Hay cinco países en la Unión Europea en los que el grado de
satisfacción con la UE es más bien malo. Por decirlo con datos, en cinco
países, algunos de ellos grandes, hay más insatisfechos que
satisfechos, por encima del 48% de la población, cuando los partidarios
no llegan al 47%. En algún caso, con Francia, la insatisfacción es nada
menos que del 61% y en Grecia supera el 79%, lo que no es una sorpresa.
Más sorprendente es el hecho de que la desafección frente a la UE es en
España y en Alemania prácticamente idéntica a la que se observa en estos
momentos en el Reino Unido, en todos los casos en torno al 48% o 49%. A
estos países poco entusiastas se podría unir Holanda, que con un 46% de
frialdad frente al proyecto comunitario está también con un pie fuera y
otro dentro.
Se puede deducir que en estos momentos hay seis países de la UE,
incluyendo a Reino Unido, que cuentan con una posición muy crítica
frente al proyecto europeo. Lo que están haciendo los ingleses, eso que
se ha dado en denominar el Brexit, que es un referéndum para decidir si
finalmente se convierte en salida de la UE el deseo de una parte
importante de votantes (los porcentajes a favor y en contra oscilan a
diario en torno al 50%), bien podría llevarse a cabo en otros países de
la UE con similares e incluso mayores posibilidades de victoria. Asombra
el alto porcentaje de descontento de los franceses. Un referéndum en
Francia similar al del Reino Unido aportaría, con el sentimiento actual,
resultados mucho más contundentes a favor de la salida, lo que
supondría el desmoronamiento del proyecto europeo. La UE podrá vivir
mejor o peor sin Reino Unido, pero con la enemistad de Francia y la
tibieza de los alemanes (que también están más en contra que a favor),
es difícil imaginar lo que puede suceder en la Europa del futuro.
La validez de los datos de esta encuesta quizás no sea muy relevante,
pero ahí están. La consulta la ha realizado una empresa de sondeos
estadounidense, lo que puede asegurar cierta neutralidad, aunque también
un cierto sesgo antieuropeo, no carente de tintes irónicos, ya que la
UE nunca ha ocultado su pretensión de disputar a Estados Unidos la
primacía del desarrollo económico mundial. Esos aires de gran potencia
que la UE pocas veces ha disimulado están atravesando en todo caso uno
de sus peores momentos.
Claro que cabe preguntarse sobre la forma de superar estas dudas. La
pregunta es si el fervor europeísta se refuerza con una Europa más unida
y con más competencias o con una Europa más descentralizada, más
federal. Es un debate de largo recorrido en Europa y que de momento está
muy a medio andar, ya que importantes pasos en la dirección de la
unidad están todavía por dar. Se hizo lo de la moneda única y lo del
Banco Central Europeo (BCE) pero estos pasos han sido considerados
insuficientes y, en algunos casos, contraproducentes, ya que hay muchos
indicios que señalan que Europa funcionaba mejor sin estas nuevas
superestructuras multinacionales, que ahora están siendo sometidas a
serias críticas, sin ir más lejos por los alemanes, que parecía que eran
los motores de la Unión Europea pero que cuentan en sus filas con
tantos euroescépticos como Gran Bretaña.
(*) Periodista y economista español
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