato, pero entonces llegó
la brutal caída y ahora los mercados siguen pagando la factura,
mientras el gobierno retrasa reformas cruciales.
A mediados de
junio de 2015, la Bolsa de Shanghái empezó a caer y continuó su
hundimiento hasta septiembre, arrastrando consigo a las plazas
mundiales. En algunas semanas, llegó a perder hasta un 40%.
El
pánico general fue precedido de un largo período de euforia. En un año,
el índice shanghaiano se había disparado un 150% y los inversores
conseguían fácilmente un préstamo para comprar acciones, siguiendo las
recomendaciones entusiastas de los medios oficiales.
El desenlace
traumatizó a los pequeños accionistas chinos, que representan la mayoría
de los inversores en las bolsas locales. Muchos se endeudaron
fuertemente con las empresas de corretaje para poder invertir.
Huo
Jiayu, un escarmentado responsable de una empresa informática,
finalmente decidió en enero regresar prudentemente al mercado, con la
compra de acciones por un valor de 20.000 yuanes (2.700 euros o 3.050
dólares).
Pero sin éxito. El parqué shanghaiano ha caído un 20%
desde comienzos de 2016, lastrado por la debilidad económica china y la
depreciación continua del yuan.
Entre los índices bursátiles
mundiales seguidos por el Wall Street Journal, Shanghái registra por el
momento los peores resultados de 2016.
"¡Estoy atrapado! No pude
ni limitar mis pérdidas a tiempo y rápidamente perdí demasiado dinero
para plantearme abandonar el mercado", suspira Huo.
Al cierre del miércoles, el índice compuesto de Shanghái retrocedía un 43,3% respecto a su máximo un año antes.
Desde
su debacle estival, la Bolsa no ha conseguido recuperarse de manera
duradera, por lo que los inversores chinos han decidido mirar hacia
otros mercados, como el inmobiliario y el de materias primas, blancos de
una verdadera fiebre especulativa.
El panorama puede ser todavía peor. La confianza de los inversores hacia la Bolsa parece haber disminuido irremediablemente.
El
verano boreal pasado, el gobierno chino parecía impotente para frenar
la caída, a pesar de su apasionado intervencionismo, a través de compras
masivas de acciones por parte de organismos públicos y empresas de
corretaje, o bien suspendiendo las cotizaciones.
Estas medidas,
que aumentaron las dudas sobre la política económica china, se
contraponen a la voluntad expresada por Pekín de otorgar un mayor papel
al mercado.
Desde entonces, "las reformas de mercado han aminorado su ritmo", observa Zhang Qun, analista de Citic Securities.
La
necesaria transformación del sistema de salidas a bolsa, cuyos
parámetros determinan las autoridades, se hace esperar. Y los inversores
institucionales todavía no han remplazado a los numerosos pequeños
accionistas.
Sin embargo, las autoridades continúan defendiendo la
eventual inclusión de títulos de las bolsas chinas en los índices
mundiales de referencia, recopilados por la compañía MSCI y que sirven de guía para las carteras de los fondos de inversión.
Para
alcanzar sus objetivos y revitalizar sus bolsas, "el gobierno debe
construir un mercado abierto, libre y justo, regido por la ley", sin
intervencionismo arbitrario, señala Hong Hao, analista de BOCOM
International.
En enero, el inverosímil fiasco del "cortocircuito"
-un sistema que interrumpe automáticamente los intercambios bursátiles
en caso de fuerte caída- alarmó de nuevo al público.
El mecanismo,
ideado por la autoridad de regulación de los mercados, fue totalmente
contraproducente, porque las bolsas chinas siguieron cayendo y el
"cortocircuito" se desactivó cuatro días después.
Y las cosas
empeoraron, porque los inversores se asustaron ante la idea de que el
Estado les impida revender sus títulos cuando lo deseen.
El jefe de la Autoridad de Regulación financiera de la potencia asiática fue destituido en febrero.
No
es seguro que todo esto sirva para tranquilizar a Huo y a los demás
inversores, que han visto sus ahorros esfumarse, máxime cuando la bolsa
de Shanghái podría continuar cayendo.
"El gobierno intentará
dinamizar de nuevo el mercado cuidadosamente, antes de lanzar reformas
de manera gradual", estima el analista Zhang Qun.
"Los reguladores
han podido aprender a respetar el mercado", añade. Pero "los inversores
deben reducir sus expectativas y abandonar cualquier esperanza de
increíbles beneficios en bolsa".
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